Como cada verano, los traspasos y fichajes son algo habitual en el panorama futbolístico. De hecho, los principales culebrones estivales no son los que nos llegan a través de la pequeña pantalla, sino los que lo hacen a través de los principales equipos de fútbol. Millones de euros se deglutan yendo y viniendo por estas fechas en manos de presidentes, intermediarios y futbolistas, movimientos ajedrecísticos sobre céspedes pulidos en los que prima la veteranía - incluso la prejubilación en muchos casos- sobre la juventud, y la extranjería sobre la nacionalidad propia -aunque luego el rendimiento deje tanto que desear en ambos casos-.
Hace unos días, por ejemplo, se ha consumado, por fin –a ver si se relaja un poco el tema-, el “matrimonio” entre el Real Madrid y Bernd Schuster. Por el camino ha quedado el equipaje del que ambo se han desprendido: un año de matrimonio tempestuoso pero fructífero de los merengues con Fabio Capello, y un contrato “prematrimonial” de marcado carácter económico entre el Getafe y el técnico alemán. Solventados los escollos, pues, veremos si la felicidad pretendida por la grada del Bernabéu es la conseguida.
Lo que sucede este verano es que parece que esta fiebre ha alcanzado, igualmente, al césped de La Moncloa, y ha parasitado, al mismo tiempo y en su expansión, los comportamientos presidenciales. Los “enroques” no son jugadas arbitrarias, pero realizadas con osadía tras otro movimiento clave, léase el Debate sobre el Estado de la Nación, y además a golpes de a 4, dan a entender que la espontaneidad puede haber sido un elemento fundamental en dicha decisión. Es curioso, sin embargo, que el adversario, que juega con “negras”, no haya visto en esta jugada un afán por recular por parte de su oponente de cara a la siguiente cita destacada en el calendario electoral y, únicamente, haya esbozado la opinión de que esta alternancia transitoria no será sino un parche sin solución real para entonces. Y, digo yo, tras una partida de tanto calado como la del hemiciclo, ¿no habrá sido que el Presidente del Gobierno ha intuido alguna debilidad en su camino a la renovación y se ha desprendido de ciertos lastres sacrificando una victoria menor por una de aún mayor trascendencia?. ¿Ahora te hago vencedor para que, luego, en la confianza, muerdas el cebo?
Lo cierto es que si la oposición anda desorientada -incluso hasta el punto de insinuarse un posible retorno al ruedo político de Rodrigo Rato tras abandonar los despachos mundiales del Tío Gilito-, los devaneos de Zapatero quitando y entregando carteras -y recurriendo a “retirados” arrepentidos deseosos de volver al coso- no se presentan como la mejor credencial en pos de su objetivo final, sino, por el contrario, como un gesto de postración momentánea en su intento de volver a incorporarse. Por mucho que uno empiece la partida, o que refuerce su banquillo y su alineación, ser campeón no certifica volver a serlo porque, de momento, los títulos, y los asientos, han de revalidarse y abrir con blancas y hacer enroques no garantiza un jaque.