Una vez más vuelve a suceder. Ya está aquí una vez más el mismo talante de siempre. Y son los de siempre también quienes lo vuelven a mostrar. En pleno verano, sabedora de que estamos en la estación del año en la que este tipo de anuncios pueden abordarnos débiles, desorientados y predispuestos al condicionamiento –no en vano es igualmente la época en la que más consumimos este tipo de recurso-, la Comisión Europea nos amenaza a los españoles con un incremento nada más y nada menos que de casi el 50% en el recibo del agua. Al parecer, nuestros precios están por los suelos en relación al resto de socios europeos. Todos sabemos que el agua es un bien preciado y que su derroche nos puede pasar factura en un futuro más cercano del que quizás pensamos. Todos sabemos que se puede ahorrar agua realizando algunas prácticas más respetuosas con nuestro entorno y, aún así, a todos se nos escapan en más de una ocasión gotas de más.
La Comisión Europea, está muy bien, vela por la conservación del medio ambiente, pero, como siempre, lo hace, incidiendo por enésima vez en el mismo error, atacando al eslabón más débil de la cadena. En proporción, y en la mayoría de los casos, supondrá mayor sacrificio este incremento en nuestros bolsillos de ciudadanos de a pie que el canon de contaminación y vertidos que pagan las empresas gustosamente, porque prefieren hacerlo que invertir realmente en una solución definitiva. Y eso por no hablar del Protocolo de Kyoto -esas mismas pautas por las que todos los países atacan a Estados Unidos por no firmarlas y que, a la par, todos incumplen sin el menor rubor- o la poco esperanzadora situación que se deriva de la explotación de recursos tipo petróleo y que, por inconformismo y abuso desmesurado, no tendrá aplacamiento posible.
El sistema de subvenciones en materia medioambiental será también como un partido de fútbol. A nosotros nos regalan un perlizador –eso donde lo dan- y a ellos les dan millones. Al local y al grande se los suele favorecer para que la afición no se eche encima, y al visitante y al pequeño se los deja a su propio amparo. Eso parece saberlo muy bien Mariano Rajoy, quien ha comparado la futura Ley Electoral que propone con un encuentro futbolístico. El líder de la oposición ha dicho que, como en todo partido que se precie –y siempre que no pase nada con las decisiones arbitrales-, el ganador debería ser quien aglutine, al menos, el 30% de los votos. A bote pronto, y neutral, parece una cuestión con cierta lógica. Profundizando más en el juego, supongo que le cabe a cualquiera en su cerebro que la mayoría es el 50%, y que incluso resulta más sano para la democracia que este porcentaje se aúne con el consenso mayoritario, el mismo del que algunos parecen autoexcluirse o al que otros pueden encaminarlo. Algunos siempre con la misma cantinela y el mismo afán.