Ciertamente vivimos un año de cambios en lo que a la escena política se refiere , nuestro país vive con igual intensidad la incertidumbre del resultado de los próximos comicios electorales como el deseo de cambio tras años de crisis que sólo han servido para empobrecer a la clase media y situar a España en un anacrónico viaje en el tiempo que le ha llevado a parecerse más al país en blanco y negro de los años previos a la democracia que aquel país avanzando y de crecimiento constante que llego a estar entre las diez potencias del mundo.
Nadie duda hoy que el año 2015 parece estar marcado de manera clara por una lucha entre el bipartidismo que ha dado estabilidad a nuestro país desde la entrada de la Democracia y el empuje permanente de nuevos agentes políticos que hoy reivindican con fuerza su espacio en un nuevo tiempo que según argumentan necesita de nuevos interlocutores.
De una forma u otra, este hecho que pudiera parecer novedoso no es más que la aplicación del Principio de Acción y Reacción que en su tercera ley enunciara Isaac newton. Así hoy vivimos una danza permanente de pretendientes al voto que en perfecta pasarela juran y prometen ser lo que todos deseamos que sean . Aunque este baile de máscaras político se parece más a ese acto equilibro que pregonase Jacques Benigne Bossuet en siglo XVII entre quienes quieren entrar y aquellos que no quieren salir.
Tal vez por ello, la política real , la que demanda la ciudadanía no debería partir sólo de una sopa de letras políticas o de nuevas caras sino de la introducción de un nuevo marco político que permita hacer de la necesaria y útil política en mayúsculas una herramienta al servicio del pueblo y no un elemento de imposición de un status quo por parte de los partidos políticos, verdaderas corporaciones hoy de intereses que en muchas ocasiones responden más a los deseos de unos pocos que al interés de la mayoría. La limitación de mandatos real y no con de sucedáneos que permiten el bucle permanente de oca a oca de quienes llegan a los cargos públicos, la atracción de profesionales a la vida política o la apuesta por la productividad en la gestión de lo público son así sólo algunas de las claves por las que debería de regirse una política que hoy parece bastante alejada por lo general de este planteamiento.
Es la política en mayúscula la que hoy se necesita de manera urgente , esa que debe de llevarse a cabo por las personas con mayor capacidad y merito de nuestra sociedad, por aquellas personas que con una trayectoria intachable de rectitud y capacidad, hayan demostrado en cualquiera de las esferas sociales, culturales, profesionales o laborales que están preparadas para ocupar el liderazgo de la política.
Hoy cuando el lenguaje de la clase política se llena de nobleza de deseos, no puedo más que mantener la inquietud de alguien lector de la obra del genial Aldous Huxley pues cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje.