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Pelayo López

'Los Simpson': otro capítulo más 'multiplicado' por cuatro

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Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie. Todos y cada uno de ellos son Los Simpson. Esta curiosa familia amarilla pretende ser, según dicen algunos, el reflejo de la sociedad norteamericana, y, por extensión, el del resto de sociedades en su camino pretendido de ser iguales que el código de barras y estrellas. Pese a las dos décadas que llevan residiendo en la pequeña pantalla, da la sensación, tanto en los capítulos televisivos como en la ahora inaugurada experiencia en el celuloide, que tienen cuerda para rato.

Uno no es, precisamente, fan ferviente de este producto de encargo, aunque sí que, de vez en cuando, si se tercia y esta genuina familia aparece en el televisor, el zapping pasa a un segundo plano. Técnica y estéticamente, en relación a las novedosas y asombrosas animaciones, hay que reconocer que estos dibujos no son un portento, pero, al mismo tiempo, también es digno de mención que su escuela luego ha sido continuada por otras series como South Park –que se anticipó incluso en su salto al cine con su “más…, más…, más…”- o ahora American Dad. Suele ocurrir casi siempre, y, en este caso, no iba a ser distinto.

Quien golpea primero, golpea dos veces, y el tirón de estos cinco “amarillos” es indiscutible. Ahora, en su caminata cinematográfica, siguen contando con sus “progenitores”, los padres de la criatura: Matt Groening y James L. Brooks. También su “tío”, el director, David Silverman, les ha “cuidado” en varios capítulos televisivos. Por eso, en esencia, y con ligeras salvedades, la película mantiene los ingredientes esenciales del éxito, un éxito que obvia contrastar con el nutrido amasijo de carcajadas en la sala. Y no sólo por los más pequeños, sino que, más bien al contrario, somos los adultos los que parecemos disfrutar más. De hecho, una de las piezas fundamentales en su formato tradicional se conserva: la bifuncionalidad adaptada a todo tipo de edades.

El argumento, para los aficionados a las excesivamente alabadas series de televisión norteamericanas, seguramente recuerde muy mucho a la actual Jericho, al menos a un servidor se lo parece –guiño “green day” a Titanic incluido-. En resumidas cuentas, al bueno de Homer no se le ocurre otra cosa que adoptar un cerdo, cuidarlo al estilo “Clooney” y deshacerse de los residuos en el lago de la ciudad. A partir de ahí, catástrofe medioambiental, persecución popular y gubernamental, huída forzada y regreso salvador. Por el medio, con una nutrida lista de chistes percibidos y desapercibidos, las típicas relaciones familiares entre Homer y Marge –la típica crisis elongada-, Homer y Bart –el pequeño descubre lo que es echar de menos un padre de verdad que encuentra en la figura de su vecino Flanders-, Bart y Lisa –parece que van comprendiéndose mutuamente-, Lisa y Marge –con las confidencias de una hija a su madre tras conocer a su príncipe azul-… y ¿Maggie?. No se puede perder de vista a la pequeña, sobre todo porque cobra mayor protagonismo y será ella misma la encargada de anunciarnos el futuro de la familia. Así que aguantar hasta el final, el final del final, porque merece la pena. Se nos insinúa también el venidero método de publicidad “subliminal” interformatos.

Una de las ventajas del largometraje es su duración, por lo que, mientras en la televisión no siempre salen todos los personajes en un mismo capítulo, aquí sí que los tenemos juntos a todos, aunque todos tienen un menor protagonismo y mucha menos presencia. Por ejemplo, el Sr. Burns apenas se deja ver, ya que su papel de villano lo encarna en este caso la Administración “Schwarzennegger”. El actor es el presidente del gobierno, quien se deja manipular por la agencia medioambiental en una clara sátira del verdadero poder. El metraje, además, nos deja ver a las claras temas universales como el amor, la muerte, la religión… vamos, un poco más de lo de siempre y todos ellos elementos básicos de la estructura erigida con el paso del tiempo en esta lustrosa serie. Se me olvidaba mencionar Springfield, sede de todas estas “epopeyas” narrativas, un personaje más que reúne a este conglomerado de tan variopintos estereotipos y que extraña el hecho de no haber explotado aún antes teniendo en cuenta semejante cóctel. A uno no le gusta que le tomen el pelo, y desde el principio da la sensación de que, en cierto modo, se nos lanzan indirectas, las mismas que prosiguen al final. Es lo que tienen los dardos “venenosos”… Los fans más acérrimos puede que salgan algo decepcionados si esperan un paso al frente, pero a los esporádicos telespectadores les complacerá porque es otro capítulo más multiplicado por cuatro.

Calificación: 3
Director: David Silverman
Reparto: Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie.

'Los Simpson': otro capítulo más 'multiplicado' por cuatro

Pelayo López
Pelayo López
martes, 18 de septiembre de 2007, 21:57 h (CET)
Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie. Todos y cada uno de ellos son Los Simpson. Esta curiosa familia amarilla pretende ser, según dicen algunos, el reflejo de la sociedad norteamericana, y, por extensión, el del resto de sociedades en su camino pretendido de ser iguales que el código de barras y estrellas. Pese a las dos décadas que llevan residiendo en la pequeña pantalla, da la sensación, tanto en los capítulos televisivos como en la ahora inaugurada experiencia en el celuloide, que tienen cuerda para rato.

Uno no es, precisamente, fan ferviente de este producto de encargo, aunque sí que, de vez en cuando, si se tercia y esta genuina familia aparece en el televisor, el zapping pasa a un segundo plano. Técnica y estéticamente, en relación a las novedosas y asombrosas animaciones, hay que reconocer que estos dibujos no son un portento, pero, al mismo tiempo, también es digno de mención que su escuela luego ha sido continuada por otras series como South Park –que se anticipó incluso en su salto al cine con su “más…, más…, más…”- o ahora American Dad. Suele ocurrir casi siempre, y, en este caso, no iba a ser distinto.

Quien golpea primero, golpea dos veces, y el tirón de estos cinco “amarillos” es indiscutible. Ahora, en su caminata cinematográfica, siguen contando con sus “progenitores”, los padres de la criatura: Matt Groening y James L. Brooks. También su “tío”, el director, David Silverman, les ha “cuidado” en varios capítulos televisivos. Por eso, en esencia, y con ligeras salvedades, la película mantiene los ingredientes esenciales del éxito, un éxito que obvia contrastar con el nutrido amasijo de carcajadas en la sala. Y no sólo por los más pequeños, sino que, más bien al contrario, somos los adultos los que parecemos disfrutar más. De hecho, una de las piezas fundamentales en su formato tradicional se conserva: la bifuncionalidad adaptada a todo tipo de edades.

El argumento, para los aficionados a las excesivamente alabadas series de televisión norteamericanas, seguramente recuerde muy mucho a la actual Jericho, al menos a un servidor se lo parece –guiño “green day” a Titanic incluido-. En resumidas cuentas, al bueno de Homer no se le ocurre otra cosa que adoptar un cerdo, cuidarlo al estilo “Clooney” y deshacerse de los residuos en el lago de la ciudad. A partir de ahí, catástrofe medioambiental, persecución popular y gubernamental, huída forzada y regreso salvador. Por el medio, con una nutrida lista de chistes percibidos y desapercibidos, las típicas relaciones familiares entre Homer y Marge –la típica crisis elongada-, Homer y Bart –el pequeño descubre lo que es echar de menos un padre de verdad que encuentra en la figura de su vecino Flanders-, Bart y Lisa –parece que van comprendiéndose mutuamente-, Lisa y Marge –con las confidencias de una hija a su madre tras conocer a su príncipe azul-… y ¿Maggie?. No se puede perder de vista a la pequeña, sobre todo porque cobra mayor protagonismo y será ella misma la encargada de anunciarnos el futuro de la familia. Así que aguantar hasta el final, el final del final, porque merece la pena. Se nos insinúa también el venidero método de publicidad “subliminal” interformatos.

Una de las ventajas del largometraje es su duración, por lo que, mientras en la televisión no siempre salen todos los personajes en un mismo capítulo, aquí sí que los tenemos juntos a todos, aunque todos tienen un menor protagonismo y mucha menos presencia. Por ejemplo, el Sr. Burns apenas se deja ver, ya que su papel de villano lo encarna en este caso la Administración “Schwarzennegger”. El actor es el presidente del gobierno, quien se deja manipular por la agencia medioambiental en una clara sátira del verdadero poder. El metraje, además, nos deja ver a las claras temas universales como el amor, la muerte, la religión… vamos, un poco más de lo de siempre y todos ellos elementos básicos de la estructura erigida con el paso del tiempo en esta lustrosa serie. Se me olvidaba mencionar Springfield, sede de todas estas “epopeyas” narrativas, un personaje más que reúne a este conglomerado de tan variopintos estereotipos y que extraña el hecho de no haber explotado aún antes teniendo en cuenta semejante cóctel. A uno no le gusta que le tomen el pelo, y desde el principio da la sensación de que, en cierto modo, se nos lanzan indirectas, las mismas que prosiguen al final. Es lo que tienen los dardos “venenosos”… Los fans más acérrimos puede que salgan algo decepcionados si esperan un paso al frente, pero a los esporádicos telespectadores les complacerá porque es otro capítulo más multiplicado por cuatro.

Calificación: 3
Director: David Silverman
Reparto: Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie.

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