Lo último que leo antes de ponerme a escribir estas líneas es una noticia según la cual una asociación irlandesa pro derechos de los homosexuales ha acusado a la empresa desarrolladora de videojuegos Ubisoft de homófoba debido a la inclusión de la palabra “lesbo” en una versión adaptada del Scrabble para la consola Nintendo DS, por eso, el hecho de que la mayoría de las críticas de La Extraña que Hay en Ti hayan coincido en definir la película como una apología parafascista de la venganza no me ha extrañado lo más mínimo, hasta el punto de que el unánime veredicto sólo ha servido para estimular mi interés por el film, que de otra jamás habría ido a ver. Entiéndanme bien, no se trata de que un servidor tenga filiaciones políticas inconfensables, sino que muchos de los títulos que a lo largo de los años han sido tachados, con razón o no, de reaccionarios ocupan lugares honorables en la historia del séptimo arte, desde El Nacimiento de Una Nación, Olympia o Centauros del Desierto hasta las más recientes El Club de la Lucha o 300. La última película de Neil Jordan no figura entre este selecto club, pero no porque carezca de un buen sustrato de conservadurismo modalidad ojo por ojo diente por diente, sino porque a pesar de la buena dirección del realizador irlandés, La Extraña que Hay en Ti produce un sopor de tal magnitud que hasta este cronista, víctima desde hace años de un insomnio galopante, cayó rendido durante un par de minutos en los cálidos brazos de Morfeo.
De ahí que una vez concluida la sesión no pudiera dejar de tomarme como una afrenta a mi memoria de cinéfilo esas comparaciones que muchos se han sacado de la manga entre el film que nos ocupa y las viejas películas de vigilantes interpretadas durante los setenta y los ochenta, y principios de los noventa por gente tan variopinta como Charles Bronson, Burt Reynolds, Dolph Lundgren o Steven Seagal. Y es que, sin lugar a dudas, estas películas resultaban muchísimo más auténticas, además de divertidas, por su asunción desvergonzada de la ley del Talión. La Extraña que Hay en Ti, en cambio, se queda en tierra de nadie debido a que su tono políticamente incorrecto realmente no lo es tanto, como prueban algunas de sus coartadas morales más evidentes. Una de ellas nos la da el hecho de que el vengador de turno sea una mujer, lo cual siempre queda muy moderno por eso de la paridad, la otra , queda patente cuando el personaje interpretado por Jodie Foster se muestra dubitativo e incluso atormentado en relación a su labor justiciera, lo cual la sitúa un paso por delante de los héroes antes mencionados en cuanto a humanidad, muy cerca del William Munny de Sin Perdón.
Cierto es que el desenlace sí sorprende por el desparpajo casi insultante con el que afronta la, efectivamente, filofascista culminación de la venganza, pero ni aún guardándose en la manga este disparo a bocajarro sobre la conciencia del espectador (suponiendo que existan espectadores con conciencia), consigue este sucedáneo de Yo Soy la Justicia escocer lo más mínimo por culpa de un guión que, de tan rutinario, inverosímil y aburrido convierte en una noria de sensaciones el Last Days de Gus Van Sant. Este último detalle es mucho más importante para mí, a la hora de juzgar la película, que cualquier opción ideológica que esta tome (al fin y al cabo, se supone que estamos en una democracia y que hablamos de cine, ¿no?), lo triste, lo lamentable, lo que hace que se me pase por la cabeza la idea de tomarme yo también la justicia por mi mano, es que nadie lo haya reseñado. Ni los justicieros ni los críticos son ya lo que eran.