El gobierno de nuestro país no se considera en absoluto responsable de la suerte que han corrido los dos aventureros españoles fallecidos en Marruecos. Mariano Rajoy no lo ha dicho con estas palabras, que ya tendría guasa, pero al confirmar que Marruecos consideró que las tareas de rescate las podían hacer ellos con sus propios medios, ha dejado entrever que en ningún momento ha sentido la apremiante necesidad de movilizar más recursos, tanto humanos como técnicos, para intentar localizar a los espeleólogos extraviados.
Ese es el contenido explícito del mensaje, que yo he podido extraer de sus palabras. Llámenme follonero si consideran que merezco el exabrupto, pero eso no evitará en ningún caso que siga preguntándome qué le costaba al presidente confirmar su compromiso de que ahora en adelante nada de lo concerniente a la seguridad de un ciudadano español se dejaría al albur de la Providencia.
De los pocos datos que, del rescate, yo he podido recoger, lo único que se confirma es la escasez de medios y la lentitud con la que se iniciaron los trabajos de búsqueda de los tres sujetos accidentados. Sus familias y algunos amigos han puesto ya el grito en el cielo, por considerar que la lasitud en intervenir de ambos gobiernos puede haber contribuido a la gravedad en el desenlace. De hecho, dos de ellos ya han fallecido, y el tercero tuvo que ser hospitalizado con pronóstico grave.
Pero qué se podía esperar de las autoridades marroquíes, después de todo, si con sus compatriotas tampoco se puede afirmar que se comporten mucho mejor. Por eso se me antoja que, dejar en sus manos toda la responsabilidad de las operaciones de rescate ha sido una verdadera temeridad. Lo podría entender si el accidente se hubiese producido en los Alpes franceses, pero en el Atlas no parece demasiado sensato.