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Percibiendo con esperanza los primero efectos de la recuperación

El neurótico masoquismo de los españoles puede acabar con España

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Si hay algo que se pueda considerar estrambótico en la política española, algo que choque con el más elemental sentido común, un esperpento valleinclanesco que no se puede entender más que en clave de la más estúpida manera del suicidio colectivo de las ideas, del más flagrante contrasentido de unas masas incapaces de discurrir por ellas mismas, arrastradas por la demagogia de quienes entienden que, España, no puede ser una nación libre, próspera, pacífica, trabajadora, bienvista por todos y capaz de proporcionar una vida normal a todos los españoles; sin más que dejándonos que transitemos en paz y sin obstáculos por el camino que nos ha conducido, a través de una de las crisis más duras de nuestra historia como nación, a un punto en el que ya se vislumbran claramente las luces de esperanza, que nos deberían llevar al logro de nuestro objetivo último: un estado en el que todos los ciudadanos encuentren trabajo, con justicia social, posibilidades de ir mejorando nuestro nivel de vida y de conservar la paz y la unidad entre todos los españoles como, con sus obstáculos y algunos retrocesos, hemos conseguido mantener desde que España regresó al sistema democrático y constitucional.

Cuando escuchamos, en este periodo electoral, como los jefes de filas de algunos partidos repiten, una y otra vez, conceptos que nada que tienen ver con la actual realidad de nuestro país; cuando hablan de la situación de “extrema gravedad” o de que “ la contratación es precaria” o que el PP lleva a España al despeñadero; no podemos menos que renegar de quienes siguen empeñados en cubrir su negro pasado, su responsabilidad en que nuestra nación se encuentre en peores condiciones que las deseadas, precisamente por culpa de aquellos socialistas que pensaron que, aprovechándose de la ventajosa situación en la que el señor Aznar dejó a nuestro país, pensaron que podrían desarrollar políticas que los mantendrían indefinidamente en el poder sin que, ni por un instante, se pararan a considerar los efectos de disponer del dinero público para subvencionar programas que no estaban al alcance de nuestro país. Las consecuencias evidenciaron que donde se gasta más de lo que se ingresa el cataclismo está servido.

Hoy hemos tenido noticias verdaderamente alentadoras en cuanto a nuestro desempleo y, todavía más satisfactorias, si nos fijamos en la cantidades de nuevos cotizantes a la Seguridad Social. En efecto, durante el pasado mes de Abril unos 119.000 españoles abandonaron las listas de las oficinas de Empleo y unos 175.000 empezaron a cotizar de nuevo como nuevos empleados. Por primera vez en muchos años se ha vuelto a superar la cifra de los 17.000.000 de trabajadores en activo y se ha llegado a rebajar el número de desempleados que las dos legislaciones del señor Rodríguez Zapatero le legaron al PP cuando, en diciembre del 2011, tomaron en sus manos el gobierno de la nación.

Cuando los partidos de izquierdas ya no pueden negar los evidentes avances de nuestra economía, la situación de nuestra prima de riesgo y las facilidades que España tiene para financiarse a través de las Bolsas pagando unos intereses que comparados con los que se vio obligada a satisfacer durante el gobierno del PSOE, resultan ridículas e incluso, en el medio y corto plazo pudieron llegar a ser negativas; deben recurrir a argumentos lo suficientemente absurdos e inexactos que a muchos se nos caería la cara de vergüenza si tuviéramos que esgrimirlos contra nuestros adversarios políticos.

Cuando escuchamos al señor Pedro Sánchez hablar de “los pobres trabajadores que deben aceptar empleo precario” deberíamos recordarle que, como es fácil colegir, es muy posible que, de ahora en adelante, esto del empleo indefinido, concebido como un seguro de vida garantizado (semejante al caso discutido de los funcionarios), hasta la edad de jubilación; es algo que, ya no hablemos en los EE.UU de América, la nación más poderosa del mundo y la cuna de la democracia, donde el despido está a la orden del día (sin que existan las cortapisas que todavía se conservan en Europa; sino que, como consecuencia de la crisis por la que hemos pasado y las catastróficas consecuencias que, la falta de flexibilidad de las plantillas, ha supuesto para muchas empresas que se han visto obligadas a bajar las persianas al no poder afrontar el peso de las indemnizaciones precisas para ajustar sus nóminas a las necesidades reales de su producción y la disminución de pedidos; de modo que el peso del coste del producto ha resultado ser uno de los obstáculos mayores para competir en un mercado globalizado. Es obvio que, ante semejante experiencia, las empresas optarán por mantener el personal fijo estrictamente preciso para garantizar la calidad de su fabricación y, es muy posible que se acuda a la mecanización, digitalización y robotización de aquellos trabajos que antes ocupaban personal de baja calificación, con lo que conseguirán limitar los efectos de las plantilla exageradas en el coste de sus productos.

Seguramente, y a esto están poco acostumbrados aquellos que, cuando consiguen un empleo se dedican a vegetar, crear problemas y trabajar lo menos posible; en el futuro, el puesto de trabajo se va a tener que defender cada día y, cada vez más, los mejor preparados, los que tengan estudios, los más trabajadores y aquellos a los que no les importe sacrificarse para progresar en su empleo, van a tener ventaja sobre los abúlicos, los que quieren que les envíen el sueldo a casa o los que cogen la baja cada fin de semana para irse a la playa, se van a sentir más marginados y excluidos del grupo de los que consigan triunfar en la vida. Resulta absurdo, inapropiado y extremadamente demagógico, que señores como Pablo Iglesias o Pedro Sánchez, insistan en el victimismo y en prometer salarios para todo el mundo porque, y ellos lo saben perfectamente, esto es materialmente imposible como no sea elevando los impuestos (que acaban pagando las clases medias) o aumentando la producción nacional (PIB) algo que supone que todos arrimen el hombro; algo que es imposible si la economía se estataliza o la actividad privada es sometida a demasiados controles, impuestos o limitaciones en sus facultades decisorias..

Resulta lamentable que, cuando estamos percibiendo con esperanza los primero efectos de la recuperación; el que unos ideólogos, unos advenedizos a la política, como los señores de Podemos o un desmemoriado interesado, como el señor Sánchez del PSOE, con ideas trasnochadas y esgrimiendo políticas fiscales, económicas y sociales, felizmente superadas – basadas en las ideas marxistas o en los planteamientos de Trotski o Bakunín que, con su comunismo y anarquismo, junto al genocida J.Stalin, responsable de la muerte y destierro de 30 millones de rusos; fueron los artífices de la estatización de la economía y la supresión de la iniciativa privada, convirtiendo a los ciudadanos en meros funcionarios al servicio de un gobierno comunista totalitario y corrupto, que llevaron a la Unión Soviética y a los desgraciados países de detrás del Telón de Acero, a la miseria, la opresión, las purgas políticas y a la bancarrota, hasta que en 1989 cayó definitivamente la cortina que ocultaba el engranaje de una economía fracasada y corrupta –; engañando a los ciudadanos y olvidándose de que fueron los gobiernos de izquierdas en España los que agravaron la crisis de las sub-prime americanas, al pretender evitar el desprestigio que su ligereza, falta de rigor y excesivo apego al poder consiguiera apearlos del gobierno de la nación. No pudieron evitar el descalabro y, como consecuencia se marcharon, dejando una herencia envenenada a los que los sucedieron en el gobierno de la nación, los señores del PP.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, denunciamos a quienes, cuando se está a punto, en España, de conseguir los frutos de los sacrificios que el pueblo español ha tenido que asumir para superar la crisis; unos descerebrados, unos ilusos, subvencionados desde paraísos comunistas, con sus ideas revolucionarias y sus propuestas marxistas, pretendan, una vez más, impedir que la sensatez, el sentido común y la lógica permitan, a quienes nos gobiernan, culminar la tarea emprendida. Si algo tenemos que reprocharles en cuanto a algunas promesas electorales incumplidas, tendremos que admitir que en el aspecto económico, laboral y financiero han conseguido sacar a flote a España. No permitamos que todo se eche a perder cuando tenemos al alcance de la mano el regreso a una fase de recuperación. O eso pensamos.

El neurótico masoquismo de los españoles puede acabar con España

Percibiendo con esperanza los primero efectos de la recuperación
Miguel Massanet
martes, 5 de mayo de 2015, 23:56 h (CET)
Si hay algo que se pueda considerar estrambótico en la política española, algo que choque con el más elemental sentido común, un esperpento valleinclanesco que no se puede entender más que en clave de la más estúpida manera del suicidio colectivo de las ideas, del más flagrante contrasentido de unas masas incapaces de discurrir por ellas mismas, arrastradas por la demagogia de quienes entienden que, España, no puede ser una nación libre, próspera, pacífica, trabajadora, bienvista por todos y capaz de proporcionar una vida normal a todos los españoles; sin más que dejándonos que transitemos en paz y sin obstáculos por el camino que nos ha conducido, a través de una de las crisis más duras de nuestra historia como nación, a un punto en el que ya se vislumbran claramente las luces de esperanza, que nos deberían llevar al logro de nuestro objetivo último: un estado en el que todos los ciudadanos encuentren trabajo, con justicia social, posibilidades de ir mejorando nuestro nivel de vida y de conservar la paz y la unidad entre todos los españoles como, con sus obstáculos y algunos retrocesos, hemos conseguido mantener desde que España regresó al sistema democrático y constitucional.

Cuando escuchamos, en este periodo electoral, como los jefes de filas de algunos partidos repiten, una y otra vez, conceptos que nada que tienen ver con la actual realidad de nuestro país; cuando hablan de la situación de “extrema gravedad” o de que “ la contratación es precaria” o que el PP lleva a España al despeñadero; no podemos menos que renegar de quienes siguen empeñados en cubrir su negro pasado, su responsabilidad en que nuestra nación se encuentre en peores condiciones que las deseadas, precisamente por culpa de aquellos socialistas que pensaron que, aprovechándose de la ventajosa situación en la que el señor Aznar dejó a nuestro país, pensaron que podrían desarrollar políticas que los mantendrían indefinidamente en el poder sin que, ni por un instante, se pararan a considerar los efectos de disponer del dinero público para subvencionar programas que no estaban al alcance de nuestro país. Las consecuencias evidenciaron que donde se gasta más de lo que se ingresa el cataclismo está servido.

Hoy hemos tenido noticias verdaderamente alentadoras en cuanto a nuestro desempleo y, todavía más satisfactorias, si nos fijamos en la cantidades de nuevos cotizantes a la Seguridad Social. En efecto, durante el pasado mes de Abril unos 119.000 españoles abandonaron las listas de las oficinas de Empleo y unos 175.000 empezaron a cotizar de nuevo como nuevos empleados. Por primera vez en muchos años se ha vuelto a superar la cifra de los 17.000.000 de trabajadores en activo y se ha llegado a rebajar el número de desempleados que las dos legislaciones del señor Rodríguez Zapatero le legaron al PP cuando, en diciembre del 2011, tomaron en sus manos el gobierno de la nación.

Cuando los partidos de izquierdas ya no pueden negar los evidentes avances de nuestra economía, la situación de nuestra prima de riesgo y las facilidades que España tiene para financiarse a través de las Bolsas pagando unos intereses que comparados con los que se vio obligada a satisfacer durante el gobierno del PSOE, resultan ridículas e incluso, en el medio y corto plazo pudieron llegar a ser negativas; deben recurrir a argumentos lo suficientemente absurdos e inexactos que a muchos se nos caería la cara de vergüenza si tuviéramos que esgrimirlos contra nuestros adversarios políticos.

Cuando escuchamos al señor Pedro Sánchez hablar de “los pobres trabajadores que deben aceptar empleo precario” deberíamos recordarle que, como es fácil colegir, es muy posible que, de ahora en adelante, esto del empleo indefinido, concebido como un seguro de vida garantizado (semejante al caso discutido de los funcionarios), hasta la edad de jubilación; es algo que, ya no hablemos en los EE.UU de América, la nación más poderosa del mundo y la cuna de la democracia, donde el despido está a la orden del día (sin que existan las cortapisas que todavía se conservan en Europa; sino que, como consecuencia de la crisis por la que hemos pasado y las catastróficas consecuencias que, la falta de flexibilidad de las plantillas, ha supuesto para muchas empresas que se han visto obligadas a bajar las persianas al no poder afrontar el peso de las indemnizaciones precisas para ajustar sus nóminas a las necesidades reales de su producción y la disminución de pedidos; de modo que el peso del coste del producto ha resultado ser uno de los obstáculos mayores para competir en un mercado globalizado. Es obvio que, ante semejante experiencia, las empresas optarán por mantener el personal fijo estrictamente preciso para garantizar la calidad de su fabricación y, es muy posible que se acuda a la mecanización, digitalización y robotización de aquellos trabajos que antes ocupaban personal de baja calificación, con lo que conseguirán limitar los efectos de las plantilla exageradas en el coste de sus productos.

Seguramente, y a esto están poco acostumbrados aquellos que, cuando consiguen un empleo se dedican a vegetar, crear problemas y trabajar lo menos posible; en el futuro, el puesto de trabajo se va a tener que defender cada día y, cada vez más, los mejor preparados, los que tengan estudios, los más trabajadores y aquellos a los que no les importe sacrificarse para progresar en su empleo, van a tener ventaja sobre los abúlicos, los que quieren que les envíen el sueldo a casa o los que cogen la baja cada fin de semana para irse a la playa, se van a sentir más marginados y excluidos del grupo de los que consigan triunfar en la vida. Resulta absurdo, inapropiado y extremadamente demagógico, que señores como Pablo Iglesias o Pedro Sánchez, insistan en el victimismo y en prometer salarios para todo el mundo porque, y ellos lo saben perfectamente, esto es materialmente imposible como no sea elevando los impuestos (que acaban pagando las clases medias) o aumentando la producción nacional (PIB) algo que supone que todos arrimen el hombro; algo que es imposible si la economía se estataliza o la actividad privada es sometida a demasiados controles, impuestos o limitaciones en sus facultades decisorias..

Resulta lamentable que, cuando estamos percibiendo con esperanza los primero efectos de la recuperación; el que unos ideólogos, unos advenedizos a la política, como los señores de Podemos o un desmemoriado interesado, como el señor Sánchez del PSOE, con ideas trasnochadas y esgrimiendo políticas fiscales, económicas y sociales, felizmente superadas – basadas en las ideas marxistas o en los planteamientos de Trotski o Bakunín que, con su comunismo y anarquismo, junto al genocida J.Stalin, responsable de la muerte y destierro de 30 millones de rusos; fueron los artífices de la estatización de la economía y la supresión de la iniciativa privada, convirtiendo a los ciudadanos en meros funcionarios al servicio de un gobierno comunista totalitario y corrupto, que llevaron a la Unión Soviética y a los desgraciados países de detrás del Telón de Acero, a la miseria, la opresión, las purgas políticas y a la bancarrota, hasta que en 1989 cayó definitivamente la cortina que ocultaba el engranaje de una economía fracasada y corrupta –; engañando a los ciudadanos y olvidándose de que fueron los gobiernos de izquierdas en España los que agravaron la crisis de las sub-prime americanas, al pretender evitar el desprestigio que su ligereza, falta de rigor y excesivo apego al poder consiguiera apearlos del gobierno de la nación. No pudieron evitar el descalabro y, como consecuencia se marcharon, dejando una herencia envenenada a los que los sucedieron en el gobierno de la nación, los señores del PP.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, denunciamos a quienes, cuando se está a punto, en España, de conseguir los frutos de los sacrificios que el pueblo español ha tenido que asumir para superar la crisis; unos descerebrados, unos ilusos, subvencionados desde paraísos comunistas, con sus ideas revolucionarias y sus propuestas marxistas, pretendan, una vez más, impedir que la sensatez, el sentido común y la lógica permitan, a quienes nos gobiernan, culminar la tarea emprendida. Si algo tenemos que reprocharles en cuanto a algunas promesas electorales incumplidas, tendremos que admitir que en el aspecto económico, laboral y financiero han conseguido sacar a flote a España. No permitamos que todo se eche a perder cuando tenemos al alcance de la mano el regreso a una fase de recuperación. O eso pensamos.

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