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Si a comienzos del siglo XX alguien hubiese dicho que los océanos eran susceptibles de ser esquilmados, se le habría tomado por loco

La vida en el mar se acaba

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La mayoría de los seres humanos no sabemos mucho sobre los habitantes de los océanos, concretamente sobre los peces, sobre su conducta social o su sufrimiento a manos de su mayor depredador, el hombre. Esto tal vez se deba a que el mar no deja de ser para nosotros un medio “extraño”, es decir un medio cuyo acceso nos está limitado. Por otra parte, el que los peces sean mudos contribuye a que nos dé la impresión de que no se quejan, es decir que no sufren.

Sin embargo el ser humano les ocasiona un daño enorme debido a la cría en piscifactorías, a las artes de pesca cada vez más agresivas, a la contaminación de los mares y del medio ambiente y al calentamiento de los océanos. En un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se puede leer que un tercio de todos los caladeros de pesca del mundo están agotados. Lo que se contradice con el hecho de que el consumo de pescado ha aumentado en todo el mundo, alcanzando cifras récord. En el año 2009 cada adulto consumió mundialmente más de 17 kilos de pescado, con una producción anual de 145 millones de toneladas.

Debido a los incontables efectos que provocan la pesca, la contaminación y el calentamiento de los mares, la biodiversidad se ha visto considerablemente afectada, y de forma dramática. Por ejemplo se sabe que 30 especies de tiburones están en peligro de extinción, porque en Asia sus aletas son consideradas como un manjar que se consumen como una delicia. Además también se teme por el futuro de otros animales marinos como las caballas, el bacalao o el atún rojo entre otras especies, cuya población ha disminuido considerablemente.

Si a comienzos del siglo XX alguien hubiese dicho que los océanos eran susceptibles de ser esquilmados, se le habría tomado por loco. Incluso en los años 50, cuando debido a la 2ª guerra mundial la industria pesquera sufrió un parón forzoso, se hablaba aún de reservas ilimitadas, y los océanos se consideraban como una fuente inagotable que solucionaría los problemas de alimentación de una población mundial en crecimiento. Pero en los decenios pasados, la tecnología no solo se desarrolló en tierra firme, sino también en los mares.

Hoy existen flotas pesqueras cada vez más grandes. Los barcos son cada vez más descomunales con motores cada vez más poderosos y tecnología más sofisticada, lo que supone que puedan lanzarse redes gigantescas con las que vaciar los mares. Por ejemplo con la pesca de arrastre no sólo se capturan los animales deseados, sino muchos otros que no se querían pescar, con lo que son devueltos al mar ya muertos o gravemente heridos. El Mar del Norte es prácticamente labrado 3 veces al año, con lo que también las praderas de algas y los corales son dañados irremediablemente, con un perjuicio para la vida marina de difícil cuantificación, ya que tanto los campos de algas como los corales son los jardines de infancia de los alevines de la vida marina. Con esto el futuro que se pronostica para los mares y océanos lamentablemente es poco esperanzador.

La vida en el mar se acaba

Si a comienzos del siglo XX alguien hubiese dicho que los océanos eran susceptibles de ser esquilmados, se le habría tomado por loco
Vida Universal
lunes, 4 de mayo de 2015, 20:29 h (CET)
La mayoría de los seres humanos no sabemos mucho sobre los habitantes de los océanos, concretamente sobre los peces, sobre su conducta social o su sufrimiento a manos de su mayor depredador, el hombre. Esto tal vez se deba a que el mar no deja de ser para nosotros un medio “extraño”, es decir un medio cuyo acceso nos está limitado. Por otra parte, el que los peces sean mudos contribuye a que nos dé la impresión de que no se quejan, es decir que no sufren.

Sin embargo el ser humano les ocasiona un daño enorme debido a la cría en piscifactorías, a las artes de pesca cada vez más agresivas, a la contaminación de los mares y del medio ambiente y al calentamiento de los océanos. En un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se puede leer que un tercio de todos los caladeros de pesca del mundo están agotados. Lo que se contradice con el hecho de que el consumo de pescado ha aumentado en todo el mundo, alcanzando cifras récord. En el año 2009 cada adulto consumió mundialmente más de 17 kilos de pescado, con una producción anual de 145 millones de toneladas.

Debido a los incontables efectos que provocan la pesca, la contaminación y el calentamiento de los mares, la biodiversidad se ha visto considerablemente afectada, y de forma dramática. Por ejemplo se sabe que 30 especies de tiburones están en peligro de extinción, porque en Asia sus aletas son consideradas como un manjar que se consumen como una delicia. Además también se teme por el futuro de otros animales marinos como las caballas, el bacalao o el atún rojo entre otras especies, cuya población ha disminuido considerablemente.

Si a comienzos del siglo XX alguien hubiese dicho que los océanos eran susceptibles de ser esquilmados, se le habría tomado por loco. Incluso en los años 50, cuando debido a la 2ª guerra mundial la industria pesquera sufrió un parón forzoso, se hablaba aún de reservas ilimitadas, y los océanos se consideraban como una fuente inagotable que solucionaría los problemas de alimentación de una población mundial en crecimiento. Pero en los decenios pasados, la tecnología no solo se desarrolló en tierra firme, sino también en los mares.

Hoy existen flotas pesqueras cada vez más grandes. Los barcos son cada vez más descomunales con motores cada vez más poderosos y tecnología más sofisticada, lo que supone que puedan lanzarse redes gigantescas con las que vaciar los mares. Por ejemplo con la pesca de arrastre no sólo se capturan los animales deseados, sino muchos otros que no se querían pescar, con lo que son devueltos al mar ya muertos o gravemente heridos. El Mar del Norte es prácticamente labrado 3 veces al año, con lo que también las praderas de algas y los corales son dañados irremediablemente, con un perjuicio para la vida marina de difícil cuantificación, ya que tanto los campos de algas como los corales son los jardines de infancia de los alevines de la vida marina. Con esto el futuro que se pronostica para los mares y océanos lamentablemente es poco esperanzador.

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