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Opinión
Etiquetas | Cartas al director
Juan Carlos Pérez (Bizkaia)

China, modelo neoliberal de cartón-piedra

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China es el modelo de país del futuro, dicen algunos, pero, como en todo decorado de las películas de Hollywood, hay mucho de fachada y de cartón-piedra.No hay que retrotraerse a aquellos desfiles en la Plaza Roja de Moscú, generalmente en el 1 de Mayo, sino a una de esas superproducciones, peplums, en el que en un desierto cercano a la costa oeste de los EEUU, una vez terminada, los decorados egipcios quedaron allí abandonados, y el director se preguntaba si en el futuro alguien encontraba todo aquello no se acabaría por preguntar si los egipcios llegaron a las tierras americanas mucho antes de la visita de Colón. Algo dijo un tal Recep Tayip Erdogán con mucho salero sobre alguna mezquita en alguna loma de la española en 1492. Con algo más de consistencia lo hizo antes el británico Gavin Menzies, sobre un viaje chino alrededor del mundo en 1421. En el año 1800 China era el primer país, de largo, en PIB. Puede que en el siglo XXI lo vuelva a ser. Pero, será relevante? O hay elementos para poner esto en cuestión como algo que suponga el liderazgo efectivo para el país asiático en el mundo?

Karl Marx en sus libros hacía una descripción de los modelos de producción. Uno de ellos era el modo asiático de producción. Algo sabía de aquello, fundamentalmente, a través de la India, pero, por redundancia, en el modelo chino, también. Ya en 1952, en las elecciones presidenciales estadounidenses la pregunta más recurrente era “Who lost China?”. Quien perdió China. Porque en 1948-49 triunfó la revolución maoista. No digamos comunista, porque sería un exceso. El mayor problema es que la política exterior de muchos países se basa en los 4 años de legislatura, una visión a cortoplazo que ha llegado a ser definido por un historiador que, de haber sido seguida por el Imperio Romano, no hubiera durado ni 50 años. Es fundamental la incomprensión del resto del mundo, no sólo de occidente, del fenómeno chino. Y, como dijo Marx, el triunfo del modelo asiático de producción produciría el peor de los totalitarismos sobre el mundo.

China ha sido objeto de una guerra fronteriza entre la URSS y ella en 1964, siendo objeto de farsa, de broma, de escenificación, por parte de la lectura del Departamento de Estado en Washington. Aquello no era cartón-piedra, sino enfrentamiento de verdad. Y es que China, buscando un espacio en el mundo (en Europa los únicos que le siguieron fueron los albaneses, en su enfrentamiento tanto con la URSS como con Yugoslavia) se inventó el concepto de tercer mundo y las reuniones de los países no alineados. Un poco sigue en esa vía. Y es que, también en este caso, como en el de Rusia, pero con otro símil, podemos decir que los gatos pudieron ser blancos, rojos o negros, pero siempre el minino ha sido Chino. La búsqueda de una esfera de coprosperidad china en la región ha sido un anhelo histórico, que unas veces ha sido posible, y otras no. Aunque no sea algo que en nuestra generación o en las pasadas se haya visto, no puede decirse que sea algo inexistente, sino que otros imperialismos fueron más rápidos, más fuertes y más capaces. Y es que el reto siberiano es un elemento de futuro en el tablero de la región, del que dependerá la posible dependencia de Rusia respecto de China.

China, hace años, hablaba de elementos de regeneración del marco económico por el que el mundo se regía. Por ejemplo, el PIB verde, del que nunca se supo más, dado que si un año Brasil tala todo el amazonas, tendría un espectacular incremento del PIB de ese país, ese y tal vez los siguientes ejercicios, para digerir tamaña … (incalificable). Pero, es que, sin duda, sería algo que iría en detrimento del país y del mundo. Los datos macroeconómicos podrían, y podrán ser muy buenos para China, pero eso no significa demasiado en un país en el que un crecimiento inferior a los dos dígitos puede conllevar problemas de índole social internos. Y es que el país se dice comunista, pero tiene graves problemas. Uno de ellos es el traslado de población de las ciudades del interior a la costa. Pero como no lo comunican a las autoridades no tienen el papel que certifica el cambio de residencia. Y para acceder a Sanidad, Educación y Servicios Sociales deben tener una vivienda, un domicilio, un empadronamiento, por lo que, muchos chinos, están en una situación irregular dentro de su propio país. Inmigrantes ilegales, pero internos. Además, muchas de las situaciones empresariales vividas en el siglo XIX en Europa, como que los obreros, con sus familias, vivan dentro de las fábricas, que apenas tengan unos días al año libres, es decir, un marco laboral de semi-esclavitud, no ayuda a afirmar que sea un modelo avanzado en derechos laborales, vamos, que sea el paraíso obrero.

China va al mundo, sobre todo a África, con las siguientes premisas: les dice a los africanos que no son como los europeos y los estadounidenses con su cláusulas democráticas, que pueden hacer lo que quieran y ellos no dirán nada, seguirán invirtiendo; que si hay problemas inciales, no como esos occidentales, de querer hacer proyectos en los que haya beneficios pronto, que sea rentable, ellos, como van con empresas casi todas públicas, o con participación pública, tienen capacidad de endeudarse todo lo que haga falta, y más, con tal de lograr presencia allí, que ya lo pagará alguien en la metrópoli, con los superavits de otras empresas que tengan éxito; y, les comentan, que si andan escasos de medios laborales, pueden transportar cientos de miles de trabajadores chinos, con sus guardianes correspondientes, para poder hacer presas o lo que haga falta. Es un modelo tan colonialista e imperialista como muchos ha habido, pero se define, precísamente, como anti-imperialista. Y, por oposición, algunos, en américa latina (palabra imperialista francesa, por cierto) o en África, lo asumen. Sin entender lo que significa China: un modelo neoliberal de cartón-piedra.

¿Porqué es neoliberal? Pues porque en el fondo un modelo que prima la supresión del pluralismo, los derechos ligados a la ciudadanía, la expresión, el voto, la representación, pero, más allá, el derecho y el deber de que el conjunto del sistema esté hecho a escala humana, participado y participativo, están igualmente ausentes en un modelo totalitario de derechas como de izquierdas. Es el verdadero dilema entre republicanismo (entiéndase, res-pública, la cosa pública) y populismo. Limitar el pluralismo y el acceso a la cosa pública, ejerciendo lo que el economista canario Jorge Dorta resume como la captura del estado por parte de unas élites, la más de las veces, autodesignadas, es lo que prefigura que no haya cambio entre una dictadura comunista de partido único y una dictadura capitalista neoliberal de partido único. El transfondo es el mismo, por más que el partido único, las élites extractivas, se llamen Partido Comunista de China, en el que más que Mao, tienen cada vez más al Tao. Y a las viejas creencias.

¿Porqué es de cartón-piedra? Pues porque se están convirtiendo en un parque temático estilo Disney-World, laminando progresivamente las edificaciones antiguas, de miles de años, siendo sustituidos por edificios de corazón de hormigón, tratando de hacer ver como si fueran edificios del tiempo de las antiguas dinastías. Un país supuestamente destinado al turismo que se dice de hace 5000 años, está destruyendo su patrimonio histórico de siglos y de milenios, en pos del progreso (sic) bajo la premisa de que sale más barato destruir que conservar. Es más barato arramplar con todo el patrimonio inmobiliario, pues, repararlo, es de coste superior a las medidas necesarias para su conservación. Aquí está el modelo asiático de producción, puesto que esto no es nuevo, en los años 50 del siglo XX, Mao, ya destruyó edificios históricos para su uso en una industrialización forzada de un país, aún entonces, eminentemente rural.

China es un gigante, pero sus pies de barro, económicamente hablando, están en esa debilidad de la transformación de ese incremento del PIB en un marco de bienestar, de una clase media, que dé estabilidad al sistema. En un periódo como el actual, con Brasil, Rusia, Argentina o Venezuela en crisis y en recesión, China no lo tiene fácil para avanzar al ritmo acumulado. Tibet y Sinkiang son dos realidades claras, dentro de la propia China. Merece análisis aparte por un lado la dimensión centro-asiática, por otro lado el futuro conflicto en el mar de la china meridional (por el tráfico marítimo y por los recursos embolsados en el mar, con atolones e islotes, naturales o artificiales, como excusa), pero está claro que Rusia debe elegir o entre ser socio de los países occidentales (renunciando a aventuras imperialistas como la de Ucrania, Georgia y Moldavia) o ser lacayo de China con la opción real de perder toda Siberia a mediados del siglo XXI. Es una elección de Rusia. China, en cambio, lo quiere todo, pero es débil, por cuanto, de momento, el Know How, la investigación, y los productos de alto valor añadido, no están en China, pero, sin duda, no conviene dormirse en los laureles, porque, sin mejoras constantes, eso puede no ser para siempre.

Una reflexión final ligada al intento de chantaje del Premier Cameron sobre la UE, pues pretente, para mantener dentro a Inglaterra, la asunción de los estándares laborales y sociales de China sobre el viejo continente. Y ante esto la respuesta debe estar clara. Sobre la city, sobre Inglaterra y sus lazos con el otro lado del atlántico, su escasa voluntad de integración y su voluntad de poner fin al modelo social europeo. Al menos, en el lado conservador, que, como se ha visto, ha logrado mayoría absoluta. Y su contendiente futuro no parece ser el Labour, sino el UKIP, sobre todo desde que Tony Blair apuesta por un giro al centro de su partido. Es preferible tener una postura en el mundo sólida, con pérdida relativa de peso, pero en consonancia con unos valores, con una tradición (que siempre hay que renovar, pero dentro del marco de unos principios) a tratar de buscar competir con el nuevo en su terreno. El Dumpling chino no debe importarte a Europa. Ni en China debiera tener futuro. Pero, allí, aprendieron bien las lecciones de la perestroika. Liberalizar la economía, no la política. Y los chinos, en un alarde de grandeza, se declaran ganadores de la Guerra Fría. China es un reto para el mundo, primeramente, para los propios chinos. Porque, como es sabido, es prioritario liberar la mente y el alma de las personas. Sólo con ciudadanos libres y conscientes de su realidad puede aspirarse a vivir en un país libre. Ójala algún día los chinos tomen este camino. El resto de asuntos, vendrán naturalmente, de suyo, a continuación. Hasta entonces, mucha decoración, pero sin sustancia.

China, modelo neoliberal de cartón-piedra

Juan Carlos Pérez (Bizkaia)
Lectores
martes, 19 de mayo de 2015, 15:57 h (CET)
China es el modelo de país del futuro, dicen algunos, pero, como en todo decorado de las películas de Hollywood, hay mucho de fachada y de cartón-piedra.No hay que retrotraerse a aquellos desfiles en la Plaza Roja de Moscú, generalmente en el 1 de Mayo, sino a una de esas superproducciones, peplums, en el que en un desierto cercano a la costa oeste de los EEUU, una vez terminada, los decorados egipcios quedaron allí abandonados, y el director se preguntaba si en el futuro alguien encontraba todo aquello no se acabaría por preguntar si los egipcios llegaron a las tierras americanas mucho antes de la visita de Colón. Algo dijo un tal Recep Tayip Erdogán con mucho salero sobre alguna mezquita en alguna loma de la española en 1492. Con algo más de consistencia lo hizo antes el británico Gavin Menzies, sobre un viaje chino alrededor del mundo en 1421. En el año 1800 China era el primer país, de largo, en PIB. Puede que en el siglo XXI lo vuelva a ser. Pero, será relevante? O hay elementos para poner esto en cuestión como algo que suponga el liderazgo efectivo para el país asiático en el mundo?

Karl Marx en sus libros hacía una descripción de los modelos de producción. Uno de ellos era el modo asiático de producción. Algo sabía de aquello, fundamentalmente, a través de la India, pero, por redundancia, en el modelo chino, también. Ya en 1952, en las elecciones presidenciales estadounidenses la pregunta más recurrente era “Who lost China?”. Quien perdió China. Porque en 1948-49 triunfó la revolución maoista. No digamos comunista, porque sería un exceso. El mayor problema es que la política exterior de muchos países se basa en los 4 años de legislatura, una visión a cortoplazo que ha llegado a ser definido por un historiador que, de haber sido seguida por el Imperio Romano, no hubiera durado ni 50 años. Es fundamental la incomprensión del resto del mundo, no sólo de occidente, del fenómeno chino. Y, como dijo Marx, el triunfo del modelo asiático de producción produciría el peor de los totalitarismos sobre el mundo.

China ha sido objeto de una guerra fronteriza entre la URSS y ella en 1964, siendo objeto de farsa, de broma, de escenificación, por parte de la lectura del Departamento de Estado en Washington. Aquello no era cartón-piedra, sino enfrentamiento de verdad. Y es que China, buscando un espacio en el mundo (en Europa los únicos que le siguieron fueron los albaneses, en su enfrentamiento tanto con la URSS como con Yugoslavia) se inventó el concepto de tercer mundo y las reuniones de los países no alineados. Un poco sigue en esa vía. Y es que, también en este caso, como en el de Rusia, pero con otro símil, podemos decir que los gatos pudieron ser blancos, rojos o negros, pero siempre el minino ha sido Chino. La búsqueda de una esfera de coprosperidad china en la región ha sido un anhelo histórico, que unas veces ha sido posible, y otras no. Aunque no sea algo que en nuestra generación o en las pasadas se haya visto, no puede decirse que sea algo inexistente, sino que otros imperialismos fueron más rápidos, más fuertes y más capaces. Y es que el reto siberiano es un elemento de futuro en el tablero de la región, del que dependerá la posible dependencia de Rusia respecto de China.

China, hace años, hablaba de elementos de regeneración del marco económico por el que el mundo se regía. Por ejemplo, el PIB verde, del que nunca se supo más, dado que si un año Brasil tala todo el amazonas, tendría un espectacular incremento del PIB de ese país, ese y tal vez los siguientes ejercicios, para digerir tamaña … (incalificable). Pero, es que, sin duda, sería algo que iría en detrimento del país y del mundo. Los datos macroeconómicos podrían, y podrán ser muy buenos para China, pero eso no significa demasiado en un país en el que un crecimiento inferior a los dos dígitos puede conllevar problemas de índole social internos. Y es que el país se dice comunista, pero tiene graves problemas. Uno de ellos es el traslado de población de las ciudades del interior a la costa. Pero como no lo comunican a las autoridades no tienen el papel que certifica el cambio de residencia. Y para acceder a Sanidad, Educación y Servicios Sociales deben tener una vivienda, un domicilio, un empadronamiento, por lo que, muchos chinos, están en una situación irregular dentro de su propio país. Inmigrantes ilegales, pero internos. Además, muchas de las situaciones empresariales vividas en el siglo XIX en Europa, como que los obreros, con sus familias, vivan dentro de las fábricas, que apenas tengan unos días al año libres, es decir, un marco laboral de semi-esclavitud, no ayuda a afirmar que sea un modelo avanzado en derechos laborales, vamos, que sea el paraíso obrero.

China va al mundo, sobre todo a África, con las siguientes premisas: les dice a los africanos que no son como los europeos y los estadounidenses con su cláusulas democráticas, que pueden hacer lo que quieran y ellos no dirán nada, seguirán invirtiendo; que si hay problemas inciales, no como esos occidentales, de querer hacer proyectos en los que haya beneficios pronto, que sea rentable, ellos, como van con empresas casi todas públicas, o con participación pública, tienen capacidad de endeudarse todo lo que haga falta, y más, con tal de lograr presencia allí, que ya lo pagará alguien en la metrópoli, con los superavits de otras empresas que tengan éxito; y, les comentan, que si andan escasos de medios laborales, pueden transportar cientos de miles de trabajadores chinos, con sus guardianes correspondientes, para poder hacer presas o lo que haga falta. Es un modelo tan colonialista e imperialista como muchos ha habido, pero se define, precísamente, como anti-imperialista. Y, por oposición, algunos, en américa latina (palabra imperialista francesa, por cierto) o en África, lo asumen. Sin entender lo que significa China: un modelo neoliberal de cartón-piedra.

¿Porqué es neoliberal? Pues porque en el fondo un modelo que prima la supresión del pluralismo, los derechos ligados a la ciudadanía, la expresión, el voto, la representación, pero, más allá, el derecho y el deber de que el conjunto del sistema esté hecho a escala humana, participado y participativo, están igualmente ausentes en un modelo totalitario de derechas como de izquierdas. Es el verdadero dilema entre republicanismo (entiéndase, res-pública, la cosa pública) y populismo. Limitar el pluralismo y el acceso a la cosa pública, ejerciendo lo que el economista canario Jorge Dorta resume como la captura del estado por parte de unas élites, la más de las veces, autodesignadas, es lo que prefigura que no haya cambio entre una dictadura comunista de partido único y una dictadura capitalista neoliberal de partido único. El transfondo es el mismo, por más que el partido único, las élites extractivas, se llamen Partido Comunista de China, en el que más que Mao, tienen cada vez más al Tao. Y a las viejas creencias.

¿Porqué es de cartón-piedra? Pues porque se están convirtiendo en un parque temático estilo Disney-World, laminando progresivamente las edificaciones antiguas, de miles de años, siendo sustituidos por edificios de corazón de hormigón, tratando de hacer ver como si fueran edificios del tiempo de las antiguas dinastías. Un país supuestamente destinado al turismo que se dice de hace 5000 años, está destruyendo su patrimonio histórico de siglos y de milenios, en pos del progreso (sic) bajo la premisa de que sale más barato destruir que conservar. Es más barato arramplar con todo el patrimonio inmobiliario, pues, repararlo, es de coste superior a las medidas necesarias para su conservación. Aquí está el modelo asiático de producción, puesto que esto no es nuevo, en los años 50 del siglo XX, Mao, ya destruyó edificios históricos para su uso en una industrialización forzada de un país, aún entonces, eminentemente rural.

China es un gigante, pero sus pies de barro, económicamente hablando, están en esa debilidad de la transformación de ese incremento del PIB en un marco de bienestar, de una clase media, que dé estabilidad al sistema. En un periódo como el actual, con Brasil, Rusia, Argentina o Venezuela en crisis y en recesión, China no lo tiene fácil para avanzar al ritmo acumulado. Tibet y Sinkiang son dos realidades claras, dentro de la propia China. Merece análisis aparte por un lado la dimensión centro-asiática, por otro lado el futuro conflicto en el mar de la china meridional (por el tráfico marítimo y por los recursos embolsados en el mar, con atolones e islotes, naturales o artificiales, como excusa), pero está claro que Rusia debe elegir o entre ser socio de los países occidentales (renunciando a aventuras imperialistas como la de Ucrania, Georgia y Moldavia) o ser lacayo de China con la opción real de perder toda Siberia a mediados del siglo XXI. Es una elección de Rusia. China, en cambio, lo quiere todo, pero es débil, por cuanto, de momento, el Know How, la investigación, y los productos de alto valor añadido, no están en China, pero, sin duda, no conviene dormirse en los laureles, porque, sin mejoras constantes, eso puede no ser para siempre.

Una reflexión final ligada al intento de chantaje del Premier Cameron sobre la UE, pues pretente, para mantener dentro a Inglaterra, la asunción de los estándares laborales y sociales de China sobre el viejo continente. Y ante esto la respuesta debe estar clara. Sobre la city, sobre Inglaterra y sus lazos con el otro lado del atlántico, su escasa voluntad de integración y su voluntad de poner fin al modelo social europeo. Al menos, en el lado conservador, que, como se ha visto, ha logrado mayoría absoluta. Y su contendiente futuro no parece ser el Labour, sino el UKIP, sobre todo desde que Tony Blair apuesta por un giro al centro de su partido. Es preferible tener una postura en el mundo sólida, con pérdida relativa de peso, pero en consonancia con unos valores, con una tradición (que siempre hay que renovar, pero dentro del marco de unos principios) a tratar de buscar competir con el nuevo en su terreno. El Dumpling chino no debe importarte a Europa. Ni en China debiera tener futuro. Pero, allí, aprendieron bien las lecciones de la perestroika. Liberalizar la economía, no la política. Y los chinos, en un alarde de grandeza, se declaran ganadores de la Guerra Fría. China es un reto para el mundo, primeramente, para los propios chinos. Porque, como es sabido, es prioritario liberar la mente y el alma de las personas. Sólo con ciudadanos libres y conscientes de su realidad puede aspirarse a vivir en un país libre. Ójala algún día los chinos tomen este camino. El resto de asuntos, vendrán naturalmente, de suyo, a continuación. Hasta entonces, mucha decoración, pero sin sustancia.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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