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Mirada al pasado

Aquellas municipales de 1979

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Cuando nos aproximamos a celebrar, con cierta aprensión, la décima convocatoria electoral de los ayuntamientos, después de aprobada la Constitución, recuerdo con nostalgia la primera de ellas, que tuvo lugar el 3 de abril de un lejano año 1979 y en las que fui candidato de la Unión de Centro Democrático (UCD) en un modesto puesto catorce, casi de relleno para completar los 27 concejales de Granada, mi ciudad.


Ningún partido obtuvo la mayoría absoluta. El partido más votado fue la UCD que obtuvo 11 concejales, siguiéndole el Partido Andalucista y el socialista con seis puestos cada uno, distribuyéndose el resto entre otros partidos de la izquierda comunista.

El acuerdo entre socialistas y andalucistas para ocupar la alcaldía el que de ellos obtuviera mayor número de votos, debió entregar el puesto al que encabezaba el partido andalucista, pero ello no fue así ya que los dirigentes de ambos partidos a nivel andaluz, cambiaron la alcaldía de Granada por la de Sevilla. Para los andalucistas Sevilla y Granada para los socialistas, con sus seis concejales, quedando en la oposición la UCD con 11.

En la provincia UCD obtuvo muchos más concejales que los socialistas, lo que le permitió ocupar la presidencia de la Diputación. En aquel tiempo la red clientelar socialista y de izquierdas no estaba tan desarrollada como lo estuvo después.

En la UCD hubo bajas, corrió la lista y llegó hasta mí, que tomé posesión en el año 1980. También el alcalde socialista presentó su dimisión y como su partido decidió que ocupara la alcaldía el sexto de su candidatura, se produjo una curiosa sucesión de llamamientos y renuncias hasta llegar al designado por la voluntad de su partido en noviembre de 1979. No éramos conscientes todavía de que más que una democracia había empezado la partitocracia.

De aquellos años en que fui concejal de mi ayuntamiento recuerdo que, con independencia del color político de cada cual, me llevé bien con todos y sigo teniéndolos por amigos. Las discrepancias políticas no afectaban a las relaciones personales ni terminaban en los tribunales como ahora ocurre.

También recuerdo la noche del 23-F que la pasamos en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Uno de los concejales trajo un televisor y con una improvisada antena llegamos a tiempo de escuchar al Rey y quedarnos más tranquilos.

Con la corporación municipal recibimos al Papa Juan Pablo II en la puerta de la basílica de la Patrona. Llegó en un autobús de viajeros, por avería del papamóvil, nos saludó uno por uno y nos regaló un rosario.

En aquel tiempo se produjo el triunfo de Felipe González y la UCD de Adolfo Suarez se hundió a manos de las diversas fuerzas que no fueron capaces de convivir en armonía. Quienes habíamos apostado por la UCD, sin pertenecer a ningún grupo, quedamos descolgados y desolados. No volví a militar en ningún otro partido y en plan de broma digo; que le estoy guardando el luto a la UCD.

Como traca final de mi paso por el Ayuntamiento se produjo en la madrugada del 31 de diciembre de 1982 el importante incendio de la Curia y del Palacio Arzobispal, provocado por alguno de los vendedores de juguetes que montaban sus tenderetes todos los años en plaza de Bib-Rambla, y para combatir el frío encendieron lumbres cuyas llamas prendieron en los balcones de los edificios y llegaron hasta los tejados. Los concejales que aprobamos en el pleno la instalación de los tenderetes, terminamos en el banquillo de los acusados, aunque afortunadamente el juez nos absolvió.

Son recuerdos que a pocos interesarán, pero que serán compartidos por los que también vivieron aquella etapa, si es que me leen.

Aquellas municipales de 1979

Mirada al pasado
Francisco Rodríguez
martes, 28 de abril de 2015, 22:47 h (CET)

Cuando nos aproximamos a celebrar, con cierta aprensión, la décima convocatoria electoral de los ayuntamientos, después de aprobada la Constitución, recuerdo con nostalgia la primera de ellas, que tuvo lugar el 3 de abril de un lejano año 1979 y en las que fui candidato de la Unión de Centro Democrático (UCD) en un modesto puesto catorce, casi de relleno para completar los 27 concejales de Granada, mi ciudad.


Ningún partido obtuvo la mayoría absoluta. El partido más votado fue la UCD que obtuvo 11 concejales, siguiéndole el Partido Andalucista y el socialista con seis puestos cada uno, distribuyéndose el resto entre otros partidos de la izquierda comunista.

El acuerdo entre socialistas y andalucistas para ocupar la alcaldía el que de ellos obtuviera mayor número de votos, debió entregar el puesto al que encabezaba el partido andalucista, pero ello no fue así ya que los dirigentes de ambos partidos a nivel andaluz, cambiaron la alcaldía de Granada por la de Sevilla. Para los andalucistas Sevilla y Granada para los socialistas, con sus seis concejales, quedando en la oposición la UCD con 11.

En la provincia UCD obtuvo muchos más concejales que los socialistas, lo que le permitió ocupar la presidencia de la Diputación. En aquel tiempo la red clientelar socialista y de izquierdas no estaba tan desarrollada como lo estuvo después.

En la UCD hubo bajas, corrió la lista y llegó hasta mí, que tomé posesión en el año 1980. También el alcalde socialista presentó su dimisión y como su partido decidió que ocupara la alcaldía el sexto de su candidatura, se produjo una curiosa sucesión de llamamientos y renuncias hasta llegar al designado por la voluntad de su partido en noviembre de 1979. No éramos conscientes todavía de que más que una democracia había empezado la partitocracia.

De aquellos años en que fui concejal de mi ayuntamiento recuerdo que, con independencia del color político de cada cual, me llevé bien con todos y sigo teniéndolos por amigos. Las discrepancias políticas no afectaban a las relaciones personales ni terminaban en los tribunales como ahora ocurre.

También recuerdo la noche del 23-F que la pasamos en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Uno de los concejales trajo un televisor y con una improvisada antena llegamos a tiempo de escuchar al Rey y quedarnos más tranquilos.

Con la corporación municipal recibimos al Papa Juan Pablo II en la puerta de la basílica de la Patrona. Llegó en un autobús de viajeros, por avería del papamóvil, nos saludó uno por uno y nos regaló un rosario.

En aquel tiempo se produjo el triunfo de Felipe González y la UCD de Adolfo Suarez se hundió a manos de las diversas fuerzas que no fueron capaces de convivir en armonía. Quienes habíamos apostado por la UCD, sin pertenecer a ningún grupo, quedamos descolgados y desolados. No volví a militar en ningún otro partido y en plan de broma digo; que le estoy guardando el luto a la UCD.

Como traca final de mi paso por el Ayuntamiento se produjo en la madrugada del 31 de diciembre de 1982 el importante incendio de la Curia y del Palacio Arzobispal, provocado por alguno de los vendedores de juguetes que montaban sus tenderetes todos los años en plaza de Bib-Rambla, y para combatir el frío encendieron lumbres cuyas llamas prendieron en los balcones de los edificios y llegaron hasta los tejados. Los concejales que aprobamos en el pleno la instalación de los tenderetes, terminamos en el banquillo de los acusados, aunque afortunadamente el juez nos absolvió.

Son recuerdos que a pocos interesarán, pero que serán compartidos por los que también vivieron aquella etapa, si es que me leen.

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