El crimen perpetrado contra soldados españoles destacados en el Líbano, suscita incontables puntos de vista acerca de la nueva hora que ha sonado para las fuerzas armadas en el Mundo. El resquemor que dejó la necesidad del uso de las armas durante el pasado siglo ha sido muy amargo (protagonistas de dos guerras mundiales y “estreno” del arma nuclear, amén de infinitas batallas).
Una sociedad que se ha descubierto a sí misma como un solo pueblo habitante en la única Aldea que es el globo, ¿para qué ha de servirse de su historial castrense? Allá han quedado, en la oscuridad del pasado, las mesnadas que defendían los intereses feudales, de los señores de “horca y cuchillo”, de los reyes, del papado…
En esta coyuntura histórica de transición, coexisten, por un lado, los ejércitos imperialistas – solos, o camuflados en pactos internacionales-, y los que, al servicio de la ONU, no defienden los intereses de la organización, sino que mantienen la paz que fue su impulso de creación. Más, la propia Asamblea de Naciones Unidas, participa, también, de esa transición, con lo que sobreviven dos clases de intereses. El que bajo su mandato, con el casco azul, lleva soldados a cualquier lugar del mundo, y el que con su propia bandera constituye la defensa y seguridad de cada Estado. El imperialismo está obsoleto, y el “último” imperio tiene sus horas contadas. Pasó a la Historia ese modo de colonizar el globo. Además, los nacionalismos emergentes no se desarrollan a tiros, sino con tratados regionales de mutuo beneficio.
Los grandes bloques de influencia económica en que está agrupada la Aldea se resquebrajan al convenir que han de interactuarse, obligadamente, para el libre comercio a escala mundial. Pero, todavía no se ha llegado a la unificación administrativa que se corresponda con el único suelo geográfico, y que cualquier usuario contempla a placer moviéndose por Google Earth o Google Maps. Lo que es una unidad, la Tierra a vista de satélite, todavía no lo es a ras del suelo.
Ocurre, que, lo mismo sucede con la fuerza armada mundial, todavía no ha llegado a institucionalizarse, ni a ser considerada como seguridad de defensa para la globalidad. Pensar que una mundialización de intereses traerá consigo una utópica paz universal, es equívoco. Siempre existirán laberintos de conflicto donde sólo la “expectativa armada”, es decir, la presencia de la fuerza, será el elemento disuasorio, “in extremis”, de ambiciones y abusos de poder locales. Ya existen instituciones como el Tribunal Penal Internacional, donde se imparte la justicia obstaculizada de ejecutarse por intereses locales. Aunque estén en sus comienzos. Más, ¿quién debía haber juzgado a la camarilla de gobierno del Iraq de Sadam? ¿Dónde debió ser encausado el dictador chileno? Los “garzones” también son cosa del pasado.
Así pues, es ilusorio pensar en que una fuerza armada internacional pacificará el mundo. Pero, ha de abrirse paso, con la autoridad y medios necesarios para imponerse y merecer respeto. Trabajará por la Paz, aunque ésta, para los hombres, sea inalcanzable. Hay alguien, desde algún lugar en el comienzo de los siglos, que no duerme, y no desea, precisamente, el bien de los hombres. No se pueden utilizar “clichés” pasados de moda. Las fuerzas de la ONU nunca serán de ocupación, pero, para ello deben tener asumido su papel, y no creer que la paz y la cultura se defienden con panfletos o folletos de instrucciones.