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Etiquetas | El arte de la guerra
Santi Benítez

Puedes dejar de creerlo, pero...

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Philip K. Dick dijo que la realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ello, no desaparece. El maestro de la ciencia ficción escribió varias perlas como esta, incluso mejores, pero digamos que esta es, con mucho, la que más se acerca a definir la estupidez humana y como los Estados son capaces de aprovecharse de ello. Me explico, el ser humano tiende, en la mayoría de los casos, a dejar de creer en muchas cosas, puede que porque en estos tiempos que nos ha tocado vivir, y Philip K. Dick imaginó con mucho acierto, la información se produce y nos llega a una velocidad pasmosa que no permite retener demasiado, y cuando pasa pues queda atrás sin remedio. Sin embargo sigue ahí, ha ocurrido, ha pasado, y dejar de creer en ellas no significa que desaparezcan, que dejen de haber sido, que sean y que sigan siendo. Permítanme poner un ejemplo, el huracán Katrina pasó por la Luisiana el 29 de agosto de 2005. A su paso dejó 1.422 muertes, aunque esto es matizable, en realidad el huracán mató de forma directa a 1.033 personas, el resto murió por falta de atención médica, falta de abrigo e incluso de comida. Esto es lo importante, la cantidad de vidas que se perdieron. Pero si se entra en cualquier página web que hable sobre ese huracán lo primero que remachan es que provocó daños materiales por 75 mil millones de dólares... digo yo que mucho le importará a esas 1.422 personas y a sus familiares la cantidad de millones que se llevó por delante el Katrina.

Ha habido otras muchas ocasiones, pero el Katrina fue la que más claro demostró al mundo qué significa en realidad el sistema neoliberal. Podemos dejar de creer en ello, pero desde luego no va a desaparecer. Es difícil hacer desaparecer 1.422 muertes, 389 por pura desidia en el Superdome y el Centro de Convenciones, por no hablar de 145.613 "refugiados"... oficiales, porque hay quien habla de un total de millón y medio de personas desplazadas – Otra cosa que no entiendo es cómo se puede ser “refugiado” en el país propio, habrá que preguntárselo a los supervivientes del Katrina–. Millón y medio de personas que jamás volverán a su casa, no porque no puedan, sino porque no quieren volver a Nueva Orleans ni a la Luisiana, en donde antes del huracán han vivido en la más absoluta pobreza, en donde fueron dejados a su suerte por su gobierno, o desgobierno. Todo ello en el país "más rico" del mundo. No me voy a poner a analizarlo, porque pa'qué. Es mejor dejárselo a tanto paleto neoliberal que busca justificación a esas muertes y a los desplazamientos brutales en las enseñanzas de un tipo que llegó a decir que la economía planificada iba en contra de la libertad individual y llevaba a regímenes totalitarios... lo que no explican es como es posible que en esas "economías planificadas" no ocurran barbaridades como las que se vivieron en el Superdome.

Sean Penn declaró que cuando llegó allí y se fue acercando a pie al Superdome, al ver lo que le rodeaba, llegó a pensar que estaba en medio de cualquier desastre humanitario de los que se veían en África a través de las noticias de la CNN. Con una diferencia notable, Uganda o Etiopía no tiene los recursos humanos o materiales con los que, se supone, cuenta Estados Unidos. Tampoco entendió como la policía impedía a los supervivientes coger comida, agua, ropa o zapatos de los negocios inundados. Bueno, no lo entendió él, ni nadie con dos dedos de frente. Cuando la policía está obligada a defender la propiedad privada en vez de velar por la vida de las personas en medio de un desastre, algo huele a podrido a orillas del Potomac. En la página web de un senador estadounidense vinculado con el KKK se “denunciaba” como dos policías negros “robaban” zapatos con un carrito de supermercado de un negocio anegado cercano al Centro de Convenciones – al ver esta página web catalogué el tema dentro de esas ocasiones en las que me avergüenzo de pertenecer a la raza humana... de nuevo–.

Las causas de esa falta de capacidad para afrontar un desastre de esa magnitud, no sólo por parte de los diferentes gobierno municipales, sino también de los estatales y, por último, del gobierno federal no es achacable a la lentitud de una respuesta que debería haber sido inmediata. Es achacable a una desidia incomprensible hacia ciertos estratos de población y a la falta de unos fondos que en el sistema neoliberal no se gastan en el bienestar de la población y la previsión social. Repito, se puede dejar de creer en ello, pero eso no hará que desaparezca.

Es difícil, por no decir increíble, que 300 millones de habitantes puedan vivir de semejante forma sin hacer absolutamente nada por cambiar un sistema que los aboca a no tener futuro, un sistema en el que viven inmersos, no sólo ellos, sino también sus hijos y, con seguridad, vivirán sus nietos. Por mucho menos que esto se han hecho revoluciones que han asolado países y derruido gobiernos.

Hace poco leía un artículo del amigo Enric Casanova en el que se hablaba de lo que es la República desde el punto de vista de un republicano convencido, no sólo como forma de gobierno, sino como trasfondo ético de lo que debería ser un gobierno de verdad. No dudo que la República sea el mejor sistema de gobierno que puedo imaginar, o que el mejor sistema político, el más humano, es la democracia. Sin embargo, dentro de ello, no puedo imaginar ningún sistema económico peor, más inhumano, asqueroso y terrorífico que el neoliberal. Y si tengo que elegir entre lo que tengo, la imperfecta monarquía parlamentaria y limitada democracia de la que disfruto, así como el sistema económico en el que vivo – planificado y protector para los ciudadanos–, y la que tienen otros por esos mundos de dios, Estados Unidos por ejemplo... virgencita, que me quede como estoy.

Podemos dejar de creerlo, pero no por ello va a desaparecer, porque es real.

Suena de fondo “Revolution”, de The Beatles.

Buenas noches, y buena suerte...

Puedes dejar de creerlo, pero...

Santi Benítez
Santi Benítez
miércoles, 19 de septiembre de 2007, 21:49 h (CET)
Philip K. Dick dijo que la realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ello, no desaparece. El maestro de la ciencia ficción escribió varias perlas como esta, incluso mejores, pero digamos que esta es, con mucho, la que más se acerca a definir la estupidez humana y como los Estados son capaces de aprovecharse de ello. Me explico, el ser humano tiende, en la mayoría de los casos, a dejar de creer en muchas cosas, puede que porque en estos tiempos que nos ha tocado vivir, y Philip K. Dick imaginó con mucho acierto, la información se produce y nos llega a una velocidad pasmosa que no permite retener demasiado, y cuando pasa pues queda atrás sin remedio. Sin embargo sigue ahí, ha ocurrido, ha pasado, y dejar de creer en ellas no significa que desaparezcan, que dejen de haber sido, que sean y que sigan siendo. Permítanme poner un ejemplo, el huracán Katrina pasó por la Luisiana el 29 de agosto de 2005. A su paso dejó 1.422 muertes, aunque esto es matizable, en realidad el huracán mató de forma directa a 1.033 personas, el resto murió por falta de atención médica, falta de abrigo e incluso de comida. Esto es lo importante, la cantidad de vidas que se perdieron. Pero si se entra en cualquier página web que hable sobre ese huracán lo primero que remachan es que provocó daños materiales por 75 mil millones de dólares... digo yo que mucho le importará a esas 1.422 personas y a sus familiares la cantidad de millones que se llevó por delante el Katrina.

Ha habido otras muchas ocasiones, pero el Katrina fue la que más claro demostró al mundo qué significa en realidad el sistema neoliberal. Podemos dejar de creer en ello, pero desde luego no va a desaparecer. Es difícil hacer desaparecer 1.422 muertes, 389 por pura desidia en el Superdome y el Centro de Convenciones, por no hablar de 145.613 "refugiados"... oficiales, porque hay quien habla de un total de millón y medio de personas desplazadas – Otra cosa que no entiendo es cómo se puede ser “refugiado” en el país propio, habrá que preguntárselo a los supervivientes del Katrina–. Millón y medio de personas que jamás volverán a su casa, no porque no puedan, sino porque no quieren volver a Nueva Orleans ni a la Luisiana, en donde antes del huracán han vivido en la más absoluta pobreza, en donde fueron dejados a su suerte por su gobierno, o desgobierno. Todo ello en el país "más rico" del mundo. No me voy a poner a analizarlo, porque pa'qué. Es mejor dejárselo a tanto paleto neoliberal que busca justificación a esas muertes y a los desplazamientos brutales en las enseñanzas de un tipo que llegó a decir que la economía planificada iba en contra de la libertad individual y llevaba a regímenes totalitarios... lo que no explican es como es posible que en esas "economías planificadas" no ocurran barbaridades como las que se vivieron en el Superdome.

Sean Penn declaró que cuando llegó allí y se fue acercando a pie al Superdome, al ver lo que le rodeaba, llegó a pensar que estaba en medio de cualquier desastre humanitario de los que se veían en África a través de las noticias de la CNN. Con una diferencia notable, Uganda o Etiopía no tiene los recursos humanos o materiales con los que, se supone, cuenta Estados Unidos. Tampoco entendió como la policía impedía a los supervivientes coger comida, agua, ropa o zapatos de los negocios inundados. Bueno, no lo entendió él, ni nadie con dos dedos de frente. Cuando la policía está obligada a defender la propiedad privada en vez de velar por la vida de las personas en medio de un desastre, algo huele a podrido a orillas del Potomac. En la página web de un senador estadounidense vinculado con el KKK se “denunciaba” como dos policías negros “robaban” zapatos con un carrito de supermercado de un negocio anegado cercano al Centro de Convenciones – al ver esta página web catalogué el tema dentro de esas ocasiones en las que me avergüenzo de pertenecer a la raza humana... de nuevo–.

Las causas de esa falta de capacidad para afrontar un desastre de esa magnitud, no sólo por parte de los diferentes gobierno municipales, sino también de los estatales y, por último, del gobierno federal no es achacable a la lentitud de una respuesta que debería haber sido inmediata. Es achacable a una desidia incomprensible hacia ciertos estratos de población y a la falta de unos fondos que en el sistema neoliberal no se gastan en el bienestar de la población y la previsión social. Repito, se puede dejar de creer en ello, pero eso no hará que desaparezca.

Es difícil, por no decir increíble, que 300 millones de habitantes puedan vivir de semejante forma sin hacer absolutamente nada por cambiar un sistema que los aboca a no tener futuro, un sistema en el que viven inmersos, no sólo ellos, sino también sus hijos y, con seguridad, vivirán sus nietos. Por mucho menos que esto se han hecho revoluciones que han asolado países y derruido gobiernos.

Hace poco leía un artículo del amigo Enric Casanova en el que se hablaba de lo que es la República desde el punto de vista de un republicano convencido, no sólo como forma de gobierno, sino como trasfondo ético de lo que debería ser un gobierno de verdad. No dudo que la República sea el mejor sistema de gobierno que puedo imaginar, o que el mejor sistema político, el más humano, es la democracia. Sin embargo, dentro de ello, no puedo imaginar ningún sistema económico peor, más inhumano, asqueroso y terrorífico que el neoliberal. Y si tengo que elegir entre lo que tengo, la imperfecta monarquía parlamentaria y limitada democracia de la que disfruto, así como el sistema económico en el que vivo – planificado y protector para los ciudadanos–, y la que tienen otros por esos mundos de dios, Estados Unidos por ejemplo... virgencita, que me quede como estoy.

Podemos dejar de creerlo, pero no por ello va a desaparecer, porque es real.

Suena de fondo “Revolution”, de The Beatles.

Buenas noches, y buena suerte...

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