La noticia ha pasado sin mucho revuelo y eso sorprende. Esta semana la ministra de Cultura ha estado en Barcelona para firmar un protocolo de acuerdo entre el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero y el autonómico para que el consorcio que gestiona el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) admita, previo cambio de sus estatutos, representantes del Estado en sus órganos gestores.
La titular del Ministerio, Carmen Calvo, ha anunciado que desde su llegada a Cultura se está llevando a cabo una nueva política respecto a la participación de su departamento en los museos autonómicos. Y así hemos sabido que dinero gestionado por el Gobierno ayudará al mantenimiento y expansión del Patio Herreriano de Valladolid, el Marco de Vigo, el Atrium de Vitoria y el Esteban Vicente de Segovia, y tiene previsto colaborar con el centro José Guerrero de Granada y la Laboral de Gijón.
En este país, donde el terruño se defiende irracionalmente y se puede menospreciar a los vecinos porque queda progre, nadie ha levantado la voz para acusar a la ministra de centralista o reaccionaria por pretender controlar económicamente, en mayor o menor medida, los museos que dependen de las comunidades autónomas. O quizás sea precisamente por esto.
Un millón de euros caerán en la bolsa del Macba en 2008 provenientes del saco común de los españoles. Y, además, el museo barcelonés podrá beneficiarse de algunas iniciativas de dación de obras de arte o de depósitos de colecciones que dependan del Estado, que falta le hace, sin duda. Y yo que me alegro.
Lo sorprendente es que desde los partidos con ideas del siglo XIX, que en Cataluña tenemos unos cuantos, no se escuchen gritos y rabietas por la, según ellos, invasión de España en Cataluña. Porque eso es lo que yo pensaría si fuera un separatista coherente a mis postulados.
Lo que pasa es que por un millón de euros e invertidos en algo que lleva por nombre las palabras Arte, Museo y Contemporáneo, las ganas de rechistar y patalear son menos que si sonase el himno de España -ahora que está de moda-, hablásemos de colgar las banderas que marca la ley en las dependencias autonómicas o se decretase que los escolares recibiesen tres horas a la semana de clases en castellano, en lugar de las dos -como mucho- que reciben ahora. Cataluña es así. Pero nuestros políticos también.
Como muestra un botón. En el acto de la firma del nuevo protocolo de actuación del Macba, el presidente de la Generalidad de Cataluña se despachó con una frase antológica dirigida a la ministra del ramo a la que animó a “continuar con este modelo de política cultural de descentralización”. ¡Nísperos! Ahora resulta que la descentralización -imagino que cultural- consiste en que el Estado tenga parte en los asuntos que ocupan tiempo y dinero en algún lugar del Estado. Me apunto a esta descentralización.
¡Acabáramos! Por un millón de euros lo que son capaces de decir algunos de nuestros políticos. Políticos, por cierto, que dudo mucho sepan qué es el Arte, qué es un Museo o qué es lo Contemporáneo en las artes plásticas.
El poder del arte ignorado por los mandatarios. Así nos va.