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Para reducir la deuda a los niveles anteriores a la crisis procede reducir la deuda pública (…) y ello requiere aplicar a las familias una quita del 10% sobre su patrimonio neto

La quita del 10% a las familias

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El Fondo Monetario Internacional no puede seguir con los dirigentes que tiene actualmente. Están haciendo más daño que un nublado de verano. Ahí tienen ustedes la extravagante idea del FMI reflejada en uno de sus últimos informes respecto a Vigilancia Fiscal (Fiscal Monitor). El objetivo es reducir paulatinamente el déficit. Lo basa en los sacrificios de la ciudadanía; es decir, algo parecido a lo que hizo el despreciable FROB para beneficiar a la banca a costa del ciudadano y sus ahorros, con lo que no fue necesario el rescate, pues ya lo pagamos nosotros.

Pero, claro, los sacrificios siempre recaen en los mismos y de ellos se benefician los de siempre. Más vale, como dicen en la UE, que investiguen a Lagarde que, dicho sea de paso, es el origen de muchos males, deficientes políticas y abusos descontrolados. Los malos pensamientos no deben ser traslados a la política porque los ejemplos corrigen mucho mejor que las reprimendas. Como analista político, no tengo ninguna duda de que esta señora merece un escrache cada quincena de mes, además de un correctivo serio y riguroso. Sinceramente, Lagarde ya huele y no precisamente bien. El tiempo dirá y hablará de sus andanzas.

Una de las burradas propuestas por Christine Lagarde es imponer un tributo especial "sobre el capital" (sic). Otra vez habla de “quitas”, como sucedió con las preferentes y las subordinadas de la entidad fraudulenta Caja España-Duero en su momento, Bankia y otros casos de triste recuerdo y peores consecuencias. Pretende, Lagarde, una quita excepcional sobre la riqueza de las familias.

Sin duda, esa memez expresada por Lagarde va contra la inversión, contra la confianza en el FMI (que ahora mismo es nula) y, además, facilita que algunas familias busquen el camino para la fuga de capitales. La desincentivación de la inversión se pone en marcha solo con escuchar semejante estupidez. Ahí tienen lo dicho por Lagarde: “La medida consistiría en gravar la riqueza neta de las familias y destinar el dinero recaudado a amortizar deuda estatal”. Como siempre, quien paga es la ciudadanía, cuando lo que procede es la eliminación de decenas de organismos internacionales, centenares de puestos cuadriculados que a nada conducen y el control de los mismos. Se sienten por encima del bien y del mal y, ya se sabe, así nos cubre el pelo.

El FMI no debe de meterse donde no le llaman. El fuerte deterioro de las finanzas públicas no es culpa de la ciudadanía y sí de las malas políticas de los gobernantes. La pena es que esos nunca tienen responsabilidad sobre lo que hacen. Para muchos, y yo el primero, Christine Lagarde es un atentado al sentido común y sus propuestas rayan el terrorismo financiero. Sus afirmaciones sobre que “muchos países han reavivado el interés sobre la posible aplicación de este tipo de gravámenes especiales” forma parte del egoísmo personal y del hecho de sentirse por encima de todo y del miedo de los gobiernos nacionales a verse con las posaderas al aire y con las críticas a la fealdad de éstas.

Para quienes no están inmersos en el mundo financiero, hay que constatar que ese estúpido e insensato informe constata que para reducir la deuda a los niveles anteriores a la crisis procede “reducir la deuda pública (…) a los niveles de finales de 2007 y ello requiere aplicar a las familias una quita del 10% sobre su patrimonio neto (activos menos pasivos)”, según el FMI. Sinceramente, esa opinión es para quitarse la gorra y correr a gorrazos a los proponentes de semejante desfachatez.

Sin duda, hay otros caminos como los que antes apunté: prescindiendo de centenares de cargos públicos en cada país, en los organismos internacionales y en los plurinacionales, así como eliminando órganos y organismos de dudoso pelaje y dejando de gastar el 75% de lo gastado en dichos organismos supranacionales.

Semejante insensatez respecto a los gravámenes excepcionales ya se hizo en otros momentos de la Historia no reciente, como fue en Europa tras la Primera Guerra Mundial, incluso en Japón y en Alemania tras la segunda conflagración mundial. Y ahí estamos. La Historia se repite, pero casi siempre en sus procesos negativos y en sus nefastas decisiones. Me da la impresión de que para Christine Lagarde sería más positiva la eliminación de los mayores de 90 años para así ahorrar en gastos sanitarios y en políticas de dependencia. Sin duda, esta señora es un peligro público. Doy fe.

En fin, más vale que la señora Lagarde aclare de una vez sus casos de corrupción, durante el tiempo que fue ministra de Sarkozy. A sus casi 60 años no debería sacar a relucir sus malos pensamientos y, menos aún, en momentos de crisis con su sueldo desorbitado e injusto. Se cree en posesión de la verdad y, precisamente, ahí está su peligro. Ya decía Juan María Bandrés que las verdades eternas trasladadas a la política son un primer paso hacia el totalitarismo y hacia los sueños de grandeza. Y ahí estamos, pero dañados los de siempre.

La quita del 10% a las familias

Para reducir la deuda a los niveles anteriores a la crisis procede reducir la deuda pública (…) y ello requiere aplicar a las familias una quita del 10% sobre su patrimonio neto
Jesús  Salamanca
domingo, 19 de abril de 2015, 12:08 h (CET)
El Fondo Monetario Internacional no puede seguir con los dirigentes que tiene actualmente. Están haciendo más daño que un nublado de verano. Ahí tienen ustedes la extravagante idea del FMI reflejada en uno de sus últimos informes respecto a Vigilancia Fiscal (Fiscal Monitor). El objetivo es reducir paulatinamente el déficit. Lo basa en los sacrificios de la ciudadanía; es decir, algo parecido a lo que hizo el despreciable FROB para beneficiar a la banca a costa del ciudadano y sus ahorros, con lo que no fue necesario el rescate, pues ya lo pagamos nosotros.

Pero, claro, los sacrificios siempre recaen en los mismos y de ellos se benefician los de siempre. Más vale, como dicen en la UE, que investiguen a Lagarde que, dicho sea de paso, es el origen de muchos males, deficientes políticas y abusos descontrolados. Los malos pensamientos no deben ser traslados a la política porque los ejemplos corrigen mucho mejor que las reprimendas. Como analista político, no tengo ninguna duda de que esta señora merece un escrache cada quincena de mes, además de un correctivo serio y riguroso. Sinceramente, Lagarde ya huele y no precisamente bien. El tiempo dirá y hablará de sus andanzas.

Una de las burradas propuestas por Christine Lagarde es imponer un tributo especial "sobre el capital" (sic). Otra vez habla de “quitas”, como sucedió con las preferentes y las subordinadas de la entidad fraudulenta Caja España-Duero en su momento, Bankia y otros casos de triste recuerdo y peores consecuencias. Pretende, Lagarde, una quita excepcional sobre la riqueza de las familias.

Sin duda, esa memez expresada por Lagarde va contra la inversión, contra la confianza en el FMI (que ahora mismo es nula) y, además, facilita que algunas familias busquen el camino para la fuga de capitales. La desincentivación de la inversión se pone en marcha solo con escuchar semejante estupidez. Ahí tienen lo dicho por Lagarde: “La medida consistiría en gravar la riqueza neta de las familias y destinar el dinero recaudado a amortizar deuda estatal”. Como siempre, quien paga es la ciudadanía, cuando lo que procede es la eliminación de decenas de organismos internacionales, centenares de puestos cuadriculados que a nada conducen y el control de los mismos. Se sienten por encima del bien y del mal y, ya se sabe, así nos cubre el pelo.

El FMI no debe de meterse donde no le llaman. El fuerte deterioro de las finanzas públicas no es culpa de la ciudadanía y sí de las malas políticas de los gobernantes. La pena es que esos nunca tienen responsabilidad sobre lo que hacen. Para muchos, y yo el primero, Christine Lagarde es un atentado al sentido común y sus propuestas rayan el terrorismo financiero. Sus afirmaciones sobre que “muchos países han reavivado el interés sobre la posible aplicación de este tipo de gravámenes especiales” forma parte del egoísmo personal y del hecho de sentirse por encima de todo y del miedo de los gobiernos nacionales a verse con las posaderas al aire y con las críticas a la fealdad de éstas.

Para quienes no están inmersos en el mundo financiero, hay que constatar que ese estúpido e insensato informe constata que para reducir la deuda a los niveles anteriores a la crisis procede “reducir la deuda pública (…) a los niveles de finales de 2007 y ello requiere aplicar a las familias una quita del 10% sobre su patrimonio neto (activos menos pasivos)”, según el FMI. Sinceramente, esa opinión es para quitarse la gorra y correr a gorrazos a los proponentes de semejante desfachatez.

Sin duda, hay otros caminos como los que antes apunté: prescindiendo de centenares de cargos públicos en cada país, en los organismos internacionales y en los plurinacionales, así como eliminando órganos y organismos de dudoso pelaje y dejando de gastar el 75% de lo gastado en dichos organismos supranacionales.

Semejante insensatez respecto a los gravámenes excepcionales ya se hizo en otros momentos de la Historia no reciente, como fue en Europa tras la Primera Guerra Mundial, incluso en Japón y en Alemania tras la segunda conflagración mundial. Y ahí estamos. La Historia se repite, pero casi siempre en sus procesos negativos y en sus nefastas decisiones. Me da la impresión de que para Christine Lagarde sería más positiva la eliminación de los mayores de 90 años para así ahorrar en gastos sanitarios y en políticas de dependencia. Sin duda, esta señora es un peligro público. Doy fe.

En fin, más vale que la señora Lagarde aclare de una vez sus casos de corrupción, durante el tiempo que fue ministra de Sarkozy. A sus casi 60 años no debería sacar a relucir sus malos pensamientos y, menos aún, en momentos de crisis con su sueldo desorbitado e injusto. Se cree en posesión de la verdad y, precisamente, ahí está su peligro. Ya decía Juan María Bandrés que las verdades eternas trasladadas a la política son un primer paso hacia el totalitarismo y hacia los sueños de grandeza. Y ahí estamos, pero dañados los de siempre.

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