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Etiquetas | A la guerra con la guerra
Óscar A. Matías

Quien no lee, poco aprende

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Berta es una chica tímida, pero que se siente plenamente feliz. Tras conocerse recientemente los resultados de selectividad, ha obtenido la mayor puntuación de Catalunya, con un 9,69. Ella quiere estudiar arquitectura, y entre otras aficiones alardea de una de ellas en todas sus entrevistas que se han publicado: le encanta leer. A sus padres les ha agradecido que desde muy pequeña le inculcaran el hábito lector, cuando le leían en voz alta cuentos infantiles.

Hace pocas semanas la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha publicado un informe que hace un diagnóstico del curso 2006-2007 sobre las competencias lingüísticas y matemáticas de los andaluces. Tras hacer un minucioso análisis de la realidad en la que se encuentran los estudiantes, reluce unos datos que no dejan de ser demoledores: el 50% de los que han cursado el tercer curso de secundaria no leen nunca, o casi nunca, periódicos, cuentos o novelas cortas. La situación de los que cursan quinto curso de primaria es que el 40% manifiesta leer una o dos veces por semana una revista, cuento, o novela corta.

El caso de los andaluces es perfectamente aplicable a toda la comunidad escolar española. Las letras no atraen a los escolares. Leer un libro, una revista, o escribir un breve texto ha pasado a ser una tarea ardua, difícil y detestada. Encontrarse ejemplos como el de Berta, en un aula, suele ser excepcional y casos muy reducidos.

Por otra parte uno descubre que la televisión, ante la que no hay que pensar ni requiere un especial esfuerzo, seduce enormemente a la población infantil. El 38% del alumnado con once años de edad ve una hora diaria de programación televisiva. Este hábito, a medida que se entra en la adolescencia, va en aumento. De este modo el 46% de los adolescentes confiesan ver una media de tres horas diarias. Es de suponer que en todo este tiempo dedicado no hay ningún tipo de selección de programas, y que ahí sentado frente a la pantalla uno se traga cualquier cosa que le echen.

No olvidemos que las cifras corresponden al periodo escolar, en el que existen exámenes y tareas diarias escolares. Ahora que estamos en verano, es de suponer que estos datos irán en aumento.

A todo esto, podemos preguntarnos ¿Y dónde están los padres? ¿Es posible que exista esta permisividad? Cuando vienen los malos resultados académicos, cuando se intuye un catastrófico final de curso y una más que probable repetición, vienen las prisas y las encerronas en el cuarto impidiendo moverse ante el libro. Más de una vez, como profesor, he recibido súplicas similares a: “Señor profesor, dígame usted… ¿qué piensa hacer para ayudar a mi pobre hijo este final de curso y salvarlo?”. A veces te dan ganas de contestar: “¿Y usted? ¿Qué ha estado haciendo durante todos estos meses?”.

Las conclusiones de la Junta andaluza deberían extenderse al resto del país: plantean la necesidad de fomentar la lectura y la escritura entre los escolares. Pero no solamente desde la asignatura de Lengua, sino que anima a todos los profesores que desde sus respectivas áreas lo hagan también. Llegando a más implicación todavía, del mismo modo están dispuestos a animar a las familias que colaboren y participen de este proyecto.

Ya en el siglo XVIII Rousseau calificaba la lectura como el azote de la juventud. El problema no es nada nuevo, ni propio de nuestros tiempos. Aunque entonces no había play ni televisión, seguramente debería haber otras satisfacciones alternativas a la lectura.

Ya da igual las continuas reformas legales a las que se están sometiendo nuestros alumnos, el número de horas que se dedicará a tal o cual asignatura… lo que sí está claro es lo que nos dicta el sentido común: conviene leer.

Ahora que estamos en vacaciones… ¡qué mejor momento para fomentar la lectura entre nuestros hijos! Si lo conseguimos será mucho más fácil, cuando empiece el curso escolar en septiembre, perpetuar el hábito lector. Y esta tarea hay que empezar a trabajarla desde casa, es un error pretender delegarla al colegio.

Ya Cervantes lo dijo: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. ¿Vamos a dejar escapar esta oportunidad?

Quien no lee, poco aprende

Óscar A. Matías
Óscar A. Matías
martes, 10 de julio de 2007, 22:32 h (CET)
Berta es una chica tímida, pero que se siente plenamente feliz. Tras conocerse recientemente los resultados de selectividad, ha obtenido la mayor puntuación de Catalunya, con un 9,69. Ella quiere estudiar arquitectura, y entre otras aficiones alardea de una de ellas en todas sus entrevistas que se han publicado: le encanta leer. A sus padres les ha agradecido que desde muy pequeña le inculcaran el hábito lector, cuando le leían en voz alta cuentos infantiles.

Hace pocas semanas la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía ha publicado un informe que hace un diagnóstico del curso 2006-2007 sobre las competencias lingüísticas y matemáticas de los andaluces. Tras hacer un minucioso análisis de la realidad en la que se encuentran los estudiantes, reluce unos datos que no dejan de ser demoledores: el 50% de los que han cursado el tercer curso de secundaria no leen nunca, o casi nunca, periódicos, cuentos o novelas cortas. La situación de los que cursan quinto curso de primaria es que el 40% manifiesta leer una o dos veces por semana una revista, cuento, o novela corta.

El caso de los andaluces es perfectamente aplicable a toda la comunidad escolar española. Las letras no atraen a los escolares. Leer un libro, una revista, o escribir un breve texto ha pasado a ser una tarea ardua, difícil y detestada. Encontrarse ejemplos como el de Berta, en un aula, suele ser excepcional y casos muy reducidos.

Por otra parte uno descubre que la televisión, ante la que no hay que pensar ni requiere un especial esfuerzo, seduce enormemente a la población infantil. El 38% del alumnado con once años de edad ve una hora diaria de programación televisiva. Este hábito, a medida que se entra en la adolescencia, va en aumento. De este modo el 46% de los adolescentes confiesan ver una media de tres horas diarias. Es de suponer que en todo este tiempo dedicado no hay ningún tipo de selección de programas, y que ahí sentado frente a la pantalla uno se traga cualquier cosa que le echen.

No olvidemos que las cifras corresponden al periodo escolar, en el que existen exámenes y tareas diarias escolares. Ahora que estamos en verano, es de suponer que estos datos irán en aumento.

A todo esto, podemos preguntarnos ¿Y dónde están los padres? ¿Es posible que exista esta permisividad? Cuando vienen los malos resultados académicos, cuando se intuye un catastrófico final de curso y una más que probable repetición, vienen las prisas y las encerronas en el cuarto impidiendo moverse ante el libro. Más de una vez, como profesor, he recibido súplicas similares a: “Señor profesor, dígame usted… ¿qué piensa hacer para ayudar a mi pobre hijo este final de curso y salvarlo?”. A veces te dan ganas de contestar: “¿Y usted? ¿Qué ha estado haciendo durante todos estos meses?”.

Las conclusiones de la Junta andaluza deberían extenderse al resto del país: plantean la necesidad de fomentar la lectura y la escritura entre los escolares. Pero no solamente desde la asignatura de Lengua, sino que anima a todos los profesores que desde sus respectivas áreas lo hagan también. Llegando a más implicación todavía, del mismo modo están dispuestos a animar a las familias que colaboren y participen de este proyecto.

Ya en el siglo XVIII Rousseau calificaba la lectura como el azote de la juventud. El problema no es nada nuevo, ni propio de nuestros tiempos. Aunque entonces no había play ni televisión, seguramente debería haber otras satisfacciones alternativas a la lectura.

Ya da igual las continuas reformas legales a las que se están sometiendo nuestros alumnos, el número de horas que se dedicará a tal o cual asignatura… lo que sí está claro es lo que nos dicta el sentido común: conviene leer.

Ahora que estamos en vacaciones… ¡qué mejor momento para fomentar la lectura entre nuestros hijos! Si lo conseguimos será mucho más fácil, cuando empiece el curso escolar en septiembre, perpetuar el hábito lector. Y esta tarea hay que empezar a trabajarla desde casa, es un error pretender delegarla al colegio.

Ya Cervantes lo dijo: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. ¿Vamos a dejar escapar esta oportunidad?

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