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“Soy un fue, y un será, y un es cansado”. Quevedo en “Ah de la vida”.

Quedamos al descubierto

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Según lo vayamos a mirar, nos apuntan las fauces feroces de los malditismos. Qué frecuentes son sus expresiones (Sordidez, desgracias, desmanes, gente disoluta, versiones macabras). O nos regodeamos con aquellos lances caracterizados por el optimismo elaborado a base de acciones ilusionantes (Proyectos, solidaridad, preparación a fondo, orientación al bien común). Mientras sean actitudes opcionales les acecha su nivel de responsabilidad. Siempre surgen protagonistas para ambas tendencias; siendo importante reconocerlos, por razones obvias. Entre la ilusión o los lamentos, no parece difícil la decisión. Pese a todo, abunda el malditismo, generador de una gama relevante de zozobras.

Dada la lejanía de los grandes logros, apenas vislumbrados en lontananza y siempre son otros los oportunistas beneficiados; el caso es que comenzamos primero y continuamos después, muy apegados a los detalles pequeños accesibles. Nos acomodamos a ese ámbito protector que cada día nos da la bienvenida, nos permite la contemplación del plácido AMANECER de una acogida, aunque sólo sea de vez en cuando. Abrimos los ojos a esos cantos entrañables, todavía libres de posibles encuentros turbios, sin el desasosiego de las inquietudes. Son incipientes gestos de apertura que no debieron cegarse nunca. Por eso sorprende el descuido con que los tratamos, obcecados con raros señuelos.

Pasa desapercibida la frivolidad de tales descuidos, quién para mientes en esos deslices; entre otras cosas, porque hay tantas verdades como personas, o más. La administración adecuada de la verdad es muy complicada. Si al menos, cada uno fuera sincero, dispuesto a compartir aus apreciaciones. Lejos de ese talante, la sinceridad muestra caras variadas e incluso contradictorias; infantil, familiar, científica, afectiva, fragmentaria, sociológica, interesada, en un listado inacabable. Junto a las evidentes limitaciones de la inteligencia humana, los deficientes conocimientos contribuyen con numerosos elementos de CONFUSIÓN. Transforman la supuesta franqueza comunicativa en un confrontamiento dinámico de rasgos insolubles.

Y es que, los pretendidos mecanismos misteriosos del destino, fraguan en gran parte sus estructuras en los salones lujosos, desde reuniones torticeras entre prebostes influyentes. Aunque quede algún misterio, allí lo traducen a su argot pernicioso que todo lo abarca. Manejan los hilos, favorecidos por la confusión general, que acrecientan propagando el dilema de las POLARIZACIONES. Multiplican los expertos en pequeñas parcelas desentendidos de cualquier otra ocupación extraña a su especialización. De tal guisa, abundan los ignorantes de muchos aspectos, pero supuestos conocedores de pequeños contenidos. Mientras, cada sujeto no puede desgajarse en tantos fragmentos.

El deterioro de las relaciones sociales, el desinterés o los errores; indican una despreocupación alarmante, por que perjudica al funcionamiento general. Provoca una escalada de actos desfavorables, debido a la destrucción progresiva de los códigos de convivencia. Lo que parecían simples errores, acaban en delitos increíbles, entrando en una fase en que los DESMANES adquieren rasgos de normalidad, comienzan a ser habituales. Lo apreciamos en pleno siglo XXI, cada cultura añade aportaciones particulares a este desgarro trágico. Masacres de cientos de personas, tráfico de armas, religiosos endemoniados, hambrunas, corrupciones escandalosas; en una proliferación degradante a la vista de todos, sin ningún escrúpulo.

Con diferentes grados de complicidad, el número de implicados suele ser importante, en una progresión que va pareja con el empeoramiento previo. Recuerdo el ya clásico EXPERIMENTO del Prof. Zimbardo. Dos autos idénticos abandonados en la calle. Uno en la zona conflictiva del Bronx, el otro en la zona rica y tranquila de Palo Alto. El primer auto perdió todos sus adminículos en pocas horas. El segundo resistía intacto pasada una semana, le rompieron entonces el cristal de una ventanilla, lo que provocó un vandalismo semejante al del Bronx. Por cobardía, falta de criterio o quién sabrá los verdaderos motivos; el deterioro catapulta las futuras acciones desaprensivas en áreas ciudadanas muy diferenciadas.

También bajan revueltos los ríos culturales, aquellos que debieran aportarnos semillas regenerativas. Es curioso, semejantes ríos se dirigen por igual a todas partes; es decir, sus rumbos, indiscriminados, apenas sirven de recuerdos nostálgicos. No falta la exagerada parafernalia en torno a los ICONOS culturales, pero alejada de la asimilación de las mejores cualidades; adicta al desaliño, es una fuente constante de frustraciones. Días atrás, la dispendiosa búsqueda de los huesos de Cervantes ofreció la posibilidad de algún hallazgo. Cripta y huesos configuran un baluarte afín a las rutas turísticas de revoloteos rutinarios. Mientras relegamos el trato directo con las obras cervantinas, sobretodo con sus enseñanzas.

Los ambientes cuidados pueden suponer un recurso recuperador de cara a los momentos desgraciados; de no prepararlos bien, ante los problemas serios nos veremos abandonados, sin tabla de salvación a mano. El HUNDIMIENTO también muestra mil caras provocadoras de reacciones diferentes. Las hay aislacionistas, acentúan su separación del grupo social. Apocalípticos, de reacciones tremendas, en general de carácter trágico. Nostálgicos, de discurso apagado. Agresivos, y hasta silenciosos de salidas explosivas. Todos, colocados frente a la disyuntiva del encuentro con los recursos compensadores, o caer en los fondos progresivos de rasgos neuróticos, con ejemplos notorios de triste recuerdo.

Es muy relativo eso de que entendamos lo que cada persona dice en cada momento, dado que los significados de las palabras los dejamos como extremadamente volubles, máxime cuando la franqueza expresiva luce enormes ausencias. Nos vemos precisados a valernos de INFERENCIAS, lo que entresacamos desde lo referido por los intervinientes, aunque no esté a la vista, aunque aparentemente no se hay manifestado nada al respecto. Cada quien expresa más de lo que pretende, pero hace falta descubrirlo.

Desde el prisma de las realizaciones malditas, habremos de pensar que no conseguimos elaboraciones satisfactorias en contrario. Acaso quedemos ASOMBRADOS, como aturdidos, por lo que nos viene encima, pero somos remolones ante la elaboración de proyectos saludables. Las expectativas y las perspectivas exigen desarrollos posteriores, a la par que precisión en los criterios aplicados. La utilidad del conocimiento es ambigua, eso nos pierde; a la espera de su buen encauzamiento en la dirección exclusiva de los aspectos benefactores.

Las decisiones postergadas son actuaciones no efectuadas. Con Bitoriano Gandiaga podremos percibir como “El viento del tiempo / sin darme espacio / para culminar nada, / me lleva de prisa”.

Quedamos al descubierto

“Soy un fue, y un será, y un es cansado”. Quevedo en “Ah de la vida”.
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 10 de abril de 2015, 06:06 h (CET)
Según lo vayamos a mirar, nos apuntan las fauces feroces de los malditismos. Qué frecuentes son sus expresiones (Sordidez, desgracias, desmanes, gente disoluta, versiones macabras). O nos regodeamos con aquellos lances caracterizados por el optimismo elaborado a base de acciones ilusionantes (Proyectos, solidaridad, preparación a fondo, orientación al bien común). Mientras sean actitudes opcionales les acecha su nivel de responsabilidad. Siempre surgen protagonistas para ambas tendencias; siendo importante reconocerlos, por razones obvias. Entre la ilusión o los lamentos, no parece difícil la decisión. Pese a todo, abunda el malditismo, generador de una gama relevante de zozobras.

Dada la lejanía de los grandes logros, apenas vislumbrados en lontananza y siempre son otros los oportunistas beneficiados; el caso es que comenzamos primero y continuamos después, muy apegados a los detalles pequeños accesibles. Nos acomodamos a ese ámbito protector que cada día nos da la bienvenida, nos permite la contemplación del plácido AMANECER de una acogida, aunque sólo sea de vez en cuando. Abrimos los ojos a esos cantos entrañables, todavía libres de posibles encuentros turbios, sin el desasosiego de las inquietudes. Son incipientes gestos de apertura que no debieron cegarse nunca. Por eso sorprende el descuido con que los tratamos, obcecados con raros señuelos.

Pasa desapercibida la frivolidad de tales descuidos, quién para mientes en esos deslices; entre otras cosas, porque hay tantas verdades como personas, o más. La administración adecuada de la verdad es muy complicada. Si al menos, cada uno fuera sincero, dispuesto a compartir aus apreciaciones. Lejos de ese talante, la sinceridad muestra caras variadas e incluso contradictorias; infantil, familiar, científica, afectiva, fragmentaria, sociológica, interesada, en un listado inacabable. Junto a las evidentes limitaciones de la inteligencia humana, los deficientes conocimientos contribuyen con numerosos elementos de CONFUSIÓN. Transforman la supuesta franqueza comunicativa en un confrontamiento dinámico de rasgos insolubles.

Y es que, los pretendidos mecanismos misteriosos del destino, fraguan en gran parte sus estructuras en los salones lujosos, desde reuniones torticeras entre prebostes influyentes. Aunque quede algún misterio, allí lo traducen a su argot pernicioso que todo lo abarca. Manejan los hilos, favorecidos por la confusión general, que acrecientan propagando el dilema de las POLARIZACIONES. Multiplican los expertos en pequeñas parcelas desentendidos de cualquier otra ocupación extraña a su especialización. De tal guisa, abundan los ignorantes de muchos aspectos, pero supuestos conocedores de pequeños contenidos. Mientras, cada sujeto no puede desgajarse en tantos fragmentos.

El deterioro de las relaciones sociales, el desinterés o los errores; indican una despreocupación alarmante, por que perjudica al funcionamiento general. Provoca una escalada de actos desfavorables, debido a la destrucción progresiva de los códigos de convivencia. Lo que parecían simples errores, acaban en delitos increíbles, entrando en una fase en que los DESMANES adquieren rasgos de normalidad, comienzan a ser habituales. Lo apreciamos en pleno siglo XXI, cada cultura añade aportaciones particulares a este desgarro trágico. Masacres de cientos de personas, tráfico de armas, religiosos endemoniados, hambrunas, corrupciones escandalosas; en una proliferación degradante a la vista de todos, sin ningún escrúpulo.

Con diferentes grados de complicidad, el número de implicados suele ser importante, en una progresión que va pareja con el empeoramiento previo. Recuerdo el ya clásico EXPERIMENTO del Prof. Zimbardo. Dos autos idénticos abandonados en la calle. Uno en la zona conflictiva del Bronx, el otro en la zona rica y tranquila de Palo Alto. El primer auto perdió todos sus adminículos en pocas horas. El segundo resistía intacto pasada una semana, le rompieron entonces el cristal de una ventanilla, lo que provocó un vandalismo semejante al del Bronx. Por cobardía, falta de criterio o quién sabrá los verdaderos motivos; el deterioro catapulta las futuras acciones desaprensivas en áreas ciudadanas muy diferenciadas.

También bajan revueltos los ríos culturales, aquellos que debieran aportarnos semillas regenerativas. Es curioso, semejantes ríos se dirigen por igual a todas partes; es decir, sus rumbos, indiscriminados, apenas sirven de recuerdos nostálgicos. No falta la exagerada parafernalia en torno a los ICONOS culturales, pero alejada de la asimilación de las mejores cualidades; adicta al desaliño, es una fuente constante de frustraciones. Días atrás, la dispendiosa búsqueda de los huesos de Cervantes ofreció la posibilidad de algún hallazgo. Cripta y huesos configuran un baluarte afín a las rutas turísticas de revoloteos rutinarios. Mientras relegamos el trato directo con las obras cervantinas, sobretodo con sus enseñanzas.

Los ambientes cuidados pueden suponer un recurso recuperador de cara a los momentos desgraciados; de no prepararlos bien, ante los problemas serios nos veremos abandonados, sin tabla de salvación a mano. El HUNDIMIENTO también muestra mil caras provocadoras de reacciones diferentes. Las hay aislacionistas, acentúan su separación del grupo social. Apocalípticos, de reacciones tremendas, en general de carácter trágico. Nostálgicos, de discurso apagado. Agresivos, y hasta silenciosos de salidas explosivas. Todos, colocados frente a la disyuntiva del encuentro con los recursos compensadores, o caer en los fondos progresivos de rasgos neuróticos, con ejemplos notorios de triste recuerdo.

Es muy relativo eso de que entendamos lo que cada persona dice en cada momento, dado que los significados de las palabras los dejamos como extremadamente volubles, máxime cuando la franqueza expresiva luce enormes ausencias. Nos vemos precisados a valernos de INFERENCIAS, lo que entresacamos desde lo referido por los intervinientes, aunque no esté a la vista, aunque aparentemente no se hay manifestado nada al respecto. Cada quien expresa más de lo que pretende, pero hace falta descubrirlo.

Desde el prisma de las realizaciones malditas, habremos de pensar que no conseguimos elaboraciones satisfactorias en contrario. Acaso quedemos ASOMBRADOS, como aturdidos, por lo que nos viene encima, pero somos remolones ante la elaboración de proyectos saludables. Las expectativas y las perspectivas exigen desarrollos posteriores, a la par que precisión en los criterios aplicados. La utilidad del conocimiento es ambigua, eso nos pierde; a la espera de su buen encauzamiento en la dirección exclusiva de los aspectos benefactores.

Las decisiones postergadas son actuaciones no efectuadas. Con Bitoriano Gandiaga podremos percibir como “El viento del tiempo / sin darme espacio / para culminar nada, / me lleva de prisa”.

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