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Juan María Leiva

Las figuras estaban en la grada

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La tremenda decepción que los aficionados al baloncesto, y al deporte en general, nos hemos llevado con el Eurobasket sirve para hacer examen de conciencia de cómo ha transcurrido el torneo. Un campeonato en el que desde el principio nuestra selección tomó un verdadero papel de favorito, no como en otras ocasiones en las que ese favoritismo era mera ilusión. Hasta tal punto que no tenemos sino un sabor amargo por una medalla de plata que en otros deportes nos sabría a gloria.

En el plano deportivo hay poco que objetar. Los jugadores sí pudieron pecar de confianza en algunos momentos, pero si las cosas no salieron al final no fue por este motivo. ‘Pepu’ también pudo cometer el error de sobreexplotar la figura de Pau, algo que si lo pensamos fríamente es totalmente normal. ¿Quién no daría la máxima responsabilidad a su superestrella?

En cuanto al espectáculo que en general han dado las diferentes selecciones, el torneo ha deparado grandes encuentros y tremenda emoción. Casi todos los combinados han venido a España con sus grandes figuras y en la mayoría de los casos estas han ofrecido compromiso con la cita, exceptuando a Serbia, algo que ya no sorprende a nadie…

Pero esta vez la gran crítica va hacia una organización que se ha dejado llevar por sus compromisos, y no por organizar un ‘Eurobasket para el pueblo’. El día de la final la grada estaba repleta de personalidades, tanto que pareció vergonzante. Con la inestimable ayuda de la televisión encargada de la señal, una a una fueron apareciendo todas ‘las caras bonitas’ que había, muchas veces eclipsando al propio partido.

Eso se notó a la hora de analizar un factor ambiental que brilló por su nulidad. Los partidos en Sevilla de la primera fase fueron más calientes que la propia final. Algo que se dieron cuenta hasta los propios jugadores que intentaban alentar a una afición que no es que no apoyase, sino que no estaba, al menos en el número que debería.

Todas estas reflexiones no valen para nada y seguro que nadie hará examen de conciencia. Al revés, cuando se pierde lo que era perfecto ya no lo es, y empiezan a aflorar los defectos que estaban escondidos. Ya se habla de problemas entre Pepu y la federación. Así se empieza y se acaba como los del fútbol…

Las figuras estaban en la grada

Juan María Leiva
Juan María Leiva
miércoles, 19 de septiembre de 2007, 21:52 h (CET)
La tremenda decepción que los aficionados al baloncesto, y al deporte en general, nos hemos llevado con el Eurobasket sirve para hacer examen de conciencia de cómo ha transcurrido el torneo. Un campeonato en el que desde el principio nuestra selección tomó un verdadero papel de favorito, no como en otras ocasiones en las que ese favoritismo era mera ilusión. Hasta tal punto que no tenemos sino un sabor amargo por una medalla de plata que en otros deportes nos sabría a gloria.

En el plano deportivo hay poco que objetar. Los jugadores sí pudieron pecar de confianza en algunos momentos, pero si las cosas no salieron al final no fue por este motivo. ‘Pepu’ también pudo cometer el error de sobreexplotar la figura de Pau, algo que si lo pensamos fríamente es totalmente normal. ¿Quién no daría la máxima responsabilidad a su superestrella?

En cuanto al espectáculo que en general han dado las diferentes selecciones, el torneo ha deparado grandes encuentros y tremenda emoción. Casi todos los combinados han venido a España con sus grandes figuras y en la mayoría de los casos estas han ofrecido compromiso con la cita, exceptuando a Serbia, algo que ya no sorprende a nadie…

Pero esta vez la gran crítica va hacia una organización que se ha dejado llevar por sus compromisos, y no por organizar un ‘Eurobasket para el pueblo’. El día de la final la grada estaba repleta de personalidades, tanto que pareció vergonzante. Con la inestimable ayuda de la televisión encargada de la señal, una a una fueron apareciendo todas ‘las caras bonitas’ que había, muchas veces eclipsando al propio partido.

Eso se notó a la hora de analizar un factor ambiental que brilló por su nulidad. Los partidos en Sevilla de la primera fase fueron más calientes que la propia final. Algo que se dieron cuenta hasta los propios jugadores que intentaban alentar a una afición que no es que no apoyase, sino que no estaba, al menos en el número que debería.

Todas estas reflexiones no valen para nada y seguro que nadie hará examen de conciencia. Al revés, cuando se pierde lo que era perfecto ya no lo es, y empiezan a aflorar los defectos que estaban escondidos. Ya se habla de problemas entre Pepu y la federación. Así se empieza y se acaba como los del fútbol…

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