Cuando uno inicia un viaje con intención de relatarlo, los sentidos se transforman en antenas que captan todo y no dejan escapar ni un solo movimiento de lo que sucede alrededor del escritor. Esto nos lo podría contar mejor el periodista Jordi Bernal que acaba de publicar, en la joven editorial Tentadero, un magnífico libro titulado Viajando con ciutadans.
Bernal recopila en el libro las crónicas de las presentaciones de la plataforma Ciutadans de Catalunya desde junio de 2005 a pocos días antes de la entrada en el Parlamento de Cataluña del partido político Ciutadans-Partido de la Ciudadanía, tras las elecciones del 1 de noviembre de 2006.
No puedo -ni he podido durante su lectura- ser objetivo a la hora de escribir estas líneas. Por dos motivos principales, aunque existen varios más. Me une a Bernal haber compartido muchas de las asistencias a las presentaciones-conferencias que forman el corpus del libro y que he vuelto a vivir durante su lectura. Y soy parte del propio libro al ser actor, de reparto pero con nombre en los créditos, de una de las crónicas que configuran el libro.
Jordi Bernal tiene la prosa de la crónica en la cabeza. Quedan pocos cronistas y están todos, seguramente, circunscritos a las páginas de deportes de los diarios. Excepción hecha de las líneas que Raúl del Pozo nos regala el día después de la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Ser cronista no es solo relatar, describir y entretener, tres puntos imprescindibles, sino que también es necesario haber leído, tener un bagaje cultural entre los dedos de las manos que quede demostrado en el texto. Bernal es cronista y se nota que lector.
El título del libro, Viajando con ciutadans, es una auténtica declaración de intenciones, al recordar sus viajes con un grupo de ciudadanos -que no Ciudadanos- que estaban organizando un partido político en Cataluña, cuya novedad, que valió en más de una ocasión una colleja, era no ser nacionalista.
Cualquiera que lea la crónica de este viaje anunciado podrá cerrar los ojos e imaginar casi con exactitud la presentación, una a una, que los atrevidos ciudadanos fueron protagonizando población a población. Hoy, 200 asistentes; ayer, 150; mañana, 60; el viernes, 180. Los Boadella, Espada, Giménez Barbat, De Carreras, Ovejero... pasan por las páginas como si los tuviéramos a nuestro lado mientras leemos las carcajadas –que denotan esa expulsión de la tensión ante el qué dirán- del público que asiste esperanzado en que el proyecto tenga una plasmación real en las elecciones autonómicas. Y la tuvo, desde luego.
Probablemente el mejor cronista catalán -que ni se cita en los libros de texto de las escuelas catalanas- estuvo en el momento adecuado en el lugar exacto allá por 1931 para relatar el paso de la monarquía a la república. El cronista tiene que tener ese punto de suerte. Bernal, aunque no necesitó esa suerte, estuvo en los lugares adecuados para escribir lo que estaba pasando y la prensa catalana no estaba dispuesta a publicar. Ya saben, Boadella la utiliza una vez que desaloja.
Cuando vuelva a ver a Bernal le preguntaré por la presentación del libro, que se hizo en una discoteca barcelonesa, en penumbra, al más puro estilo clandestino y con un retraso considerable que demuestra, una vez más, la credencial hispana que corre por las venas de los catalanes. ¿Por qué en una discoteca que tiene el suculento nombre de KGB?
Viajando con ciutadans debería ser el primer libro de lectura obligatoria en la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. No creo que haya nada que enseñe más la realidad que el negro sobre blanco de Bernal y pocos libros expondrán como este lo que es el concepto de ciudadanía en la actualidad. Irrepetible viaje.