La perspicacia creativa de dante, salpicada de cierta ironía, le inspiró aquel verso famoso: “Llovió después en la alta fantasía”. Oteaba con perfil crítico en los predios elevados de la imaginación. El abastecimiento de la lluvia provenía de las esferas superiores, divinas o misteriosas, según las diferentes inspiraciones. Maravillosas fuentes inagotables de la fantasía de los humanos, que tantos elementos distribuye. El uso posterior de lo imaginado crea sensaciones dispares, originará consecuencias imprevistas. La DESMESURA inmiscuye sus procedimientos por cualquier rendija. Abundan quienes presumen del conocimiento de los orígenes de esas lluvias, pretenciosos acaparadores de sus utilidades.
La feracidad de la IMAGINACIÓN la convierte en una cualidad sin parangón, de disponibilidad general e incontrolable por agentes foráneos. Es la verdadera impulsora de cuantas acciones creativas emprendemos. Bajo dos condiciones imprescindibles, eso también hay que ponerlo en claro. Colocada en su lugar de acción apropiado, es una de las propiedades espléndidas, añorada en sus ausencias; divinizada frente al resto, pierde su sentido, promueve actuaciones alocadas; de trágica presencia en diferentes épocas. Otro aspecto relevante, otro riesgo, consiste en dividirla en compartimentos estancos, sólo al servicio de ciertos sectores; cegando otras posibilidades necesarias para la vida satisfactoria.
Esa fijación en un solo sector, o bien una colocación impropia, suele ser un problema común a las actividades de las personas. Somos proclives a las adhesiones firmes, precisamente donde menos lo requieren. Posicionados en un círculo concreto, rehusamos la salida en busca de otras dimensiones. Muchos limitan sus entusiasmos a lo que perciben, su VISIÓN de objetos o circunstancias. La magnífica disposición visual es otra de las cualidades destacadas. Que no puede quedar aislada de sus carencias. ¡Hay tantos mecanismos ocultos! Que a través de las perspectivas, entenderemos la gran variedad de aproximaciones posibles. ¿Cómo ceñirnos a la visión propia en exclusiva?
Mientras los individuos hacemos gimnasia con las neuronas, flexiones y estiramientos, la adaptación a las circunstancias será tranquilizadora, en medio de repliegues, aprovechando los estímulos e ideando expectativas. La degradación sobreviene con el aislamiento, cuando esa gimnasia está distanciada de los contactos ajenos; agranda así el muñeco del ORGULLO personal, verdadero tótem creado, que cierra los lindes de su exclusivo mundo, o lo pretende. La mente propia situada en ese enorme pedestal, además de intratable, cierra sus horizontes, no dejó posibilidades al establecimiento de conexiones. ¿A qué es un dislate estúpido? Pero su frecuencia es notoria. Sus consecuencias también.
El orgullo nos infla como si fuéramos balones, con toda clase de ideas tóxicas, cada vez más limitadas al ámbito personal y menos en contacto con el resto de realidades. Engrosamos el círculo propio. En estos términos, ya pasamos al gremio de los ENSOBERBECIDOS. ¡Qué nivel! Las distancias con la divinidad pasan desapercibidas, formamos parte del olimpo de los indiscutibles, con frecuentes ramalazos agresivos inexplicables. Iracundos frente a la sociedad, fanáticos de las perspectivas particulares, intolerantes con los que disienten, con una tensión impositiva irrefrenable, y lo que es peor, como la justificamos. De la soberbia tenemos difícil escapatoria.
La madeja de los acontecimientos agrega muchas facetas a cada paso, en un intrincado muestrario de venturas y desventuras. El asombro quedó superado, asimilado por la comprensión del dinamismo existencial; la igualdad de matices no es de este mundo. Ese planteamiento nos conduce al respeto por la historia, constituida como reflejo de aquellas realidades; que luego cada quién percibirá con sus maneras. Sabido esto, cómo será posible que nos asalten los escándalos de las historias UNÍVOCAS; simplezas forjadas a fuerza de falsificaciones, con las que consiguen credulidades impensables. Chirrían con diversos sones, catalanes, eukaldunes, franquistas, republicanos; afanados en la reducción de matices.
Arrastramos las extravagancias protagonizadas desde infinitas maneras expresivas, en el rango teórico, como en la práctica cotidiana; siempre abrumados por curiosas paradojas. Suele afirmarse y con razón, que todo aquello aparentemente igual, será a lo sumo parecido, por la diversidad total reinante. También dicen que la historia está llena de repeticiones, pero la vibración de cada persona es distinta. La generalización no sabe de ramas particulares. No cabe otra, los que practican con resoluciones contundentes, implacables, sin matices; pertenecen de manera inmediata al círculo de los SOSPECHOSOS; mientras no consigan explicarnos su actitud de forma congruente.
Bien es verdad que nos llueven manías fantasiosas suficientes para el desajuste de cualquier convivencia, con escasa disposición para las actuaciones correctoras. Con toda la enumeración de círculos peyorativos; quizá echemos de menos la cita del círculo de los PUSILÁNIMES, gentes de pensamiento endeble, tendentes a la actitud indiferente como norma de vida. Un dejarse llevar sin resoluciones personales, con la dignidad reducida a mínimos. Bien por incapacidad mental, por pereza o por comodidad, los participantes en estas conductas constituyen un amplio grupo, sino el de mayor número de integrantes. Tenemos muy claro el papel deslucido que ejercen en sus comunidades. Aunque su simpleza no elude responsabilidades.
En ocasiones, son pequeños rasgos los que diferencian las agrupaciones. Con las mismas características frustrantes de las pusilánimes, aparece otra serie de sujetos configuradores de un grupo claramente distinto. Los REIVINDICATIVOS a secas. Sin aportaciones significativas ni proyectos elaborados, ceñidos a la reclamación permanente. Las reflexiones tampoco son su fuerte, con lo cual, la reivindicación semeja un acto reflejo desprovisto de razonamientos. Ni tan siquiera proclaman peticiones entendibles, acumulan el reflujo constante de mentes protestonas, indispuestas con los esfuerzos creativos o con la simple colaboración comunitaria. Ni de denuncia sirven, por su vacuidad.
De cualquier manera, lo peor no reside en la perversión acumulada en cada sector; lo es la CERRAZÓN de sus componentes, excluyentes por lo general con las versiones discordantes. La incomunicación progresa en el aislamiento e impide los intercambios saludables. No es asumible la rueda al margen de las demás realidades. La abundancia de estas conductas nunca será un buen argumento para defenderlas; por el contrario, serán señales de alarma, expresivas del desconcierto social originado. Es un sino malhadado este de la pugna constante por la fragmentación y los sectores cerrados. Las conexiones reales, aunque silenciadas, subsisten en el fondo común, mantinen la noble invitación hacia los giros de colaboración, hacia la consecución de unos mínimos de armonía, que rechazamos en demasía.