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Gabriel Ruiz-Ortega

'Lecciones de origami', de Augusto Effio Ordóñez

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Una de las ventajas que te depara la lectura es la capacidad inconsciente de detectar en los textos sus respiros de madurez. A veces te topas con los que exhiben un apreciable dominio de los tiempos, un inteligente despliegue de la estructura y un apreciable uso del lenguaje. Y claro, también hay de los otros, pero de esos es mejor no escribir nada. Ahora, cuando agarras una novela los defectos pueden diluirse porque estos son contrapesados con el respiro la historia, o historias, que permiten camuflar las caídas destinadas en toda novela.

En cuento, el rastreo va por otro lado, basta un párrafo o una línea como para darse cuenta de qué es lo que hay detrás de las páginas, saber las intenciones del autor si es que hubo apuro o paciencia antes de entregar el libro a una editorial. El cuento, por su carácter hermético y traicionero, se reserva el derecho de admisión. Por algo este género es el más difícil de todos, y al igual que en poesía, para su desarrollo se necesita de conciencia de oficio, hartas lecturas y, en especial, nacer para él. Por eso, el primer libro del joven escritor peruano Augusto Effio Ordóñez (Huancayo, 1977) es un aliciente para creer con convicción en este género cada día más denostado por las leyes del mercado. “Lecciones de origami” supura musicalidad y abre las vetas expresivas a una tradición que por alguna extraña razón viene siendo denostada a más no poder: el boom latinoamericano.

Los seis cuentos del libro reflejan la desazón existencial y anímica de cada uno de sus personajes. Effio Ordóñez no sólo se queda en el pincelazo de presentarlos en sus esperanzas, en sus búsquedas, huidas, sino que cada uno tiene como cobijo atmósferas aún más tétricas y apabullantes que los pesares que reflejan. Pero como bien exige la ley cuentística, la atmósfera, para tener el relieve que se merece, debe estar circunscrita a un espacio geográfico, ya sea recreado o imaginado, por ello, el autor acierta con la apuesta por la ciudad ficticia San Cristóbal, ciudad que es singular y es todas a la vez, una parcela que sirve también como escenario para aquellos personajes subalternos que, en algunos casos, terminan sosteniendo las tramas.

La mirada introspectiva en pos del detalle es donde puede medirse los alcances de Effio Ordóñez como fabulador. Si cogemos los cuentos de “Lecciones de origami”, no tardamos en darnos cuenta que sus argumentos, en líneas generales, no pasan de lo “aceptable”, empero, lo que hace memorable a estos seis cuentos es el bisturí estilístico que disecciona lo que en apariencia no tiene mucha importancia: una frase, una palabra, una mirada, un gesto. La armazón de los relatos se sostienen por las “radiografías” de los detalles, que usados en otro escritor sin talento pasan desapercibidos, pero en Effio Ordóñez estos adquieren protagonismo, como se deja ver con mucho agrado en “La última entrega de Jesús Camarena” (el mejor del libro), “La conversación”, “Un parpadeo de Gene Hackman” y en el cuento con el que se presenta el volumen.

Líneas arriba, mencioné las vetas a las que este libro nos lleva. Es sabido, basta leer cualquier libro de autor joven (de donde sea), que el influjo que hoy tienen los narradores del boom es presa de ascos por parte de aquellos aspirante a escritores, incluso entre quienes ya lo son (ni hablar del mercado editorial). Esta evidente muestra de parricidio tiene algo de peculiar (los parricidios son buenos y necesarios en los procesos artísticos): es un parricidio que descansa en la ignorancia. Pues bien, me queda claro que “Lecciones de origami” no es un canto, o tributo, al boom, pero es justo decir que su autor ha bebido bien, ha asimilado el legado, colándolo en pos de una voz narrativa híbrida que resalta abierta y soterradamente en cada uno de los párrafos de este primer libro suyo.

Como todo libro, éste no es libre de falencias, aún así, considero que no es una exageración manifestar que “Lecciones de origami” es el mejor libro de relatos publicado en Perú en el 2006 (y en lo que va del 2007), y a cuyo autor habrá que seguirle, de todas maneras, la ruta.

Editorial: Matalamanga

'Lecciones de origami', de Augusto Effio Ordóñez

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
viernes, 4 de enero de 2008, 03:53 h (CET)
Una de las ventajas que te depara la lectura es la capacidad inconsciente de detectar en los textos sus respiros de madurez. A veces te topas con los que exhiben un apreciable dominio de los tiempos, un inteligente despliegue de la estructura y un apreciable uso del lenguaje. Y claro, también hay de los otros, pero de esos es mejor no escribir nada. Ahora, cuando agarras una novela los defectos pueden diluirse porque estos son contrapesados con el respiro la historia, o historias, que permiten camuflar las caídas destinadas en toda novela.

En cuento, el rastreo va por otro lado, basta un párrafo o una línea como para darse cuenta de qué es lo que hay detrás de las páginas, saber las intenciones del autor si es que hubo apuro o paciencia antes de entregar el libro a una editorial. El cuento, por su carácter hermético y traicionero, se reserva el derecho de admisión. Por algo este género es el más difícil de todos, y al igual que en poesía, para su desarrollo se necesita de conciencia de oficio, hartas lecturas y, en especial, nacer para él. Por eso, el primer libro del joven escritor peruano Augusto Effio Ordóñez (Huancayo, 1977) es un aliciente para creer con convicción en este género cada día más denostado por las leyes del mercado. “Lecciones de origami” supura musicalidad y abre las vetas expresivas a una tradición que por alguna extraña razón viene siendo denostada a más no poder: el boom latinoamericano.

Los seis cuentos del libro reflejan la desazón existencial y anímica de cada uno de sus personajes. Effio Ordóñez no sólo se queda en el pincelazo de presentarlos en sus esperanzas, en sus búsquedas, huidas, sino que cada uno tiene como cobijo atmósferas aún más tétricas y apabullantes que los pesares que reflejan. Pero como bien exige la ley cuentística, la atmósfera, para tener el relieve que se merece, debe estar circunscrita a un espacio geográfico, ya sea recreado o imaginado, por ello, el autor acierta con la apuesta por la ciudad ficticia San Cristóbal, ciudad que es singular y es todas a la vez, una parcela que sirve también como escenario para aquellos personajes subalternos que, en algunos casos, terminan sosteniendo las tramas.

La mirada introspectiva en pos del detalle es donde puede medirse los alcances de Effio Ordóñez como fabulador. Si cogemos los cuentos de “Lecciones de origami”, no tardamos en darnos cuenta que sus argumentos, en líneas generales, no pasan de lo “aceptable”, empero, lo que hace memorable a estos seis cuentos es el bisturí estilístico que disecciona lo que en apariencia no tiene mucha importancia: una frase, una palabra, una mirada, un gesto. La armazón de los relatos se sostienen por las “radiografías” de los detalles, que usados en otro escritor sin talento pasan desapercibidos, pero en Effio Ordóñez estos adquieren protagonismo, como se deja ver con mucho agrado en “La última entrega de Jesús Camarena” (el mejor del libro), “La conversación”, “Un parpadeo de Gene Hackman” y en el cuento con el que se presenta el volumen.

Líneas arriba, mencioné las vetas a las que este libro nos lleva. Es sabido, basta leer cualquier libro de autor joven (de donde sea), que el influjo que hoy tienen los narradores del boom es presa de ascos por parte de aquellos aspirante a escritores, incluso entre quienes ya lo son (ni hablar del mercado editorial). Esta evidente muestra de parricidio tiene algo de peculiar (los parricidios son buenos y necesarios en los procesos artísticos): es un parricidio que descansa en la ignorancia. Pues bien, me queda claro que “Lecciones de origami” no es un canto, o tributo, al boom, pero es justo decir que su autor ha bebido bien, ha asimilado el legado, colándolo en pos de una voz narrativa híbrida que resalta abierta y soterradamente en cada uno de los párrafos de este primer libro suyo.

Como todo libro, éste no es libre de falencias, aún así, considero que no es una exageración manifestar que “Lecciones de origami” es el mejor libro de relatos publicado en Perú en el 2006 (y en lo que va del 2007), y a cuyo autor habrá que seguirle, de todas maneras, la ruta.

Editorial: Matalamanga

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