Cuando comencé mi periplo universitario, allá en los años 80, se estilaba mucho eso de que estudiantes de muchas partes del mundo aparecieran por los ateneos como por arte de ensalmo. Tenía su gracia porque a mitad de curso aparecía alguien que no hablaba ni palabra de español, o lo hablaba peor que un niño de tres años, y se les reconocía porque se les veía en la cafetería luchando a brazo partido para hacerse entender por quien atendiera el chiringuito. También tenía su encanto, es decir, encontrarse con gente de otras partes del mundo en tu universidad pues como que daba así como un aire de cosmopolitismo del que, es evidente, carecía completamente la universidad de aquella época. Recuerdo que en la facultad de Geografía e Historia - en aquella época iban juntas las dos disciplinas, creo que hoy día no-, aparecieron dos estudiantes estadounidenses, una rubia bastante alta y de peso considerable, y la otra morena, bajita y risueña. Las dos estudiaban historia medieval, o por lo menos decían que a eso habían venido a nuestra egregia universidad. La cuestión es que un amigo, profesor de inglés, conocido como Antoine, y un compañero llamado Roberto McArthy se empeñaron en hablar con ellas, y me arrastraron con ellos hasta su mesa. En un momento determinado de la conversación, en la que, entre otras cosas, nos enteramos de que la inmensa mayoría de los estadounidenses tienen religión (no me pregunten como salió el tema), y con el estupor correspondiente, nos dimos cuenta de que aquellas dos... estudiantes estaban convencidas de asistir a clases en alguna universidad sudamericana. Es más, cuando Antoine, al que le rodaban las lágrimas por la cara del ataque de risa - a mi se me tuvo que quedar una cara de estupor tremebunda porque la morena chiquitita no dejaba de mirarme-, les explicó que Canarias estaba en la costa de África, la rubia, con una cara de cabreo impresionante, replicó que si aquello era África ¿¡Dónde están los leones y las jirafas, listo!?
Quitando que todavía cuando me encuentro con alguno de aquellos dos locos seguimos discutiendo cómo es posible que alguien se pase varias horas subido en un avión, sin saber en realidad a dónde demonios va, lo cierto es que quiero creer que esta anécdota no es generalizable al total de la población estadounidense. Sin embargo, cuando leo cosas como las dichas por Michael Moore sobre que más del 80% de la población de su país no tenía ni la más repajolera idea de donde estaba Iraq cuando lo invadieron... que quieren que les diga, me surgen sospechas. Ya lo dijo Andrés Oppenheimer; "Lo único bueno de las guerras es que ayudan a que los estadounidenses aprendan algo de geografía".
De lo que no hay ninguna duda es que los estadounidenses tienen una visión del mundo cuando menos curiosa. Lo plasman en el interior de su propio país, y de cara afuera, claro. Yo diría que uno de los ejemplos más cercanos y claros que se puede encontrar, de cara a fuera, es el intento de tratado ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), cuyo fondo es dotar a Estados Unidos de un área de libre comercio con los demás países de su entorno, pero no de los demás con Estados Unidos, que protege su mercado llevándole la contraria a las directrices neoliberales que tanto predican... para los demás. Y de cara a dentro, pues yo diría sin temor a equivocarme que lo de llamarse a si mismos la tierra de la libertad... libertad para que una media de 18.000 personas mueran anualmente por falta de atención médica, libertad para que más de 40 millones de personas carezcan de seguro social de cualquier tipo, incluyendo el médico, libertad para tener un nivel de analfabetismo penoso, libertad para que obliguen a tus hijos a estudiar cosas como el creacionismo en las escuelas, libertad para vivir en la calle durante tres generaciones seguidas - abuelo, padre e hijo- y, por supuesto, libertad para comprar un arma, asesinar con ella a alguien y que te condenen a muerte por usarla. Mucha libertad.
Es posible que aquí, en Europa, suframos de economías planificadas y protectoras, de educación pública que funciona mal, de sanidad pública y seguridad social, de seguros de desempleo, matrimonio entre personas del mismo sexo, legalización de drogas blandas, que esté restringido el derecho a portar armas a las fuerzas de seguridad del Estado, que no tengamos pena de muerte o que en las escuelas se les enseñe a los niños la teoría de la Evolución... pero, por mucho que me tiente, no cambio mi penosa y pequeñísima libertad por la que, seguro, sigue "disfrutando" aquella chica alta, rubia, de peso considerable, ah, y metodista, que no se me olvide. Eso sí, estoy pensando en reclamar esos leones y jirafas, aunque alguien termine respondiéndome lo mismo que mi amigo Roberto respondió a la rubia en aquella ocasión...
"Puedes verlos en el zoo"
Suena de fondo "American Dream", de Bad Religion
Buenas noches, y buena suerte...