Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Trabajo | Estrés
Un capitalismo sin entrañas fomenta el estrés laboral que puede llevar incluso hasta el suicidio

Estrés laboral

|

Josep Boix, empleado de banca, reconoce: “Me paso el día trabajando duro y no desconecto”. Se refiere que además de las horas presénciales en la oficina desde su casa sigue trabajando en detrimento de su familia y entorno social. Boix afirma: “Sé que no hace falta tanto, pero todos estamos igual, primero lo haces para no perder el trabajo con esta crisis, pero al final te enganchas”. El miedo a perder el trabajo puede convertirte en un adicto al trabajo, a dedicarle una cantidad de tiempo y esfuerzo excesivo, a hacerlo de manera compulsiva.

La adicción puede ir asociada a diversos factores: tener miedo a perder el trabajo como Josep Boix, escabullirse de los problemas domésticos, pasándoselo bien trabajando porque les es una distracción. El exceso de trabajo, pero, no está exento de patologías que pueden provocar desajustes y desequilibrios personales y familiares.

El sistema capitalista de las grandes empresas se convierte en una variante de secta peligrosa que explota a sus trabajadores hasta la muerte. El joven alemán de 21 años Moritz Erhardt murió de un ataque epiléptico después de trabajar sin descanso durante 72 horas. Ni Marta, ni Carlos, ni Cristóbal nunca trabajaron 72 horas seguidas sin parar, “pero sí que pasamos 32 horas sin levantarnos de nuestras sillas muchas veces”. Carlos asegura: “Vi como un economista se suicidaba lanzándose desde un cuarto piso por el patio interior de mi banco”.

Los centros financieros de la City de Londres tienen sus tiburonesque se mueven por todas partes reclutando talentos recién licenciados. La selección, según Marta, “se concentra, además de la recogida de curriculums exquisitos procedentes de la Politécnica i/o facultades de Ingenieros Industriales o Caminos, en la visita en tres centros de enseñanza: ICADE de Madrid, ESADE de Barcelona y Deusto de Bilbao” El proceso de selección se inicia en septiembre del último curso de carrera.

Cristóbal asegura que una vez aceptada la oferta entras en un mundo que “por más que te lo hayan explicado está a años luz de lo que te imaginabas”. Los tres confirman: “Se gana mucho dinero, pero vives sin reloj, porque trabajas muchísimo, pero sin sentimientos, no puedes tener un no para tu jefe y olvídate de las fiestas. O te peleas para que te promocionen o te vas directamente a la calle” . Carlos explica que después de un éxito se merecen unas vacaciones a las Seychelles: “Juro que me las preparé. Y juro que, dos días antes de coger el avión, se presentó mi jefe, dejó un sobre en mi mesa, y mientras se alejaba, le oí decir: “Harás las vacaciones otro día, tienes trabajo para el lunes, aquí te dejo el dinero que te has gastado en el billete del avión y en tu hotel paradisíaco. Nos veremos mañana a las nueve”.

El testimonio de estos tres jóvenes economistas no es nada halagador. En ciertos lugares se puede ganar mucho dinero a costa de perder la vida como le sucedió al alemán Moritz Erhardt o suicidándose como lo hizo el joven economista que se lanzó por la ventana. ¿Es vida esta manera de vivir siempre con un palmo de lengua fuera?

Antonio Vindel, presidente de la Sociedad Española para los estudios de la Ansiedad y Estrés, hace esta reflexión: “Y cuando estas demandas (laborales y sociales) resulten excesivas ante los recursos de una persona, el cuerpo desarrolla una serie de reacciones emocionales negativas (ansiedad, ira, depresión) que constituyen el estrés. Se origina porque tenemos miedo de no estar a la altura, a no saber solucionar los problemas, a no llegar”. Aún cuando es difícil ponerle nombre a lo que le pasa a alguien cuando empieza una depresión, “la mayoría de los pacientes”, afirma el Dr. Carles Lupresti, jefe de psiquiatría del hospital Quirón de Barcelona, “se medican de alguna manera, en un número importante de los casos con alcohol, el antidepresivo más antiguo, pero que agrava su estado aumentando los pensamientos suicidas”.

Alguien ha dicho: “La plegaria es el lugar en que las cargas cambian de espalda”. Para orar previamente debe tenerse fe. Sin fe en el Padre de nuestro Señor Jesucristo las oraciones se envían al vacío en donde no hay nadie que las escuche. Cuando se ora a Jesús que es el camino que conduce al Padre, la pesada carga que es la ansiedad, la frustración, el desengaño, el estrés, se traspasan a unas espaldas más fuertes que las propias en que el alma atribulada por la sobrecarga encuentra el auténtico descanso que no encuentra en el alcohol ni en las drogas ni en los viajes a paraísos exóticos para relajarse.

Estrés laboral

Un capitalismo sin entrañas fomenta el estrés laboral que puede llevar incluso hasta el suicidio
Octavi Pereña
lunes, 27 de abril de 2015, 22:09 h (CET)
Josep Boix, empleado de banca, reconoce: “Me paso el día trabajando duro y no desconecto”. Se refiere que además de las horas presénciales en la oficina desde su casa sigue trabajando en detrimento de su familia y entorno social. Boix afirma: “Sé que no hace falta tanto, pero todos estamos igual, primero lo haces para no perder el trabajo con esta crisis, pero al final te enganchas”. El miedo a perder el trabajo puede convertirte en un adicto al trabajo, a dedicarle una cantidad de tiempo y esfuerzo excesivo, a hacerlo de manera compulsiva.

La adicción puede ir asociada a diversos factores: tener miedo a perder el trabajo como Josep Boix, escabullirse de los problemas domésticos, pasándoselo bien trabajando porque les es una distracción. El exceso de trabajo, pero, no está exento de patologías que pueden provocar desajustes y desequilibrios personales y familiares.

El sistema capitalista de las grandes empresas se convierte en una variante de secta peligrosa que explota a sus trabajadores hasta la muerte. El joven alemán de 21 años Moritz Erhardt murió de un ataque epiléptico después de trabajar sin descanso durante 72 horas. Ni Marta, ni Carlos, ni Cristóbal nunca trabajaron 72 horas seguidas sin parar, “pero sí que pasamos 32 horas sin levantarnos de nuestras sillas muchas veces”. Carlos asegura: “Vi como un economista se suicidaba lanzándose desde un cuarto piso por el patio interior de mi banco”.

Los centros financieros de la City de Londres tienen sus tiburonesque se mueven por todas partes reclutando talentos recién licenciados. La selección, según Marta, “se concentra, además de la recogida de curriculums exquisitos procedentes de la Politécnica i/o facultades de Ingenieros Industriales o Caminos, en la visita en tres centros de enseñanza: ICADE de Madrid, ESADE de Barcelona y Deusto de Bilbao” El proceso de selección se inicia en septiembre del último curso de carrera.

Cristóbal asegura que una vez aceptada la oferta entras en un mundo que “por más que te lo hayan explicado está a años luz de lo que te imaginabas”. Los tres confirman: “Se gana mucho dinero, pero vives sin reloj, porque trabajas muchísimo, pero sin sentimientos, no puedes tener un no para tu jefe y olvídate de las fiestas. O te peleas para que te promocionen o te vas directamente a la calle” . Carlos explica que después de un éxito se merecen unas vacaciones a las Seychelles: “Juro que me las preparé. Y juro que, dos días antes de coger el avión, se presentó mi jefe, dejó un sobre en mi mesa, y mientras se alejaba, le oí decir: “Harás las vacaciones otro día, tienes trabajo para el lunes, aquí te dejo el dinero que te has gastado en el billete del avión y en tu hotel paradisíaco. Nos veremos mañana a las nueve”.

El testimonio de estos tres jóvenes economistas no es nada halagador. En ciertos lugares se puede ganar mucho dinero a costa de perder la vida como le sucedió al alemán Moritz Erhardt o suicidándose como lo hizo el joven economista que se lanzó por la ventana. ¿Es vida esta manera de vivir siempre con un palmo de lengua fuera?

Antonio Vindel, presidente de la Sociedad Española para los estudios de la Ansiedad y Estrés, hace esta reflexión: “Y cuando estas demandas (laborales y sociales) resulten excesivas ante los recursos de una persona, el cuerpo desarrolla una serie de reacciones emocionales negativas (ansiedad, ira, depresión) que constituyen el estrés. Se origina porque tenemos miedo de no estar a la altura, a no saber solucionar los problemas, a no llegar”. Aún cuando es difícil ponerle nombre a lo que le pasa a alguien cuando empieza una depresión, “la mayoría de los pacientes”, afirma el Dr. Carles Lupresti, jefe de psiquiatría del hospital Quirón de Barcelona, “se medican de alguna manera, en un número importante de los casos con alcohol, el antidepresivo más antiguo, pero que agrava su estado aumentando los pensamientos suicidas”.

Alguien ha dicho: “La plegaria es el lugar en que las cargas cambian de espalda”. Para orar previamente debe tenerse fe. Sin fe en el Padre de nuestro Señor Jesucristo las oraciones se envían al vacío en donde no hay nadie que las escuche. Cuando se ora a Jesús que es el camino que conduce al Padre, la pesada carga que es la ansiedad, la frustración, el desengaño, el estrés, se traspasan a unas espaldas más fuertes que las propias en que el alma atribulada por la sobrecarga encuentra el auténtico descanso que no encuentra en el alcohol ni en las drogas ni en los viajes a paraísos exóticos para relajarse.

Noticias relacionadas

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

Gladio (espada en latín), fue el nombre que se le dio a la "red de agentes durmientes desplegados por la OTAN en Italia y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos invadieran Europa Occidental", y serían la fuerza aliada que permanecería detrás de las líneas soviéticas para facilitar el contraataque.

El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto