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Día Internacional de la madre Tierra

Para el capitalismo no importa el planeta, sólo las materias primas

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En el corazón de Sudamérica existe una república que posee una “Ley de la Madre Tierra”, cuyo decreto surgió a raíz de la cumbre de Cancún sobre el clima. En dicha ley se iguala por primera vez en una constitución, aunque de manera simbólica, al ser humano y a la naturaleza. En esta línea su presidente declaró: “Los derechos de la Madre Tierra son incluso más importantes que los derechos humanos”.

El citado artículo comienza con la constatación de que los habitantes de los Andes tienen una relación religiosa con la naturaleza, lo que tampoco los conquistadores cristianos pudieron cambiar. Más adelante se lee: «Una de las consecuencias más trágicas del cambio climático es que algunas naciones y territorios están condenadas a desaparecer por la elevación del nivel del mar. Todo empezó con la revolución industrial de 1750 que dio inicio al sistema capitalista. En dos siglos y medio, los países llamados ‘desarrollados’ han consumido gran parte de los combustibles fósiles que tardaron cinco millones de siglos en crearse. La competencia y la avaricia sin límites del sistema capitalista están llevando al planeta al precipicio. Para el capitalismo no somos seres humanos sino consumidores. Para el capitalismo no existe la madre Tierra sino las materias primas.

El capitalismo es la fuente del desequilibrio en el mundo. Genera lujo, ostentación y derroche para unos pocos, mientras millones mueren de hambre en el mundo. En manos del capitalismo todo se convierte en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la justicia, la ética, la muerte… la vida misma. Todo, absolutamente todo, se vende y se compra en el capitalismo. Y hasta el propio “cambio climático” se ha convertido en un negocio».

Pero el ser humano no puede vivir sin la naturaleza, que hasta ahora él mismo ha destruido ya de forma prácticamente irremediable, así como tampoco es posible anular la globalización que ha impuesto el sistema económico de los países ricos y del que ya no se pueden desprender. Mientras unos en aras de la tradición y en su afán de obtener beneficio de todo, están ocupados en mantener su pompa, prestigio y poder, otros lo están en busca del ocio y de la diversión, aunque nada de eso contribuya a que al mundo le vaya mejor, ya que el egoísmo se extiende por todos los ámbitos de este mundo. Una gran mayoría, no obstante, sigue viviendo impotente la desigualdad, la opresión y la pobreza.

Sin embargo en un programa de televisión en el que se trataba el tema de la pobreza y la desigualdad, se lanzaba la siguiente pregunta: ¿no será hora de que Jesús de Nazaret regrese? Hace 2000 años Jesús vino por los pobres, no estando jamás entre los ricos, los sacerdotes o los poderosos de su época. Sin embargo el hecho de que “oficialmente” se le mantenga desde hace siglos colgado en la cruz, muerto, mudo e impotente puede ser una explicación del porqué muchos creyentes hayan perdido la esperanza en esa promesa que Él mismo hizo.

Para el capitalismo no importa el planeta, sólo las materias primas

Día Internacional de la madre Tierra
Vida Universal
martes, 21 de abril de 2015, 08:04 h (CET)
En el corazón de Sudamérica existe una república que posee una “Ley de la Madre Tierra”, cuyo decreto surgió a raíz de la cumbre de Cancún sobre el clima. En dicha ley se iguala por primera vez en una constitución, aunque de manera simbólica, al ser humano y a la naturaleza. En esta línea su presidente declaró: “Los derechos de la Madre Tierra son incluso más importantes que los derechos humanos”.

El citado artículo comienza con la constatación de que los habitantes de los Andes tienen una relación religiosa con la naturaleza, lo que tampoco los conquistadores cristianos pudieron cambiar. Más adelante se lee: «Una de las consecuencias más trágicas del cambio climático es que algunas naciones y territorios están condenadas a desaparecer por la elevación del nivel del mar. Todo empezó con la revolución industrial de 1750 que dio inicio al sistema capitalista. En dos siglos y medio, los países llamados ‘desarrollados’ han consumido gran parte de los combustibles fósiles que tardaron cinco millones de siglos en crearse. La competencia y la avaricia sin límites del sistema capitalista están llevando al planeta al precipicio. Para el capitalismo no somos seres humanos sino consumidores. Para el capitalismo no existe la madre Tierra sino las materias primas.

El capitalismo es la fuente del desequilibrio en el mundo. Genera lujo, ostentación y derroche para unos pocos, mientras millones mueren de hambre en el mundo. En manos del capitalismo todo se convierte en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la justicia, la ética, la muerte… la vida misma. Todo, absolutamente todo, se vende y se compra en el capitalismo. Y hasta el propio “cambio climático” se ha convertido en un negocio».

Pero el ser humano no puede vivir sin la naturaleza, que hasta ahora él mismo ha destruido ya de forma prácticamente irremediable, así como tampoco es posible anular la globalización que ha impuesto el sistema económico de los países ricos y del que ya no se pueden desprender. Mientras unos en aras de la tradición y en su afán de obtener beneficio de todo, están ocupados en mantener su pompa, prestigio y poder, otros lo están en busca del ocio y de la diversión, aunque nada de eso contribuya a que al mundo le vaya mejor, ya que el egoísmo se extiende por todos los ámbitos de este mundo. Una gran mayoría, no obstante, sigue viviendo impotente la desigualdad, la opresión y la pobreza.

Sin embargo en un programa de televisión en el que se trataba el tema de la pobreza y la desigualdad, se lanzaba la siguiente pregunta: ¿no será hora de que Jesús de Nazaret regrese? Hace 2000 años Jesús vino por los pobres, no estando jamás entre los ricos, los sacerdotes o los poderosos de su época. Sin embargo el hecho de que “oficialmente” se le mantenga desde hace siglos colgado en la cruz, muerto, mudo e impotente puede ser una explicación del porqué muchos creyentes hayan perdido la esperanza en esa promesa que Él mismo hizo.

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