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“Son injustas aquellas acciones que se refieren al derecho de otros hombres cuyos principios no soportan ser publicados”. I. Kant.

Huidas imposibles

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La cita de Kant no tiene desperdicio, por sí sola constituye un fiel indicador de las actuaciones degradantes de todos los tiempos. Variaron los métodos, con estilos parejos, orientados al ocultamiento y de consecuencias empeoradas a través de las tecnologías imperantes. Entre los ESTILOS depravados lucen los métodos renovados para mantenernos a gran parte de la población expulsados de los pequeños paraísos disponibles. Está clara la idea, pero la permisividad es la regla adoptada, en una nefasta tolerancia de lo impresentable. Sin esa dejadez ciudadana, lo tendrían mucho peor los embaucadores, aunque la sofisticación de las tramas les confiere un potencial inusitado.

La rutina es enemiga de la reflexión, no propicia la investigación de las conductas improcedentes; nos convierte en cómplices de los despropósitos ocasionados. Veamos algunas de tales repercusiones sobre los NIÑOS. Saturados de actividades extraescolares y deberes, sus horas de trabajo superan cualquier estatuto laboral; parecía notoria la importancia de los juegos para su formación. ¿Sin tiempo disponible? Las cosas empeoran en los ambientes menesterosos, abandonos, escasez de alimentos, trabajos impropios, abusos… ¿Cuáles son los principios subyacentes, permisivos o causantes directos? ¿Interesa hacerlos públicos? ¿No hay escapatoria? Los hechos, parecen confirmar el no.

La asimilación de los lazos interpersonales aboca a una tarea inacabada de enormes repercusiones, necesitada de cuidados básicos. Un ejemplo lo encontramos en los ámbitos FAMILIARES, de lazos indiscutibles, versiones discrepantes, crispación e incluso crueldades. El cruce de las actitudes personales con las determinaciones del grupo y de la sociedad, genera tensiones, incrementadas por los desplantes legislativos y trabas burocráticas, orientadas a otros fines insolidarios. En una concentración oculta de ordenamientos a favor de unos pocos ensamblados con el poder. Gentes y familias quedan minusvaloradas frente a las maquinaciones abusivas de verdaderos truhanes.

Ahora que tanto hablamos de la transparencia, olvidamos las limitaciones de nuestra capacidad de percepción. Somos incapaces de abarcar todos los fenómenos expresivos. Sólo detectamos una pequeña parte de los mismos. Lo cual aprovechan enseguida los desaprensivos, son diligentes. Urden técnicas de CAMUFLAJE, basadas precisamente en la abundancia de datos e imágenes, que saturan al ciudadano descuidado. Cuando todo está a la vista, no sabe uno a que atenerse. Distraídos a tope, delegamos las decisiones de manera estúpida. Así, otros deciden a su conveniencia, desdeñan a los distraídos del lugar y perfeccionan cada día sus estrategias con toda desfachatez.

A nivel de las relaciones, sobre todo las públicas, la práctica nos ha conducido a unos extremos muy preocupantes. Entre tanto, habitamos en el reino de la SOSPECHA, con el desasosiego permanente. La abundancia de sensaciones no contribuyó a la serenidad; favoreció los recorridos angustiosos, sin asideros consistentes. Dilapidamos la confianza, perdida entre las numerosas actuaciones inconvenientes; cuando los hábitos de conducta no le son propicios, el terreno circunscrito a las intenciones nos queda muy alejado. Con el incremento de las actuaciones frívolas, sin duda hemos contribuido, con pocas excepciones, a ese mundo infeliz plagado de desconfianzas. Se nos va de las manos, ni tan siquiera logramos un mínimo equilibrio.

El lenguaje de los derechos nos atrapa. Por ser formas expresivas de comunicación por excelencia. Pero también por complacencia, cuando hablamos de tener derechos. Pese al trato de asuntos teóricamente favorables, descubrimos que somos pendencieros, quizá sin remisión; no logramos acuerdos, ni con respecto a los derechos elementales. Contemplamos unos Derechos Humanos DEVALUADOS, aún en las áreas sociales de mayor desarrollo. El consenso no cuaja y las discrepancias encrespan los ánimos. Los intereses suplen a las razones. El elemental derecho a la vida, la expresión sin trabas, la libre circulación o los restantes, están traspapelados en la gestión moderna; la palabrería ocupa las antenas, pero no preocupa a las mentes.

Para el ciudadano sencillo, entusiasta por raíces imprecisas, el encuentro con las obras maestras, además de ejemplificador, le aporta llaves mágicas para la apertura de mejores horizontes. El arte enlaza vibraciones esenciales con la novedad de las presentaciones. Sin embargo, lejos de aproximarnos a su meollo, acumulamos a su alrededor gran cantidad de hojarasca, que podríamos englobar como VELEIDADES artísticas, encubridoras del arte auténtico. Incluyen la utilización política sectaria en los eventos subvencionados, silenciamientos injustificados, equiparación de los dispendios crematísticos con el arte, la reducción del sentido a la simple llamada de atención. Muchas desviaciones surgen. ¿Cómo librarnos del lastre?

Algo sucede con la pretensión de ser justos, sobre todo si tratamos de que la administración de justicia merezca tal titulación. Las múltiples PERSPECTIVAS apabullan a cualquier dictamen justiciero; los sectarismos y las ramificaciones del poder, complican todavía más el panorama. La justicia aplicada a destiempo, en la medida del mayor distanciamiento con el momento valorado, pierde progresivamente su entidad; llega a ser una injusticia rampante. ¿Qué alcanza en realidad? Pensemos también, siguiendo a Simone Weil, que precisamos del amor en el trato de estas circunstancias, dado que no captamos todos los ángulos ni en el momento oportuno; sin dicha aportación, el objetivo es inalcanzable.

En tiempos de complejidad, jugamos en contra casi siempre, nos acercamos a los diferentes aspectos de la vida sólo con visiones parciales. Más cómodas, eso sí; pero, con tales mañas, no acabaremos nunca de sintonizar con el conjunto. Fragmentamos el conocimiento hasta lo irreconocible. Funcionamos a base de CÍRCULOS CONCÉNTRICOS. A lo sumo recorremos cada círculo por separado, pero sin el establecimiento de conexiones entre ellos. Practicamos en el círculo de la política, sin conexión con el del ciudadano, tampoco con el de la verdadera Ética, la justicia, ni tantos otros. Es un aislamiento suicida, la conexión de las partes es un hecho. Los compartimentos caprichosos no conducen a nada bueno. ¡Así nos va!

Enfrascados en estas actitudes, acostumbrados a ellas, vivimos percances de manera reiterada, sin visos de ningún arreglo inminente. Lo detectamos a diario con las víctimas provocadas por las oleadas de EMIGRANTES. Damos vueltas a sus diferentes circunstancias, penurias en sus tierras natales, mafias en los traslados, asistencia en alta mar, centros de acogida, repatriación, múltiples trabas para su aceptación plena; cada una de ellas vista como problema independiente. Mientras, los países pudientes miran hacia otro lado.

Huidas imposibles

“Son injustas aquellas acciones que se refieren al derecho de otros hombres cuyos principios no soportan ser publicados”. I. Kant.
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 7 de mayo de 2015, 22:22 h (CET)
La cita de Kant no tiene desperdicio, por sí sola constituye un fiel indicador de las actuaciones degradantes de todos los tiempos. Variaron los métodos, con estilos parejos, orientados al ocultamiento y de consecuencias empeoradas a través de las tecnologías imperantes. Entre los ESTILOS depravados lucen los métodos renovados para mantenernos a gran parte de la población expulsados de los pequeños paraísos disponibles. Está clara la idea, pero la permisividad es la regla adoptada, en una nefasta tolerancia de lo impresentable. Sin esa dejadez ciudadana, lo tendrían mucho peor los embaucadores, aunque la sofisticación de las tramas les confiere un potencial inusitado.

La rutina es enemiga de la reflexión, no propicia la investigación de las conductas improcedentes; nos convierte en cómplices de los despropósitos ocasionados. Veamos algunas de tales repercusiones sobre los NIÑOS. Saturados de actividades extraescolares y deberes, sus horas de trabajo superan cualquier estatuto laboral; parecía notoria la importancia de los juegos para su formación. ¿Sin tiempo disponible? Las cosas empeoran en los ambientes menesterosos, abandonos, escasez de alimentos, trabajos impropios, abusos… ¿Cuáles son los principios subyacentes, permisivos o causantes directos? ¿Interesa hacerlos públicos? ¿No hay escapatoria? Los hechos, parecen confirmar el no.

La asimilación de los lazos interpersonales aboca a una tarea inacabada de enormes repercusiones, necesitada de cuidados básicos. Un ejemplo lo encontramos en los ámbitos FAMILIARES, de lazos indiscutibles, versiones discrepantes, crispación e incluso crueldades. El cruce de las actitudes personales con las determinaciones del grupo y de la sociedad, genera tensiones, incrementadas por los desplantes legislativos y trabas burocráticas, orientadas a otros fines insolidarios. En una concentración oculta de ordenamientos a favor de unos pocos ensamblados con el poder. Gentes y familias quedan minusvaloradas frente a las maquinaciones abusivas de verdaderos truhanes.

Ahora que tanto hablamos de la transparencia, olvidamos las limitaciones de nuestra capacidad de percepción. Somos incapaces de abarcar todos los fenómenos expresivos. Sólo detectamos una pequeña parte de los mismos. Lo cual aprovechan enseguida los desaprensivos, son diligentes. Urden técnicas de CAMUFLAJE, basadas precisamente en la abundancia de datos e imágenes, que saturan al ciudadano descuidado. Cuando todo está a la vista, no sabe uno a que atenerse. Distraídos a tope, delegamos las decisiones de manera estúpida. Así, otros deciden a su conveniencia, desdeñan a los distraídos del lugar y perfeccionan cada día sus estrategias con toda desfachatez.

A nivel de las relaciones, sobre todo las públicas, la práctica nos ha conducido a unos extremos muy preocupantes. Entre tanto, habitamos en el reino de la SOSPECHA, con el desasosiego permanente. La abundancia de sensaciones no contribuyó a la serenidad; favoreció los recorridos angustiosos, sin asideros consistentes. Dilapidamos la confianza, perdida entre las numerosas actuaciones inconvenientes; cuando los hábitos de conducta no le son propicios, el terreno circunscrito a las intenciones nos queda muy alejado. Con el incremento de las actuaciones frívolas, sin duda hemos contribuido, con pocas excepciones, a ese mundo infeliz plagado de desconfianzas. Se nos va de las manos, ni tan siquiera logramos un mínimo equilibrio.

El lenguaje de los derechos nos atrapa. Por ser formas expresivas de comunicación por excelencia. Pero también por complacencia, cuando hablamos de tener derechos. Pese al trato de asuntos teóricamente favorables, descubrimos que somos pendencieros, quizá sin remisión; no logramos acuerdos, ni con respecto a los derechos elementales. Contemplamos unos Derechos Humanos DEVALUADOS, aún en las áreas sociales de mayor desarrollo. El consenso no cuaja y las discrepancias encrespan los ánimos. Los intereses suplen a las razones. El elemental derecho a la vida, la expresión sin trabas, la libre circulación o los restantes, están traspapelados en la gestión moderna; la palabrería ocupa las antenas, pero no preocupa a las mentes.

Para el ciudadano sencillo, entusiasta por raíces imprecisas, el encuentro con las obras maestras, además de ejemplificador, le aporta llaves mágicas para la apertura de mejores horizontes. El arte enlaza vibraciones esenciales con la novedad de las presentaciones. Sin embargo, lejos de aproximarnos a su meollo, acumulamos a su alrededor gran cantidad de hojarasca, que podríamos englobar como VELEIDADES artísticas, encubridoras del arte auténtico. Incluyen la utilización política sectaria en los eventos subvencionados, silenciamientos injustificados, equiparación de los dispendios crematísticos con el arte, la reducción del sentido a la simple llamada de atención. Muchas desviaciones surgen. ¿Cómo librarnos del lastre?

Algo sucede con la pretensión de ser justos, sobre todo si tratamos de que la administración de justicia merezca tal titulación. Las múltiples PERSPECTIVAS apabullan a cualquier dictamen justiciero; los sectarismos y las ramificaciones del poder, complican todavía más el panorama. La justicia aplicada a destiempo, en la medida del mayor distanciamiento con el momento valorado, pierde progresivamente su entidad; llega a ser una injusticia rampante. ¿Qué alcanza en realidad? Pensemos también, siguiendo a Simone Weil, que precisamos del amor en el trato de estas circunstancias, dado que no captamos todos los ángulos ni en el momento oportuno; sin dicha aportación, el objetivo es inalcanzable.

En tiempos de complejidad, jugamos en contra casi siempre, nos acercamos a los diferentes aspectos de la vida sólo con visiones parciales. Más cómodas, eso sí; pero, con tales mañas, no acabaremos nunca de sintonizar con el conjunto. Fragmentamos el conocimiento hasta lo irreconocible. Funcionamos a base de CÍRCULOS CONCÉNTRICOS. A lo sumo recorremos cada círculo por separado, pero sin el establecimiento de conexiones entre ellos. Practicamos en el círculo de la política, sin conexión con el del ciudadano, tampoco con el de la verdadera Ética, la justicia, ni tantos otros. Es un aislamiento suicida, la conexión de las partes es un hecho. Los compartimentos caprichosos no conducen a nada bueno. ¡Así nos va!

Enfrascados en estas actitudes, acostumbrados a ellas, vivimos percances de manera reiterada, sin visos de ningún arreglo inminente. Lo detectamos a diario con las víctimas provocadas por las oleadas de EMIGRANTES. Damos vueltas a sus diferentes circunstancias, penurias en sus tierras natales, mafias en los traslados, asistencia en alta mar, centros de acogida, repatriación, múltiples trabas para su aceptación plena; cada una de ellas vista como problema independiente. Mientras, los países pudientes miran hacia otro lado.

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