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La transparencia y el combate a la corrupción como discurso para consumo ajeno

Oscar Tuma contra empresarios que aplauden a corruptos

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Decía Groucho Marx que no permitiría jamás que alguien practique la corrupción sin que él reciba una comisión, y al parecer esta filosofía es cotidiana entre muchos políticos en Paraguay. Para ellos, la corrupción nunca ha sido una cuestión de poder, sino más bien de oportunidad y costumbres.

Si recordamos que el pueblo que vota a los corruptos no es víctima sino cómplice, en mucho mayor grado podría aplicarse esta premisa a los empresarios que los aplauden y financian. En el caso del actual intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego, la financiación también corre por cuenta del pueblo, dado que gastó una exorbitante cifra de dinero público para sus eventos.

Lo mismo podría decirse de las encuestas favorables a su persona, en cuya elaboración y difusión invirtió una importante fracción de lo recaudado.

Una dura recriminación lanzó al respecto el diputado Oscar Tuma, quien arremetió contra los ricos empresarios que aplauden al intendente, apuntalando su pretensión re-eleccionaria que podría ser nefasta para la ciudad de Asunción.

“Yo puedo entender que el Intendente compre la conciencia de los más humildes, quienes por necesidad se someten a esa práctica. Pero no me entra en la cabeza como empresarios que nada deben al Intendente, y que entre cuatro paredes critican su gestión ayer, hayan estado aplaudiendo al más inútil Intendente que haya tenido la ciudad de Asunción. A esos empresarios les digo que no reclamen a los que menos tienen su conducta indecorosa, cuando se bajan los pantalones por mucho menos” señaló Tuma en sus redes sociales y recomendó, al presidente Horacio Cartes, que antes hablar de transparencia “se saque de encima los corruptos que tiene alrededor”.

Se ha hecho evidente que Tuma quita el sueño a los políticos sin autonomía de pensamiento, abundantes en la fauna paraguaya, que sólo esperan saber hacia dónde apunta el índice del bonapartismo. Desde que se habló de su candidatura, fue notorio que nadie lo quería enfrentar y todos deseaban hacerlo descabalgar. Les llevó bastante tiempo entender que no había imposición autoritaria, estructura prebendaría, encuesta fraguada, operación de prensa comprada ni espacio periodístico pagado que pueda cerrarle el paso.

Decía el ya citado Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. La contrafigura de Tuma, Arnaldo Samaniego, ha seguido la secuencia puntillosamente.

Mientras rodeado de los beneficiarios de su corrupción se jactaba de sus “logros” al frente de la Municipalidad, y era aplaudido por su clientela empresarial, era denunciado sin tregua por haber ocultado el dinero de los bomberos, atribuirse méritos ajenos, y haber sido el intendente que menos hizo a pesar de ser el que más recursos manejó.

Su bandera de campaña, unos “semáforos inteligentes” para las calles de la capital, fueron una donación de Corea que desataron interminables burlas en la redes sociales. Es que sus señales tenían caracteres en hangeul, el alfabeto coreano, y algunos automovilistas debieron recurrir a una comunicadora descendiente de coreanos para descifrarlos.

Aunque Samaniego y sus secuaces se apresuraron en anunciar la “entrada en funcionamiento” de sus “semáforos inteligentes”, pronto tuvieron que aclarar que muchos cruces de la ciudad no están conectados al control.

Sus críticos han señalado también la pésima calidad de los asfaltados, con los cuales se han llenado los bolsillos, y la falta de planificación derivada de una ejecución de obras que sólo busca el cobro de comisiones. Un ejemplo son las casillas que se construyeron en el Mercado Cuatro, monumento al lucro antisocial, que plantean más problemas que soluciones.

Todo parece indicar que en el Paraguay, tanto las críticas como los aplausos siguen surgiendo desde el bando equivocado. Cuando se habla de corrupción solo se menciona la ajena, y el discurso de transparencia no se aplica a la propia, también es una palabra para consumo ajeno.

El intendente de Asunción, escudándose en este discurso hipócrita, ha logrado eludir, por medio de una justicia politizada y corrupta, todos los esfuerzos por investigar los gastos de su administración.

Ya lo dijo un pensador: los políticos son individuos que la mitad del tiempo se pasan hablando de leyes, y la otra mitad ayudando a sus amigos a no cumplirlas. Samaniego es un buen ejemplo.

Oscar Tuma contra empresarios que aplauden a corruptos

La transparencia y el combate a la corrupción como discurso para consumo ajeno
Luis Agüero Wagner
viernes, 24 de abril de 2015, 23:53 h (CET)
Decía Groucho Marx que no permitiría jamás que alguien practique la corrupción sin que él reciba una comisión, y al parecer esta filosofía es cotidiana entre muchos políticos en Paraguay. Para ellos, la corrupción nunca ha sido una cuestión de poder, sino más bien de oportunidad y costumbres.

Si recordamos que el pueblo que vota a los corruptos no es víctima sino cómplice, en mucho mayor grado podría aplicarse esta premisa a los empresarios que los aplauden y financian. En el caso del actual intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego, la financiación también corre por cuenta del pueblo, dado que gastó una exorbitante cifra de dinero público para sus eventos.

Lo mismo podría decirse de las encuestas favorables a su persona, en cuya elaboración y difusión invirtió una importante fracción de lo recaudado.

Una dura recriminación lanzó al respecto el diputado Oscar Tuma, quien arremetió contra los ricos empresarios que aplauden al intendente, apuntalando su pretensión re-eleccionaria que podría ser nefasta para la ciudad de Asunción.

“Yo puedo entender que el Intendente compre la conciencia de los más humildes, quienes por necesidad se someten a esa práctica. Pero no me entra en la cabeza como empresarios que nada deben al Intendente, y que entre cuatro paredes critican su gestión ayer, hayan estado aplaudiendo al más inútil Intendente que haya tenido la ciudad de Asunción. A esos empresarios les digo que no reclamen a los que menos tienen su conducta indecorosa, cuando se bajan los pantalones por mucho menos” señaló Tuma en sus redes sociales y recomendó, al presidente Horacio Cartes, que antes hablar de transparencia “se saque de encima los corruptos que tiene alrededor”.

Se ha hecho evidente que Tuma quita el sueño a los políticos sin autonomía de pensamiento, abundantes en la fauna paraguaya, que sólo esperan saber hacia dónde apunta el índice del bonapartismo. Desde que se habló de su candidatura, fue notorio que nadie lo quería enfrentar y todos deseaban hacerlo descabalgar. Les llevó bastante tiempo entender que no había imposición autoritaria, estructura prebendaría, encuesta fraguada, operación de prensa comprada ni espacio periodístico pagado que pueda cerrarle el paso.

Decía el ya citado Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. La contrafigura de Tuma, Arnaldo Samaniego, ha seguido la secuencia puntillosamente.

Mientras rodeado de los beneficiarios de su corrupción se jactaba de sus “logros” al frente de la Municipalidad, y era aplaudido por su clientela empresarial, era denunciado sin tregua por haber ocultado el dinero de los bomberos, atribuirse méritos ajenos, y haber sido el intendente que menos hizo a pesar de ser el que más recursos manejó.

Su bandera de campaña, unos “semáforos inteligentes” para las calles de la capital, fueron una donación de Corea que desataron interminables burlas en la redes sociales. Es que sus señales tenían caracteres en hangeul, el alfabeto coreano, y algunos automovilistas debieron recurrir a una comunicadora descendiente de coreanos para descifrarlos.

Aunque Samaniego y sus secuaces se apresuraron en anunciar la “entrada en funcionamiento” de sus “semáforos inteligentes”, pronto tuvieron que aclarar que muchos cruces de la ciudad no están conectados al control.

Sus críticos han señalado también la pésima calidad de los asfaltados, con los cuales se han llenado los bolsillos, y la falta de planificación derivada de una ejecución de obras que sólo busca el cobro de comisiones. Un ejemplo son las casillas que se construyeron en el Mercado Cuatro, monumento al lucro antisocial, que plantean más problemas que soluciones.

Todo parece indicar que en el Paraguay, tanto las críticas como los aplausos siguen surgiendo desde el bando equivocado. Cuando se habla de corrupción solo se menciona la ajena, y el discurso de transparencia no se aplica a la propia, también es una palabra para consumo ajeno.

El intendente de Asunción, escudándose en este discurso hipócrita, ha logrado eludir, por medio de una justicia politizada y corrupta, todos los esfuerzos por investigar los gastos de su administración.

Ya lo dijo un pensador: los políticos son individuos que la mitad del tiempo se pasan hablando de leyes, y la otra mitad ayudando a sus amigos a no cumplirlas. Samaniego es un buen ejemplo.

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