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La rosa apagada,
se ha fundido de tanto olerla, está muerta en vida en la tierra seca de los antiguos recuerdos,
en el subconsciente del ayer de ese rencor olvidado por la voluntad del mal perdedor.
La rosa apagada,
está hoy fija en tu triste mirada, la soledad ha bajado hoy mucho la intensidad,
aquella que alumbraba a este viejo y solitario jardín en la tardía esperanza de esta tarde de invierno oscuro.
La rosa apagada,
se escapó de mi recuerdo, lo abandonó en el anteayer de mi tenebroso subconsciente donde bailan los sueños de esas fantasías en las antiguas sabanas de nuestro querer,
ya no oigo ahí tu nombre ni tan siquiera me acuerdo de nuestro último beso de esa amarga despedida.
Sólo vaga en mi conciencia el recuerdo de tu aroma agotado,
el de tu belleza interior, es lo que me hace no desprenderme de tus caricias,
pero esta rosa está apagada...
En mi memoria pasea la presencia de tu fresca brisa,
es la única flor marchita que merece vivir sin luz en mí, se va agotando lentamente este último suspiro de aliento guardado,
donde reposan tristemente acostados aquellos recuerdos y las fantasías de aquellas noches con las estrellas robadas y la luna alquilada por suspiros baratos.
La rosa apagada,
¿quién marchita y quién da luz?
En esa noche cualquiera quedó a oscuras tu bonito mirar en mis vacías retinas, ahora castigadas y secas de lágrimas de tanto recordar el aroma de tus besos.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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