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Nazareth Heredia

Adiós a una insignia

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Hay que volver a decir adiós. Esta vez no se trata de una persona, un deportista, como viene siendo habitual. Hoy nos tenemos que despedir de un monumento o por lo menos eso es para muchos el Calderón. El lunes se va. La primera piedra esta vez no se pondrá sino que se caerá de lo más alto del estadio. Ahora los más ancianos hablan de fútbol, de fútbol en el Calderón.

Cuántas tardes de glorias ha vivido ese campo. Cuántas tardes de desesperación se han llevado esas paredes. Aunque los últimos años del Atleti en su campo no han sido buenas, siempre quedan los recuerdos de lo que un día fue ese estadio, uno de los más importantes de España. Cuántas Ligas y Copas se han ganado ahí.

Ahora se va. El río Manzanares se queda solo, como huérfano. Le han quitado de al lado uno de los monumentos más emblemáticos que ha tenido Madrid. El equipo se va a un campo con nombre de feria, esperando un estadio nuevo. Se hace difícil para los amantes del fútbol tener que despedirse de algo así. Nada más pensar la cantidad de craks y grandes futbolistas que han pisado el césped del Calderón se ponen los pelos de punta.

Madrid tendrá otra perspectiva. El Atleti no volverá a jugar en el Calderón. Los rojiblancos empiezan una nueva etapa. Hablemos de simbología. Nuevos tiempos para un equipo renovado que necesita decir aquí estoy yo, volver a ser lo que fue. Lo que nunca volverá a ser lo que fue es un estadio que ha llevado a la gloria a uno de los mejores equipos españoles de todos los tiempos. El Calderón, viejo amigo del fútbol, muere, pero no morirán su alma, su esencia, sus colores ni morirá en el recuerdo de todo buen atlético. El Calderón fue, es y será, la insignia más grande de un club.

Adiós a una insignia

Nazareth Heredia
Nazareth Heredia
domingo, 5 de agosto de 2007, 07:49 h (CET)
Hay que volver a decir adiós. Esta vez no se trata de una persona, un deportista, como viene siendo habitual. Hoy nos tenemos que despedir de un monumento o por lo menos eso es para muchos el Calderón. El lunes se va. La primera piedra esta vez no se pondrá sino que se caerá de lo más alto del estadio. Ahora los más ancianos hablan de fútbol, de fútbol en el Calderón.

Cuántas tardes de glorias ha vivido ese campo. Cuántas tardes de desesperación se han llevado esas paredes. Aunque los últimos años del Atleti en su campo no han sido buenas, siempre quedan los recuerdos de lo que un día fue ese estadio, uno de los más importantes de España. Cuántas Ligas y Copas se han ganado ahí.

Ahora se va. El río Manzanares se queda solo, como huérfano. Le han quitado de al lado uno de los monumentos más emblemáticos que ha tenido Madrid. El equipo se va a un campo con nombre de feria, esperando un estadio nuevo. Se hace difícil para los amantes del fútbol tener que despedirse de algo así. Nada más pensar la cantidad de craks y grandes futbolistas que han pisado el césped del Calderón se ponen los pelos de punta.

Madrid tendrá otra perspectiva. El Atleti no volverá a jugar en el Calderón. Los rojiblancos empiezan una nueva etapa. Hablemos de simbología. Nuevos tiempos para un equipo renovado que necesita decir aquí estoy yo, volver a ser lo que fue. Lo que nunca volverá a ser lo que fue es un estadio que ha llevado a la gloria a uno de los mejores equipos españoles de todos los tiempos. El Calderón, viejo amigo del fútbol, muere, pero no morirán su alma, su esencia, sus colores ni morirá en el recuerdo de todo buen atlético. El Calderón fue, es y será, la insignia más grande de un club.

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