Dentro de unos días, los mandamases del área debatirán y decidirán en el seno de la Unión Europea, nunca más apropiado cuando de “ordeñar” se trata, el futuro de la Política Agraria Común, la conocida popularmente como PAC. Los que tienen clara su postura en este marco son los franceses y los ingleses, posicionados unos enfrente de otros y separados por la frontera del proteccionismo galo vigente y la tesitura menos benefactora de los británicos (quienes, por su parte, mantienen también otro tipo de prestaciones nada solidarias con el resto de convecinos comunitarios).
Nosotros, los españoles, como en muchas otras cosas, seguimos la estela de unos y otros y aún tenemos que “orinar” un lugar propio. Por ahora, sin profundizar ni particularizar, lo que está claro es que la fórmula actual es injusta sobre medida si analizamos el mapa de las ayudas que llegan del “tesoro” europeo. Entre los más favorecidos, ¡y parece mentira!, figuran nombres tan reconocibles como los de la Duquesa de Alba, Alberto Alcocer o el propio Mario Conde. Supongo que la fortuna y el poder atraen más fortuna y más poder. Está claro que los intereses del ministro de turno y el agricultor/ganadero de por vida no van por los mismos derroteros.
El salto al vacío cada vez cuenta con menos redes de protección, y seguimos saltando para jugar al juego que nos proponen. No obstante, hay noticias que permiten vislumbrar un rayo de luz. En Italia, un empresario ha decidido comprobar si es posible vivir un mes con el salario de sus trabajadores. Al comprobar que el día 20 ya no tenía un euro, ha decidido subirles a todos la nómina 200 euros. Queda claro que el bolsillo lleno de tierra no cunde lo mismo para todos.