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He visto en la cristiandad una licencia para hacer la guerra que avergüenza incluso a las naciones bárbaras (Hug Grotius 1583-1645)

Fes antagónicas

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Según la UNESCO “las guerras nacen en el espíritu humano, es en el espíritu de los hombres donde deben levantarse las defensas de la paz”. La palabra espíritu es muy ambigua. Se dice que se cultiva el espíritu si se es amante de las grandes obras de la literatura universal o si se lo refina deleitándose en las magníficas creaciones musicales. El espíritu humano es mucho más que aquella parte interior que le permite gozar la belleza de las creaciones artísticas. Según la Biblia el espíritu equivale al corazón de donde provienen los pensamientos buenos y malos. En tanto se siga creyendo que el espíritu del hombre es aquel lugar íntimo que se puede activar sensualmente no se podrá impedir que en el corazón nazcan pensamientos que impulsen la violencia en general y la guerra en concreto. El efecto lucifer se produce porque los individuos no se han convertido a Cristo que transforma el corazón inicialmente malo en uno de bueno. Del corazón malo nacen los pensamientos malos que se convierten en hechos desagradables.

Todas las guerras tienen en común la estupidez humana. Las guerras de la religión que aportaron hambre y sufrimiento en Europa gracias a la estupidez de reyes y clérigos, se ha avivado. Un dios que necesita la protección humana no merece que se le considere dios. Tampoco merece que se adore a un dios que exige que los infieles crean en él por la fuerza y bajo la presión del miedo de morir violentamente si uno no se convierte a él. La fe es algo personal que no se puede imponer por la fuerza, sino por el convencimiento. La práctica religiosa impuesta por la coacción es un acto de hipocresía ya que no se actúa bajo el dictado de la conciencia que elige hacerlo.

La guerra de religión ha vuelto a estallar entre el islam y el cristianismo. Hasta hace poco el antagonismo se manifestaba en ataques contra pequeñas comunidades cristianas y en individuos musulmanes que se convertían al cristianismo. Ahora, con el Estado Islámico y otros grupos extremistas se ha convertido en una guerra declarada que tiene el propósito de borrar el cristianismo de sobre la faz de la Tierra para implantar el islam en ella.

La agresividad del islam contra el cristianismo no nos coge por sorpresa. Jesús ya anunció a sus discípulos al inicio de su ministerio público que sus seguidores no lo tendrían fácil: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros. Gozaos y alegraos, porque vuestro premio es grande en los cielos, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5: 11,12). Cuando sus discípulos le preguntaron sobre las señales que precederían el fin del tiempo les dijo que además de guerras y rumores de guerras, terremotos y otros cataclismos, les aclaró: “Pero antes de estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio” (Lucas 21: 12,13).

Abraham era viejo y no tenía hijo que heredase sus bienes. El Señor le había prometido un hijo y el heredero no venía. Sara, su esposa, siguiendo la costumbre de la época le ofrece Agar, su esclava, par que se acueste con ella. El fruto que nacería de la relación sería considerado hijo de la madre estéril. El resultado fue el nacimiento de Ismael. Éste no fue el hijo prometido porque tenía que serlo de Sara. Cuando Abraham tenía cien años el Señor visitó a Sara, que concibió y dio a luz a Isaac. Cuando Isaac fue destetado, para celebrar el acontecimiento Abraham hizo un banquete. Entonces sucedió algo que aparentemente fue una chiquillada, pero que aporta luz a lo que está sucediendo hoy con el extremismo islámico: Ismael se burlaba de Isaac” (Génesis 21:9). El apóstol Pablo hace esta interpretación del hecho: “Pero el de la esclava nació según la carne, mas el de la libre, por la promesa…Así que, hermanos, nosotros como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora…” (Gálatas 4:23,28-31). Los verdaderos hijos de Abraham no lo son los de la línea de Ismael sino los de la de Isaac. Los judíos, aquí también se pueden incluir a los musulmanes, pueden presumir de ser descendientes de Abraham, pero Jesús desmiente esta pretensión al decir: “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais…pero ahora pensáis matarme…Vosotros sois hijos del diablo, y las obras de vuestro padre el diablo queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio” (Juan 4:39-44). Tanto islamistas como judíos no son hijos espirituales de Abraham porque no son de la fe de Abraham. Abraham creyó en el Mesías que tenia que venir, es decir, el Hijo de Dios encarnado en el hombre Jesús. En general ni los islamistas ni los judíos poseen esta fe. Descendientes según la carne, sí, descendientes según la fe de Abraham, no. Dos fes contrapuestas que no pueden ir juntas. La luz y la oscuridad se excluyen. Allí donde hay una excluye la otra. “El que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el espíritu, así también ahora”. Las dos descendencias se repelen y lo seguirán haciendo hasta el último día. Es por ello que las leyes coránicas sentencian a muerte a los fieles musulmanes que se convierten a Cristo y persiguen a muerte a los cristianos allí en donde pueden hacerlo”.

Fes antagónicas

He visto en la cristiandad una licencia para hacer la guerra que avergüenza incluso a las naciones bárbaras (Hug Grotius 1583-1645)
Octavi Pereña
lunes, 13 de abril de 2015, 22:28 h (CET)
Según la UNESCO “las guerras nacen en el espíritu humano, es en el espíritu de los hombres donde deben levantarse las defensas de la paz”. La palabra espíritu es muy ambigua. Se dice que se cultiva el espíritu si se es amante de las grandes obras de la literatura universal o si se lo refina deleitándose en las magníficas creaciones musicales. El espíritu humano es mucho más que aquella parte interior que le permite gozar la belleza de las creaciones artísticas. Según la Biblia el espíritu equivale al corazón de donde provienen los pensamientos buenos y malos. En tanto se siga creyendo que el espíritu del hombre es aquel lugar íntimo que se puede activar sensualmente no se podrá impedir que en el corazón nazcan pensamientos que impulsen la violencia en general y la guerra en concreto. El efecto lucifer se produce porque los individuos no se han convertido a Cristo que transforma el corazón inicialmente malo en uno de bueno. Del corazón malo nacen los pensamientos malos que se convierten en hechos desagradables.

Todas las guerras tienen en común la estupidez humana. Las guerras de la religión que aportaron hambre y sufrimiento en Europa gracias a la estupidez de reyes y clérigos, se ha avivado. Un dios que necesita la protección humana no merece que se le considere dios. Tampoco merece que se adore a un dios que exige que los infieles crean en él por la fuerza y bajo la presión del miedo de morir violentamente si uno no se convierte a él. La fe es algo personal que no se puede imponer por la fuerza, sino por el convencimiento. La práctica religiosa impuesta por la coacción es un acto de hipocresía ya que no se actúa bajo el dictado de la conciencia que elige hacerlo.

La guerra de religión ha vuelto a estallar entre el islam y el cristianismo. Hasta hace poco el antagonismo se manifestaba en ataques contra pequeñas comunidades cristianas y en individuos musulmanes que se convertían al cristianismo. Ahora, con el Estado Islámico y otros grupos extremistas se ha convertido en una guerra declarada que tiene el propósito de borrar el cristianismo de sobre la faz de la Tierra para implantar el islam en ella.

La agresividad del islam contra el cristianismo no nos coge por sorpresa. Jesús ya anunció a sus discípulos al inicio de su ministerio público que sus seguidores no lo tendrían fácil: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros. Gozaos y alegraos, porque vuestro premio es grande en los cielos, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5: 11,12). Cuando sus discípulos le preguntaron sobre las señales que precederían el fin del tiempo les dijo que además de guerras y rumores de guerras, terremotos y otros cataclismos, les aclaró: “Pero antes de estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio” (Lucas 21: 12,13).

Abraham era viejo y no tenía hijo que heredase sus bienes. El Señor le había prometido un hijo y el heredero no venía. Sara, su esposa, siguiendo la costumbre de la época le ofrece Agar, su esclava, par que se acueste con ella. El fruto que nacería de la relación sería considerado hijo de la madre estéril. El resultado fue el nacimiento de Ismael. Éste no fue el hijo prometido porque tenía que serlo de Sara. Cuando Abraham tenía cien años el Señor visitó a Sara, que concibió y dio a luz a Isaac. Cuando Isaac fue destetado, para celebrar el acontecimiento Abraham hizo un banquete. Entonces sucedió algo que aparentemente fue una chiquillada, pero que aporta luz a lo que está sucediendo hoy con el extremismo islámico: Ismael se burlaba de Isaac” (Génesis 21:9). El apóstol Pablo hace esta interpretación del hecho: “Pero el de la esclava nació según la carne, mas el de la libre, por la promesa…Así que, hermanos, nosotros como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora…” (Gálatas 4:23,28-31). Los verdaderos hijos de Abraham no lo son los de la línea de Ismael sino los de la de Isaac. Los judíos, aquí también se pueden incluir a los musulmanes, pueden presumir de ser descendientes de Abraham, pero Jesús desmiente esta pretensión al decir: “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais…pero ahora pensáis matarme…Vosotros sois hijos del diablo, y las obras de vuestro padre el diablo queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio” (Juan 4:39-44). Tanto islamistas como judíos no son hijos espirituales de Abraham porque no son de la fe de Abraham. Abraham creyó en el Mesías que tenia que venir, es decir, el Hijo de Dios encarnado en el hombre Jesús. En general ni los islamistas ni los judíos poseen esta fe. Descendientes según la carne, sí, descendientes según la fe de Abraham, no. Dos fes contrapuestas que no pueden ir juntas. La luz y la oscuridad se excluyen. Allí donde hay una excluye la otra. “El que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el espíritu, así también ahora”. Las dos descendencias se repelen y lo seguirán haciendo hasta el último día. Es por ello que las leyes coránicas sentencian a muerte a los fieles musulmanes que se convierten a Cristo y persiguen a muerte a los cristianos allí en donde pueden hacerlo”.

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