Tal y como están las cosas en el cine español, hay que echarle muchos bemoles para dedicarse a filmar experimentos. A pesar de todo, Jaume Balagueró y Paco Plaza, dos realizadores muy curtidos en el cine de terror (incluyendo en esta categoría el documental que filmaron hace unos cuantos años sobre Operación Triunfo), no se han arredrado a la hora de inocular un poco de adrenalina a la industria con un proyecto que, incluso antes de estrenarse comercialmente, ya tenía vendidos a Hollywood los derechos de un futuro remake. Y es que a diferencia de lo que ocurre por estos lares, al otro lado del charco no escasean los espabilados capaces de detectar el talento en las pocas ocasiones en los que éste asoma la cabeza. Sucedió con Amenábar, con Fresnadillo y sucede ahora con Rec. Unos ven en ello un síntoma más de la voracidad fagotizadora de la fábrica de sueños, otros, entre los que me incluyo, una consecuencia inevitable de la trágica situación de desvalimiento en la que se encuentran (o al menos se encontraban hasta hace poco) los cultivadores del género fantástico en España, curiosamente, los únicos cineastas respaldados por la taquilla de forma inapelable.
Pocas películas pueden jactarse de haber ganado al mismo tiempo el premio de la crítica y del público en un mismo certamen. Rec lo ha conseguido en Sitges, donde también obtuvo el galardón a la mejor actriz y a la mejor dirección, sin despeinarse. La verdad es que no es para menos, porque el resultado resulta bastante satisfactorio, sobre todo si tenemos en cuenta la relación entre calidad y costes de producción (el presupuesto de Rec no supera el millón de euros, mientras que el de Moscow Zero, por poner sólo un ejemplo de fiasco made in Spain, diez millones de dólares), pero por si esto no fuera suficiente la película de Plaza y Balagueró supone un brioso ejercicio de estilo que conjuga en menos de noventa minutos la transgresión enunciativa con un manejo deslumbrante de los engranajes del suspense cinematográfico.
A grandes rasgos, este falso documental consciente de su propio artificio, cuenta la historia de dos reporteros de televisión inmersos por accidente, junto a un grupo de bomberos, en un inmueble catalán plagado de zombies; más o menos como La Comunidad pero con las pústulas propias del subgénero de muertos vivientes y una puesta en escena inspirada en España directo. Todos los que hemos visto alguna vez este programa, hemos soñado alguna vez con que sus reporteros tuvieran un destino semejante. El tándem de realizadores surgidos de la cantera de Filmax no solo cumple nuestros deseos más oscuros, sino que lo hacen con solvencia, salero y originalidad exprimiendo al máximo las limitaciones económicas del proyecto.
Es cierto que determinados tramos de mensaje acusan en exceso la sobreactuación del reparto, que hay inverosimilitudes que claman al cielo como consecuencia de su arriesgado punto de vista, y que se roza la condescendencia para con el público menos rodado en algunas escenas innecesariamente explicativas, donde se deja de lado el naturalismo y la improvisación para que emerjan las costuras de un guión más trabajado de lo que parece, sin embargo, nada de ello impide que Rec se disfrute como lo que es: un pasatiempo de género destinado a sorprender en lo formal que, sin pretender en ningún momento revolucionar el fantástico, se acerca a esta revolución más de lo que muchas otras películas en teoría innovadoras lo han hecho en lustros. Sólo por ello, Plaza y Balagueró merecen un aplauso entusiasta. El mío ya lo tienen.