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“No sonrías, lamentes, ni condenes; comprende”. Spinoza. Tratado político.

Instantes totémicos

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A lo largo de la vida nos agarramos a determinadas figuraciones simbólicas, como refuerzo expresivo de lo que somos. Incluso les atribuimos poderes e influencias a dichas figuras. Ese fetiche o tótem, como quieran llamarlo, personal o colectivo; aglutina la carga previa del individuo – o grupo – en cuestión, de manera consciente o inconsciente; la que se enfrentará a las cargas aportadas por otra gente, en una lid entre espectros. No hace falta dibujarlos, los llevamos por dentro. Si fueran sólo vivencias particulares…; pero puede ser peor, porque en no pocas ocasiones maquinamos lo indecible para imponer esos componentes al resto de ciudadanos. ¿Debemos prever complicaciones?

Ni qué decir sobre la renovación de las figuras empleadas en la actualidad, nada que ver con los abalorios anticuados; sus formas son ahora muy elaboradas, pocas veces mostradas con franqueza y, en general, con la malicia impregnando sus designios. Cuando no hay malicia, apenas se recurre a estas figuras. Citaré algunas de empleo frecuente.

1. Por diferentes caminos, hemos ido vaciando de sentido a determinados conceptos. Del Dios a los diosecillos mundanos de poco lustre e intempestivos. Del deber a la mínima implicación en las actuaciones. El bien común lo hemos convertido en una especie amenazada por irreconocible. La Naturaleza es avasallada, una vez desdibujado su papel. Hemos erigido el estandarte de un PRESENTE mostrenco, que no quiere saber de otras cualidades constituyentes de la persona. Ni respetos ni consideraciones son su fuerte, las mejores argumentaciones resbalan por sus costados sin ser apreciadas. Así puestos, el proyecto de futura luce escuálido, con poca entidad; pero el rumbo se vislumbra impertérrito.

2. La siguiente figuración representativa de la época fraguó sus formas de manera imperceptible, pero de una eficacia contrastada, sólo para sus protagonistas. La denomino responsabilidad ENCAPSULADA, ceñida en exclusiva al interior de sus practicantes. En su propia cápsula adecúan sus conductas (Profesionales, gestores, cargos de confianza); suman, restan, deciden, piensan, ceñidos a su colocación; prescinden de otras consideraciones. Con el olvido grave de que la responsabilidad no es un refugio para acumular excusas; trasciende esa frontera y ha de medirse según los efectos de aquellas actuaciones sobre las demás personas. No es un monólogo interno. ¿A dónde nos conduce la responsabilidad encapsulada?

3. De cualquier desfalco sonado, de los que tenemos noticia casi a diario, comprobamos dos cosas. La elegancia de los facinerosos actuales y la cantidad de información emitida sobre los hechos. Esta proliferación de señales o documentos, empaña la claridad de ideas al respecto. Nadie será capaz del análisis exhaustivo de lo acontecido. Es un claro ejemplo de cómo la PARAFERNALIA es un instrumento que multiplica las impresiones, pero dificulta la comprensión. Inmersos en este tipo de manifestaciones, las oleadas de la algarabía pretenden la elaboración del dictado de cómo debe ser entendida la realidad. A base de parafernalias orquestadas aumentan los desorientados, porque el ruido sustituye a la mínima reflexión.

4. En el siguiente instante totemizado por las culturas de mayores alardes, la exhibición tiene que ver con una llamativa metamorfosis, que nos aboca a penosas consecuencias. La nobleza de la Ética dedicada al ensamblaje de las conductas proyectadas en las mejores aspiraciones comunitarias, suavizó sus acuerdos, plegada a las características de la mediocridad acomodaticia, de las etiquillas sin contenido moral. Por su poco fondo, no pasan de ETI-QUETAS ajenas a la convivencia real, que apenas sirven para algunos rótulos engañabobos. El fraude es evidente, pero ocupan muchos diálogos, desperdiciados así para la dedicación a la verdadera excelencia. ¡Menudo estandarte!

5. Añado al listado una de las insignias empleadas por los humanos desde tiempos primitivos, de efectos amplificados por la tecnología cibernética. Hablo de la divisa de las DOS CARAS, las dos famosas. Sólo que, una asoma por delante, a la vista; la de la verdad, de contornos un tanto abstractos, pero mostrada con generosidad. Mientras que en la cara posterior aparecen dibujos de mucho colorido, en representación de los engaños y mentiras. Ambas sin nombres propios. Aunque, no pierdan el detalle, la portadora de cada insignia con dos caras, es la misma persona. Es un asunto serio, porque todos portamos insignias con dichas características ambivalentes; el uso que de ellas hagamos es cuestión particular.

6. Contagiados sin duda por el sentimiento de Samuel Beckett podemos pensar, ¿Cómo decir las cosas? ¿Es posible expresar todos los matices? Las expresiones distan una enormidad de lo que acontece en mentes y haciendas. Por el contrario, utilizamos como un escudo el emblema de las PALABRAS con su mucha prestancia (Orden, identidad, Dios, poder, pueblo, amor). Aprovechamos esas tapaderas a pesar de sus carencias. No explican ni de lejos, el trago solitario del anciano, las hambrunas acechantes, los mil zarpazos agresivos, el desespero de los abandonos sociales, etc. Por si fuera poco, a su desprestigio contribuimos con la tergiversación de cualquier sentido que les hubiéramos dado como establecido.

7. Una ambientación especialmente disgregadora, viene generada con la que pudiéramos denominar táctica del DESLUMBRAMIENTO constante. Pese a la luz, crea una envoltura nebulosa sobre las actividades reales de la gente. Participan en ella de manera inusitada las redes sociales, donde lo virtual suplanta a la vida en directo. La multiplicación de las declaraciones también contribuye, importando menos sus contenidos. Son bienvenidas las aportaciones de apariencias llamativas. Es decir, los excesos van orientados al encubrimiento de las verdadera presencias personales, para lo bueno y para lo malo. Son cosas sabidas, experimentadas con profusión y con una aceptación social masiva.

8. Para el cierre del muestrario de hoy, apunten a una de las imágenes totémicas de la que más solemos alardear, la de esa IDENTIDAD propia percibida con indudable fijación. Lo peor es cuando la consideramos como un fósil, sin modificación posible, como una culminación insuperable. Mientras todo fluye, solemos detenernos en aguas estancadas, sin apenas contactos con el exterior, y propensos a la mirada indiferente sobre las realidades comunitarias.

El aprendizaje consiguiente nos aboca a una paradoja vital por excelencia. La que confronta los factores evolutivos con la pasiva comodidad. La que opone la inmovilidad atosigante de las muchas penurias a la inquietud creativa para una renovación. Si no encendemos el candil de la ESPERANZA, quedaremos sumidos en la necedad perentoria.

Instantes totémicos

“No sonrías, lamentes, ni condenes; comprende”. Spinoza. Tratado político.
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 30 de abril de 2015, 22:09 h (CET)
A lo largo de la vida nos agarramos a determinadas figuraciones simbólicas, como refuerzo expresivo de lo que somos. Incluso les atribuimos poderes e influencias a dichas figuras. Ese fetiche o tótem, como quieran llamarlo, personal o colectivo; aglutina la carga previa del individuo – o grupo – en cuestión, de manera consciente o inconsciente; la que se enfrentará a las cargas aportadas por otra gente, en una lid entre espectros. No hace falta dibujarlos, los llevamos por dentro. Si fueran sólo vivencias particulares…; pero puede ser peor, porque en no pocas ocasiones maquinamos lo indecible para imponer esos componentes al resto de ciudadanos. ¿Debemos prever complicaciones?

Ni qué decir sobre la renovación de las figuras empleadas en la actualidad, nada que ver con los abalorios anticuados; sus formas son ahora muy elaboradas, pocas veces mostradas con franqueza y, en general, con la malicia impregnando sus designios. Cuando no hay malicia, apenas se recurre a estas figuras. Citaré algunas de empleo frecuente.

1. Por diferentes caminos, hemos ido vaciando de sentido a determinados conceptos. Del Dios a los diosecillos mundanos de poco lustre e intempestivos. Del deber a la mínima implicación en las actuaciones. El bien común lo hemos convertido en una especie amenazada por irreconocible. La Naturaleza es avasallada, una vez desdibujado su papel. Hemos erigido el estandarte de un PRESENTE mostrenco, que no quiere saber de otras cualidades constituyentes de la persona. Ni respetos ni consideraciones son su fuerte, las mejores argumentaciones resbalan por sus costados sin ser apreciadas. Así puestos, el proyecto de futura luce escuálido, con poca entidad; pero el rumbo se vislumbra impertérrito.

2. La siguiente figuración representativa de la época fraguó sus formas de manera imperceptible, pero de una eficacia contrastada, sólo para sus protagonistas. La denomino responsabilidad ENCAPSULADA, ceñida en exclusiva al interior de sus practicantes. En su propia cápsula adecúan sus conductas (Profesionales, gestores, cargos de confianza); suman, restan, deciden, piensan, ceñidos a su colocación; prescinden de otras consideraciones. Con el olvido grave de que la responsabilidad no es un refugio para acumular excusas; trasciende esa frontera y ha de medirse según los efectos de aquellas actuaciones sobre las demás personas. No es un monólogo interno. ¿A dónde nos conduce la responsabilidad encapsulada?

3. De cualquier desfalco sonado, de los que tenemos noticia casi a diario, comprobamos dos cosas. La elegancia de los facinerosos actuales y la cantidad de información emitida sobre los hechos. Esta proliferación de señales o documentos, empaña la claridad de ideas al respecto. Nadie será capaz del análisis exhaustivo de lo acontecido. Es un claro ejemplo de cómo la PARAFERNALIA es un instrumento que multiplica las impresiones, pero dificulta la comprensión. Inmersos en este tipo de manifestaciones, las oleadas de la algarabía pretenden la elaboración del dictado de cómo debe ser entendida la realidad. A base de parafernalias orquestadas aumentan los desorientados, porque el ruido sustituye a la mínima reflexión.

4. En el siguiente instante totemizado por las culturas de mayores alardes, la exhibición tiene que ver con una llamativa metamorfosis, que nos aboca a penosas consecuencias. La nobleza de la Ética dedicada al ensamblaje de las conductas proyectadas en las mejores aspiraciones comunitarias, suavizó sus acuerdos, plegada a las características de la mediocridad acomodaticia, de las etiquillas sin contenido moral. Por su poco fondo, no pasan de ETI-QUETAS ajenas a la convivencia real, que apenas sirven para algunos rótulos engañabobos. El fraude es evidente, pero ocupan muchos diálogos, desperdiciados así para la dedicación a la verdadera excelencia. ¡Menudo estandarte!

5. Añado al listado una de las insignias empleadas por los humanos desde tiempos primitivos, de efectos amplificados por la tecnología cibernética. Hablo de la divisa de las DOS CARAS, las dos famosas. Sólo que, una asoma por delante, a la vista; la de la verdad, de contornos un tanto abstractos, pero mostrada con generosidad. Mientras que en la cara posterior aparecen dibujos de mucho colorido, en representación de los engaños y mentiras. Ambas sin nombres propios. Aunque, no pierdan el detalle, la portadora de cada insignia con dos caras, es la misma persona. Es un asunto serio, porque todos portamos insignias con dichas características ambivalentes; el uso que de ellas hagamos es cuestión particular.

6. Contagiados sin duda por el sentimiento de Samuel Beckett podemos pensar, ¿Cómo decir las cosas? ¿Es posible expresar todos los matices? Las expresiones distan una enormidad de lo que acontece en mentes y haciendas. Por el contrario, utilizamos como un escudo el emblema de las PALABRAS con su mucha prestancia (Orden, identidad, Dios, poder, pueblo, amor). Aprovechamos esas tapaderas a pesar de sus carencias. No explican ni de lejos, el trago solitario del anciano, las hambrunas acechantes, los mil zarpazos agresivos, el desespero de los abandonos sociales, etc. Por si fuera poco, a su desprestigio contribuimos con la tergiversación de cualquier sentido que les hubiéramos dado como establecido.

7. Una ambientación especialmente disgregadora, viene generada con la que pudiéramos denominar táctica del DESLUMBRAMIENTO constante. Pese a la luz, crea una envoltura nebulosa sobre las actividades reales de la gente. Participan en ella de manera inusitada las redes sociales, donde lo virtual suplanta a la vida en directo. La multiplicación de las declaraciones también contribuye, importando menos sus contenidos. Son bienvenidas las aportaciones de apariencias llamativas. Es decir, los excesos van orientados al encubrimiento de las verdadera presencias personales, para lo bueno y para lo malo. Son cosas sabidas, experimentadas con profusión y con una aceptación social masiva.

8. Para el cierre del muestrario de hoy, apunten a una de las imágenes totémicas de la que más solemos alardear, la de esa IDENTIDAD propia percibida con indudable fijación. Lo peor es cuando la consideramos como un fósil, sin modificación posible, como una culminación insuperable. Mientras todo fluye, solemos detenernos en aguas estancadas, sin apenas contactos con el exterior, y propensos a la mirada indiferente sobre las realidades comunitarias.

El aprendizaje consiguiente nos aboca a una paradoja vital por excelencia. La que confronta los factores evolutivos con la pasiva comodidad. La que opone la inmovilidad atosigante de las muchas penurias a la inquietud creativa para una renovación. Si no encendemos el candil de la ESPERANZA, quedaremos sumidos en la necedad perentoria.

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