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Están entre nosotros

Vivir con un Drama Queen

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Están entre nosotros. Puede ser tu hermana, tu mejor amigo o tu compañero de trabajo. Aparentemente son personas normales, sensibles, en muchos casos interesantes y rodeados de una halo de misterio que les hacen magnéticos. Pero al poco tiempo de conocerlos, les sale un lado oscuro lleno de pasión y tragedia que hasta el momento desconocías y ni tan siquiera podías llegar a imaginar. Son los Drama queen. He convivido con uno de ellos, y hoy, me lleno de fuerza para compartir con vosotros mi experiencia, por dos razones: porque quizás estés pasando por una situación parecida y esto pueda ayudarte, darte información para que identifiques el infierno que estás viviendo y te empoderes y logres escapar; y la segunda, a modo de terapia colectiva. Para expulsar el dolor, sacar de mí esta experiencia. Y avanzar.

Todo lo que voy a contar empezó con un anuncio en Idealista. Después de dos años de fiestas y pollos con la casera, mi compañero de piso me abandonaba, y me tocó convocar un casting rápido para encontrar a alguien que supliera su lugar. Entre todas las personas que fueron apareciendo —no me voy a detener en esto, más que para un artículo, me da para una novela—, él destacaba. ¿Su nombre? Fran, un chico de un pueblucho de Extremadura que se había venido hasta la capital para arrasar como guionista de cine, pero que de momento tenía un puesto en el Dunkin´ Donuts de Callao.

Era un chico agradable. Le gustaba la fotografía y el cine y lo más importante: carecía de antecedentes penales. Fran cumplía todos los requisitos que se necesitaban para ser mi nuevo compañero, no había mucho más que pensar: Esta es tu nueva habitación. Cinco palabras. Solo cinco palabras, pero que tuvieron el poder de abrir las mismas puertas del infierno.

El primer mes de convivencia con Fran todo fue relativamente normal, pero en el segundo ya empezaron a brotar los primeros síntomas que dejaban claro que estaba ante un auténtico Drama Queen. Te dejo una lista de estos signos, por si estás atravesando por una situación similar:

-Cada vez que me lo cruzaba por alguna estancia de la casa, me decía: «Tranquilo, me voy ya, no quiero molestarte».
-La frases «Tienes mala cara» o «¿Te pasa algo conmigo?» las repetía sin descanso.
-Me escribía WhatsApps a las horas más intempestivas para preguntarme chorradas: «Oye, ¿te ha sabido mal que te cogiera un poco de leche?», «He hecho un poco de ruido esta mañana, ¿te he despertado?», «Una cosita: ¿si no te he despertado con el ruido, te he despertado con el WhatsApp?».
-Empezaba a clamar contra la tele, llamando puta a Cospedal y a todo el mundo que salía por ella en general
-Todos sus compañeros de trabajo le tenían envidia
-Decía cosas como que «La fuerza del amor lo puede todo»
-A la semana, vivía entre 4 comienzos y rupturas sentimentales, y por supuesto te los quería contar.
Estos son solo algunos ejemplos, aunque había más. No obstante, el culmen de su dramaqueenismo llegó en lo que llamaremos La Noche de los Cristales Rotos. Era martes, salimos tarde de trabajar e invité a algunos compañeros a que vinieran a cenar. Todo marchaba bien hasta que empezamos a hablar de cine, y él, Fran digo, que revoloteaba por la casa, acabó uniéndose a la conversación.

De pronto, el suelo empezó a temblar. Marta, una de mis invitadas, se había atrevido a hablar de Birdman, confesándonos que no le había parecido para tanto, que lo del plano secuencia y el final estaban bien, pero que el film tampoco era el paroxismo de la innovación como todo el mundo se había puesto de acuerdo en repetir. Entonces, Fran se levantó de la silla y empezó a chillar a todo pulmón, que antes de hablar de esa obra debía lavarse la boca, que no tenía ni idea, que el verdadero arte no estaba al acceso de cualquiera, y todo esto con los ojos vidriosos, haciendo grandes aspavientos que le llevaron a hacer bambolear la mesa y tirar varios vasos al suelo. Seguidamente se marchó a su habitación. No hubo aplausos, aunque la inercia estaba. Solo silencio.

Espero que mi experiencia te haya servido de ayuda, y que si estás en un caso similar, recuerdes esto: que yo salí, y que se puede.

Otra cosilla: se busca compañero de piso.

Vivir con un Drama Queen

Están entre nosotros
Toni Tovar
lunes, 27 de abril de 2015, 22:22 h (CET)
Están entre nosotros. Puede ser tu hermana, tu mejor amigo o tu compañero de trabajo. Aparentemente son personas normales, sensibles, en muchos casos interesantes y rodeados de una halo de misterio que les hacen magnéticos. Pero al poco tiempo de conocerlos, les sale un lado oscuro lleno de pasión y tragedia que hasta el momento desconocías y ni tan siquiera podías llegar a imaginar. Son los Drama queen. He convivido con uno de ellos, y hoy, me lleno de fuerza para compartir con vosotros mi experiencia, por dos razones: porque quizás estés pasando por una situación parecida y esto pueda ayudarte, darte información para que identifiques el infierno que estás viviendo y te empoderes y logres escapar; y la segunda, a modo de terapia colectiva. Para expulsar el dolor, sacar de mí esta experiencia. Y avanzar.

Todo lo que voy a contar empezó con un anuncio en Idealista. Después de dos años de fiestas y pollos con la casera, mi compañero de piso me abandonaba, y me tocó convocar un casting rápido para encontrar a alguien que supliera su lugar. Entre todas las personas que fueron apareciendo —no me voy a detener en esto, más que para un artículo, me da para una novela—, él destacaba. ¿Su nombre? Fran, un chico de un pueblucho de Extremadura que se había venido hasta la capital para arrasar como guionista de cine, pero que de momento tenía un puesto en el Dunkin´ Donuts de Callao.

Era un chico agradable. Le gustaba la fotografía y el cine y lo más importante: carecía de antecedentes penales. Fran cumplía todos los requisitos que se necesitaban para ser mi nuevo compañero, no había mucho más que pensar: Esta es tu nueva habitación. Cinco palabras. Solo cinco palabras, pero que tuvieron el poder de abrir las mismas puertas del infierno.

El primer mes de convivencia con Fran todo fue relativamente normal, pero en el segundo ya empezaron a brotar los primeros síntomas que dejaban claro que estaba ante un auténtico Drama Queen. Te dejo una lista de estos signos, por si estás atravesando por una situación similar:

-Cada vez que me lo cruzaba por alguna estancia de la casa, me decía: «Tranquilo, me voy ya, no quiero molestarte».
-La frases «Tienes mala cara» o «¿Te pasa algo conmigo?» las repetía sin descanso.
-Me escribía WhatsApps a las horas más intempestivas para preguntarme chorradas: «Oye, ¿te ha sabido mal que te cogiera un poco de leche?», «He hecho un poco de ruido esta mañana, ¿te he despertado?», «Una cosita: ¿si no te he despertado con el ruido, te he despertado con el WhatsApp?».
-Empezaba a clamar contra la tele, llamando puta a Cospedal y a todo el mundo que salía por ella en general
-Todos sus compañeros de trabajo le tenían envidia
-Decía cosas como que «La fuerza del amor lo puede todo»
-A la semana, vivía entre 4 comienzos y rupturas sentimentales, y por supuesto te los quería contar.
Estos son solo algunos ejemplos, aunque había más. No obstante, el culmen de su dramaqueenismo llegó en lo que llamaremos La Noche de los Cristales Rotos. Era martes, salimos tarde de trabajar e invité a algunos compañeros a que vinieran a cenar. Todo marchaba bien hasta que empezamos a hablar de cine, y él, Fran digo, que revoloteaba por la casa, acabó uniéndose a la conversación.

De pronto, el suelo empezó a temblar. Marta, una de mis invitadas, se había atrevido a hablar de Birdman, confesándonos que no le había parecido para tanto, que lo del plano secuencia y el final estaban bien, pero que el film tampoco era el paroxismo de la innovación como todo el mundo se había puesto de acuerdo en repetir. Entonces, Fran se levantó de la silla y empezó a chillar a todo pulmón, que antes de hablar de esa obra debía lavarse la boca, que no tenía ni idea, que el verdadero arte no estaba al acceso de cualquiera, y todo esto con los ojos vidriosos, haciendo grandes aspavientos que le llevaron a hacer bambolear la mesa y tirar varios vasos al suelo. Seguidamente se marchó a su habitación. No hubo aplausos, aunque la inercia estaba. Solo silencio.

Espero que mi experiencia te haya servido de ayuda, y que si estás en un caso similar, recuerdes esto: que yo salí, y que se puede.

Otra cosilla: se busca compañero de piso.

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