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La huída hacia delante de los deudos del franquismo

Nuevos viejos señores

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No tuvo que ser fácil para los herederos del Caudillo, y no me refiero sólo a los directos sino a todo aquel que medró gracias a él, aceptar su ausencia en una España que gobernó Francisco Franco con mano de hierro hasta que las fuerzas no pudieron responderle en el ejercicio de su vocación. Sin embargo, muchos de aquellos que no se resignaron a perder la posición de privilegio, continuaron medrando tras la consolidación de la Democracia en nuestro país. Porque a pesar de todo, no tuvieron al parecer demasiados problemas a la hora de desprenderse de unos valores caducos, para acabar acogiendo a continuación otros nuevos con la misma intensidad y acto de fe que los viejos.

El mismo discurso han adoptado también sus descendientes, esgrimiendo argumentos que chirrían cuando intentan justificar de un modo nada sutil que ambos regímenes, si bien un tanto diferentes en la forma, no son en el fondo sino idénticos. A éstos se les puede reconocer fácilmente y sin necesidad de hurgar a conciencia entre el espeso follaje de su árbol genealógico. Son hijos y nietos de aquellos cuyos intereses espurios, sostuvieron en pie un régimen autoritario a costa de la libertad de los españoles durante cuarenta años.

Como era de esperar, el nuevo régimen también ha atraído a otros arribistas, ahora desde entornos diversos pero igual de fieros, arrogantes e indómitos. Son tipos que no se paran en barras a la hora de satisfacer sus intereses, y si entrar en política puede facilitárselo, allá que vamos. Son sin duda mucho más listos, porque para acceder a esos puestos de privilegio social y económico no sólo tienen que persuadir a un solo individuo sino a miles, cientos de miles e incluso a millones, dependiendo del cargo al que aspiren. De tal modo que juntos, arribistas del pasado y los de nuevo cuño, están dejando nuestro país hecho unos zorros.

Nuevos viejos señores

La huída hacia delante de los deudos del franquismo
Francisco J. Caparrós
lunes, 27 de abril de 2015, 22:24 h (CET)
No tuvo que ser fácil para los herederos del Caudillo, y no me refiero sólo a los directos sino a todo aquel que medró gracias a él, aceptar su ausencia en una España que gobernó Francisco Franco con mano de hierro hasta que las fuerzas no pudieron responderle en el ejercicio de su vocación. Sin embargo, muchos de aquellos que no se resignaron a perder la posición de privilegio, continuaron medrando tras la consolidación de la Democracia en nuestro país. Porque a pesar de todo, no tuvieron al parecer demasiados problemas a la hora de desprenderse de unos valores caducos, para acabar acogiendo a continuación otros nuevos con la misma intensidad y acto de fe que los viejos.

El mismo discurso han adoptado también sus descendientes, esgrimiendo argumentos que chirrían cuando intentan justificar de un modo nada sutil que ambos regímenes, si bien un tanto diferentes en la forma, no son en el fondo sino idénticos. A éstos se les puede reconocer fácilmente y sin necesidad de hurgar a conciencia entre el espeso follaje de su árbol genealógico. Son hijos y nietos de aquellos cuyos intereses espurios, sostuvieron en pie un régimen autoritario a costa de la libertad de los españoles durante cuarenta años.

Como era de esperar, el nuevo régimen también ha atraído a otros arribistas, ahora desde entornos diversos pero igual de fieros, arrogantes e indómitos. Son tipos que no se paran en barras a la hora de satisfacer sus intereses, y si entrar en política puede facilitárselo, allá que vamos. Son sin duda mucho más listos, porque para acceder a esos puestos de privilegio social y económico no sólo tienen que persuadir a un solo individuo sino a miles, cientos de miles e incluso a millones, dependiendo del cargo al que aspiren. De tal modo que juntos, arribistas del pasado y los de nuevo cuño, están dejando nuestro país hecho unos zorros.

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