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Un poema de Esther Videgain

Esta rosa se ha fundido de tanto olerla

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La rosa apagada,
se ha fundido de tanto olerla, está muerta en vida en la tierra seca de los antiguos recuerdos,
en el subconsciente del ayer de ese rencor olvidado por la voluntad del mal perdedor.

La rosa apagada,
está hoy fija en tu triste mirada, la soledad ha bajado hoy mucho la intensidad,
aquella que alumbraba a este viejo y solitario jardín en la tardía esperanza de esta tarde de invierno oscuro.

La rosa apagada,
se escapó de mi recuerdo, lo abandonó en el anteayer de mi tenebroso subconsciente donde bailan los sueños de esas fantasías en las antiguas sabanas de nuestro querer,
ya no oigo ahí tu nombre ni tan siquiera me acuerdo de nuestro último beso de esa amarga despedida.

Sólo vaga en mi conciencia el recuerdo de tu aroma agotado,
el de tu belleza interior, es lo que me hace no desprenderme de tus caricias,
pero esta rosa está apagada...

En mi memoria pasea la presencia de tu fresca brisa,
es la única flor marchita que merece vivir sin luz en mí, se va agotando lentamente este último suspiro de aliento guardado,
donde reposan tristemente acostados aquellos recuerdos y las fantasías de aquellas noches con las estrellas robadas y la luna alquilada por suspiros baratos.

La rosa apagada,
¿quién marchita y quién da luz?
En esa noche cualquiera quedó a oscuras tu bonito mirar en mis vacías retinas, ahora castigadas y secas de lágrimas de tanto recordar el aroma de tus besos.

Esta rosa se ha fundido de tanto olerla

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
miércoles, 20 de mayo de 2015, 21:54 h (CET)
La rosa apagada,
se ha fundido de tanto olerla, está muerta en vida en la tierra seca de los antiguos recuerdos,
en el subconsciente del ayer de ese rencor olvidado por la voluntad del mal perdedor.

La rosa apagada,
está hoy fija en tu triste mirada, la soledad ha bajado hoy mucho la intensidad,
aquella que alumbraba a este viejo y solitario jardín en la tardía esperanza de esta tarde de invierno oscuro.

La rosa apagada,
se escapó de mi recuerdo, lo abandonó en el anteayer de mi tenebroso subconsciente donde bailan los sueños de esas fantasías en las antiguas sabanas de nuestro querer,
ya no oigo ahí tu nombre ni tan siquiera me acuerdo de nuestro último beso de esa amarga despedida.

Sólo vaga en mi conciencia el recuerdo de tu aroma agotado,
el de tu belleza interior, es lo que me hace no desprenderme de tus caricias,
pero esta rosa está apagada...

En mi memoria pasea la presencia de tu fresca brisa,
es la única flor marchita que merece vivir sin luz en mí, se va agotando lentamente este último suspiro de aliento guardado,
donde reposan tristemente acostados aquellos recuerdos y las fantasías de aquellas noches con las estrellas robadas y la luna alquilada por suspiros baratos.

La rosa apagada,
¿quién marchita y quién da luz?
En esa noche cualquiera quedó a oscuras tu bonito mirar en mis vacías retinas, ahora castigadas y secas de lágrimas de tanto recordar el aroma de tus besos.

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