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El Barcelona ya mide el éxito por tripletes, como si algo menos que todo no mereciera la pena para unos jugadores que no se cansan de llenar de títulos el Museu blaugrana. Liderados por los pies mágicos de Lionel Messi, un bien del fútbol como no ha habido antes, este Barça se ha convertido en leyenda del balompié por derecho propio.
Rakitic noquea a la Juve en cuatro minutos
Desde el primer momento el Barça marcó los tiempos. No dejó espacio para la improvisación. Salió diez minutos a calentar más tarde que el rival y se recogió cinco antes. No nos hace falta más tiempo. La sensación de controlar la final era completa incluso antes del pitido inicial.
Todo lo que no gastó estirando lo invirtió rompiendo el partido cuatro minutos después del pitido inicial del turco Çakir. Un mazazo psicológico gigantesco para los italianos, que veían las palabras de la previa hacerse hechos sin haber hilvanado ni una jugada.
Fue un gol de tres asistencias, de tres regalos de calidad exquisita que explican rápidamente la maquina que ha dirigido Luis Enrique este año. Primero el de siempre, en un gesto que resulta tan natural para el espectador como el lanzamiento de un córner o un saque de banda. Leo Messi coge la bola en la derecha, se para, levanta ligeramente la cabeza y pone un balón bombeado para dejar con ventaja a un compañero en banda contraria. En este caso fue Jordi Alba, omnipresente por la autopista izquierda, que cedió el balón a Neymar. El brasileño la pausó, se divirtió ante Barzagli en la línea de área grande unos segundos y esperó a la internada de Iniesta para poner medio gol de camino. El genio de Albacete (nombrado jugador del partido con todo merecimiento) ve las cosas a otra velocidad. Evitó el disparó para regalar el gol a Rakitic, que batió a Buffon a bocajarro.Tres asistencias perfectas para un gol que mató la ilusión de unos y acomodó el juego de los otros.
El que salió más afectado de la picadura fue Vidal, incontrolable con tres acciones feas que pudo salvar con una sola tarjeta amarilla. El Barça se recreaba, lo vio más fácil incluso que en Copa, y ahora sí, el control de juego ya no tuvo resistencia alguna en el rival. La tuvo Alves al cuarto de hora tras pase atrás de Suárez, pero su tiro desde dentro del área grande lo salvó Buffon con una buena parada.
Jugaban tan fino los blaugranas que no dudaron en probar una y otra vez jugadas de estrategia, en cualquier lugar del campo. En cualquier momento. La Juventus intentaba exprimir el contra-ataque con Morata y solo dos tiros de Marchissio de media distancia levantaron el ánimo de la grada bianconera.
Morata congela la grada culé
La salida de vestuarios no cambió el guión del partido. Parecía que a poco que apretara, el Barça podía dejar rematado a su rival. Pero ese momento no llegaba. La carrera de área a área de Suárez y Rakitic, tras rechace de un córner italiano, se encuentra con un inspirado Buffon a tiro del uruguayo.
Esto es una final. Y esto es fútbol. Frases trilladas que debieron aparecer en la mente del club catalán cuando Morata alzó los brazos tras batir a bocajarro a Stegen. La jugada la inició Marchisio con un espectacular tacón hacia Lichsteiner, el suizo metió el balón hacia Tévez, que con un tiro seco favoreció el rechace del portero para que Morata pusiera el empate.
Fueron minutos de tensión, donde la Juventus se vio por fin de igual a igual y donde la defensa del Barça temblaba a cada internada de Pogba o Marchisio. Un mal sueño que apenas fue una siesta cuando así lo quisieron los cañones de arriba.
Suárez y Neymar eliminan el suspense
Fue un balón como otro cualquiera, de esos a los que solo Messi sabe mimar con tanto cariño. Un par de gambeteos y tiro cruzado para emular a Tévez y forzar un rechace que caza Suárez para devolver la tranquilidad a la parroquia culé trece minutos después del susto.
Respiraba Luis Enrique, y solo la mala fortuna en el remate de cabeza evitó que Neymar, que apuntó a su mano a centro franco de Jordi Alba, dejara cerrada la final a veinte minutos del desenlace.
La tensión del marcador mantuvo en vilo a todo el estadio, dándole más sabor al choque aunque sin grandes oportunidades. En el último suspiro, un rechace sacado por Messi, dejó divertirse una última vez a Pedro y Neymar para cerrar la quinta Champions con gol.
Para durar en el tiempo
No por esperado la hazaña disminuye. Lo que ha conseguido el Barcelona es una supremacía impensable en los tiempos modernos. Un equipo de colegio que ha abusado del fútbol mundial con juego y jugadores en una década irrepetible.
Cuatro Champions, dos tripletes, un Messi, un Xavi, un Iniesta, un sueño de diez años del que el aficionado culé podrá disfrutar por mucho tiempo en el cajón de las emociones. Enhorabuena Barça.
La gabarra "Athletic" está feliz, puesto que por fin verá finalizada su inactividad de tanto tiempo. Todo ello porque los bilbaínos pusieron fin a su maldición de cuarenta años sin ser campeones de la Copa del Rey, con seis finales perdidas, cinco en los últimos 15 años. El equipo de Valverde debió esperar a la tanda de penaltis para vencer a un combativo Mallorca y alcanzar la gloria, pero esta Copa, "su" Copa más deseada, por fin podrá lucirla ante su gente por la ría de Bilbao.
Una Copa para el Madrid, la 20ª de su historia; una Copa para Rodrygo Goes, MVP y autor de los dos goles que vuelven a dar el título copero a los blancos, nueve años después de aquel recordado triunfo en Mestalla frente al Barça. Y, a la vez, un subcampeonato, el segundo de su historia, con honores de campeón para Osasuna.
El Real Betis Balompié es el campeón de la Copa del Rey. El equipo verdiblanco, en su ciudad, delante de su gente que lo sigue sin rechistar, ha salido victorioso por tercera vez después de una nueva final épica, como todas las que disputa, y en la que un rival tan sumamente digno como el Valencia y que ha merecido la Copa tanto como él solo ha claudicado en la cruel tanda de penaltis.
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