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Muertes en el Mediterráneo

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Los miles de muertes de inmigrantes en el Mare Nostrum son intolerables. Por razones humanitarias y éticas esto no debe continuar. Los países europeos tienen la obligación moral de preparar ya en el Mediterráneo un dispositivo de salvamento general, aunque produzca un efecto llamada. No es razonable que numerosos seres humanos mueran al naufragar las lanchas neumáticas o embarcaciones con las que pretenden alcanzar en Europa una vida digna que no tienen en los países de África y de Oriente Próximo.

El abandono que sufren muchísimas personas de los países del Norte de África y de Siria y otros estados de estas zonas se expresa en esa huida hacia una salvación que se ve en Europa. Dejarlas en medio del mar a su suerte es otra forma de abandono cruel e injusto. Los gobernantes de los países europeos, a mi juicio, son responsables también de lo que está sucediendo. Con el aumento de la vigilancia marítima no se impide esta masiva inmigración a través del Mediterráneo. Los barcos comunitarios deberían rescatar a todas las embarcaciones localizables y no, exclusivamente, a las que están en apuros o son avistadas.

A mediados de mayor habrá otra reunión de los líderes europeos para seguir tratando esta cuestión, pero es previsible que continuarán con la misma línea de actuación.

Es insuficiente que Bruselas ofrezca más dinero a países como Túnez, Sudán o Egipto con el propósito de que impidan el acceso a los puertos del Mediterráneo. Porque existe alrededor de un millón de inmigrantes dispuestos a lanzarse a la aventura para llegar a Europa desde la costa africana. Lo que habría que hacer es dar mucho más dinero, por parte de las naciones europeas a estos estados, para que sus habitantes no tengan la necesidad de salir de su territorio, por cuestión de pura supervivencia. El fenómeno migratorio se está incrementando por causa también de los conflictos de África y Oriente Próximo. La aportación del primer ministro David Cameron al control de la inmigración consistente en dos patrulleras, un helicóptero y 30 expertos está condicionada a que la gente rescatada no tenga derecho inmediato a asilo en el Reino Unido, y que sea trasladada a Italia, Francia o España, los países más próximos al continente africano. Me parece, claramente, inaceptable, porque la solidaridad europea no se debe compartimentar arbitrariamente. Y las autoridades europeas aceptaron, sin decir nada, lo expresado por Cameron.

Aunque los líderes europeos se han comprometido con un programa piloto para acoger a refugiados que ahora están en campos de ACNUR, la mayoría de Siria, el número de los que serán acogidos oscilará, parece ser, entre 5.000 y 10.000, aunque no hay una cifra fijada. Se podría hacer mucho más, lo que muestra la escasa solidaridad de los mandatarios europeos.

Los países que son más escépticos, que son los del norte de Europa, respecto a la mayor acogida de inmigrantes plantean exigencias que no me parecen apropiadas. Por ejemplo, acelerar las devoluciones de inmigrantes por razones económicas, ya que según este enfoque no tienen derecho a pedir asilo en territorio comunitario. Lo considero injusto, ya que la inmensa mayoría acceden a territorio europeo para poder sobrevivir huyendo de condiciones de vida infrahumanas. Se deberían flexibilizar las normas y leyes comunitarias y nacionales para dar acogida y ayudar a estos miles de inmigrantes, de acuerdo con el espíritu que emana de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Desde una perspectiva ética y filosófica es evidente que habría que ser muchos más solidarios con los inmigrantes, porque no son responsables de su situación de precariedad, hambre y abandono o de los conflictos bélicos que han vivido y padecido. Necesitan una ayuda fraterna por parte de todos, porque somos ciudadanos del mundo.

Muertes en el Mediterráneo

José Manuel López García
sábado, 25 de abril de 2015, 22:00 h (CET)
Los miles de muertes de inmigrantes en el Mare Nostrum son intolerables. Por razones humanitarias y éticas esto no debe continuar. Los países europeos tienen la obligación moral de preparar ya en el Mediterráneo un dispositivo de salvamento general, aunque produzca un efecto llamada. No es razonable que numerosos seres humanos mueran al naufragar las lanchas neumáticas o embarcaciones con las que pretenden alcanzar en Europa una vida digna que no tienen en los países de África y de Oriente Próximo.

El abandono que sufren muchísimas personas de los países del Norte de África y de Siria y otros estados de estas zonas se expresa en esa huida hacia una salvación que se ve en Europa. Dejarlas en medio del mar a su suerte es otra forma de abandono cruel e injusto. Los gobernantes de los países europeos, a mi juicio, son responsables también de lo que está sucediendo. Con el aumento de la vigilancia marítima no se impide esta masiva inmigración a través del Mediterráneo. Los barcos comunitarios deberían rescatar a todas las embarcaciones localizables y no, exclusivamente, a las que están en apuros o son avistadas.

A mediados de mayor habrá otra reunión de los líderes europeos para seguir tratando esta cuestión, pero es previsible que continuarán con la misma línea de actuación.

Es insuficiente que Bruselas ofrezca más dinero a países como Túnez, Sudán o Egipto con el propósito de que impidan el acceso a los puertos del Mediterráneo. Porque existe alrededor de un millón de inmigrantes dispuestos a lanzarse a la aventura para llegar a Europa desde la costa africana. Lo que habría que hacer es dar mucho más dinero, por parte de las naciones europeas a estos estados, para que sus habitantes no tengan la necesidad de salir de su territorio, por cuestión de pura supervivencia. El fenómeno migratorio se está incrementando por causa también de los conflictos de África y Oriente Próximo. La aportación del primer ministro David Cameron al control de la inmigración consistente en dos patrulleras, un helicóptero y 30 expertos está condicionada a que la gente rescatada no tenga derecho inmediato a asilo en el Reino Unido, y que sea trasladada a Italia, Francia o España, los países más próximos al continente africano. Me parece, claramente, inaceptable, porque la solidaridad europea no se debe compartimentar arbitrariamente. Y las autoridades europeas aceptaron, sin decir nada, lo expresado por Cameron.

Aunque los líderes europeos se han comprometido con un programa piloto para acoger a refugiados que ahora están en campos de ACNUR, la mayoría de Siria, el número de los que serán acogidos oscilará, parece ser, entre 5.000 y 10.000, aunque no hay una cifra fijada. Se podría hacer mucho más, lo que muestra la escasa solidaridad de los mandatarios europeos.

Los países que son más escépticos, que son los del norte de Europa, respecto a la mayor acogida de inmigrantes plantean exigencias que no me parecen apropiadas. Por ejemplo, acelerar las devoluciones de inmigrantes por razones económicas, ya que según este enfoque no tienen derecho a pedir asilo en territorio comunitario. Lo considero injusto, ya que la inmensa mayoría acceden a territorio europeo para poder sobrevivir huyendo de condiciones de vida infrahumanas. Se deberían flexibilizar las normas y leyes comunitarias y nacionales para dar acogida y ayudar a estos miles de inmigrantes, de acuerdo con el espíritu que emana de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Desde una perspectiva ética y filosófica es evidente que habría que ser muchos más solidarios con los inmigrantes, porque no son responsables de su situación de precariedad, hambre y abandono o de los conflictos bélicos que han vivido y padecido. Necesitan una ayuda fraterna por parte de todos, porque somos ciudadanos del mundo.

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