Nos dicen a estas alturas de la película que lo del mundo virtual en internet no es lo que parecía que iba a ser y, sobre todo, lo que decían que estaba siendo. Me refiero, claro, a Second Life (SL). Pero no solo a SL. También nos hemos enterado esta semana, vía oficina británica de la difusión de prensa, que la venta de los diarios británicos no se está viendo perjudicada por sus propias páginas webs.
Por lo visto, SL cuenta con más de ocho millones de usuarios registrados pero apenas un 15% de estos repite visita un número considerable de veces como para ser considerado fiel miembro de la comunidad virtual. Así las cosas, lo que parecía se estaba convirtiendo en un mundo paralelo lo ha dejado de ser de golpe, entre otras cosas, porque no podemos equiparar un planeta con más de seis mil quinientos millones de personas con un programa de ordenador, por muy virtual que sea, que consumen apenas cuarenta mil usuarios al día.
SL seguirá existiendo -no a mi pesar- pero tendrá que transformarse. Las empresas, sustento imprescindible del jueguecito en cuestión, ya se están planteando abandonar el mundo virtual o como mínimo enfocarlo de otra manera. Coca-Cola tiene una media solo de 27 visitas diarias, según publicó Wired recientemente, y ya solo es rentable el negocio del sexo, que como comprenderán al ser virtual deja mucho que desear.
Pero la transformación de algunos contenidos de internet, como puede ser SL, no hacen sino confirmar la consolidación de la red en el mercado de la comunicación, en sentido amplio del término, y reafirmarse en que a medio plazo, por lo menos, internet seguirá siendo el rey, con permiso de la televisión.
Los consumidores del Reino Unido ven en las versiones digitales de los periódicos una fuente complementaria de la versión impresa tradicional, según el estudio que la oficina británica de la difusión de prensa ha hecho público, y que aunque confirma que las versiones digitales de los diarios tienen más visitas, la fidelidad sigue siendo una baza de la prensa de papel. Punto y a parte es el planteamiento de los medios nacidos y desarrollados solo en internet.
Ni la televisión eliminó a la radio de las casas, ni internet dará la puntilla a la prensa tradicional. Lo diarios tendrán que transformarse -igual que le sucede a internet cada día-: ofrecer contenidos diferentes a los copiar y pegar de las agencias de noticias, amplios reportajes y firmas de opinión consolidadas. Y, evidentemente, hablar de internet como algo propio y normal, no como un mundo por descubrir como ocurre en la prensa de hoy. Explotará, en definitiva, los dos grandes puntos débiles que un ordenador y una conexión a internet tienen, al menos de momento, que son la incomodidad de la lectura prolongada delante del monitor y la portabilidad de las herramientas.
La red no tiene freno y solo nos queda saber el circuito por el que correrá los próximos años, quizás meses. El miedo que tenemos, en ocasiones puesto encima de la mesa con palabras tan espeluznantes para el siglo XXI como “censura”, “cierre de webs” o “manipulación”, es en realidad el vértigo que nos entra al comprobar cómo avanza, se transforma y se consolida eso que llamamos internet.