Carlos Fernández, médico psicoanalista de Grupo Cero, afirma que Esperanza Aguirre se encuentra en un estado de enajenación mental fuerte. Trastornada o no, la lideresa nos ha ofrecido, en el increíble lapsus de dos días, un espectáculo insólito, la puesta en práctica más acelerada y enloquecida de la filosofía marxiana (de Groucho), sintetizada en la célebre, y tantas veces repetida, sentencia: "estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros". Le faltó ofrecer públicamente un pacto con el padre de Monedero, su perro Pecas y los agentes madrileños de proximidad, tal y como apuntaba ayer un humorista de la prensa nacional. El caso es que con su extravagante conducta, lo único que ha conseguido Esperanza Aguirre es lo que nadie hasta la presente fecha había conseguido en España, en toda su historia: unir a la izquierda y a la derecha en la lucha contra la corrupción; la derecha, representada por Ciudadanos y la corrupción, encarnada en el PP. De tal manera que va a ser prácticamente imposible que el PP gobierne en alguna comunidad o en algún ayuntamiento donde no disponga de mayoría absoluta. La voz solista de Esperanza Aguirre, acompañada por el nutrido coro de corruptos pertenecientes a su partido, ha entonado el requiem por el PP, desafinando de la forma más atroz, sin mostrar el más mínimo pudor.
Pero lo más llamativo del esperpento aguirrista es la prueba manifiesta que nos ha dado de lo que es capaz de hacer esta señora por alcanzar el poder, de las artimañas que es capaz de desplegar cuando la suerte le es adversa. Y esto nos obliga a preguntarnos si no fue Esperanza Aguirre la inspiradora del famoso tamayazo, aquel obsceno golpe de mano que la llevó a la presidencia de la Comunidad de Madrid, valiéndose del soborno; máxime cuando ahora sabemos que los ejecutores de dicho soborno fueron personajes que hoy se encuentran imputados en la operación Púnica y el presidente de la comisión parlamentaria que lo investigó fue nada menos que Francisco Granados, actualmente encarcelado en la prisión que él mismo inauguró, siendo consejero del Gobierno autonómico presidido por Esperanza Aguirre.
El brote psicótico de Esperanza Aguirre ha resultado crucial para provocar la catarsis nacional que hoy vivimos y que, con un poco de suerte, permitirá a los madrileños emprender una nueva senda política más humana, justa y honorable, alejando de las instituciones a estos macabros personajes del PP que durante más de veinte años nos han gobernado, produciendo un quebranto irreparable en el erario y un dolor injustificado en la ciudadanía; estos personajes que, como ha dicho de él mismo el transformista comisionista de Rus, Marcos Benavent, son unos yonquis del dinero.
