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“¡Después de nosotros el diluvio!” Mme. De Pompadour

El relativismo y el fanatismo de la izquierda, se ceban en el accidente de los Alpes

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En ocasiones el comprender a nuestros semejantes puede llegar a ser una ardua labor. Si alguno pudiera creer que, los adelantos de la civilización, han corrido parejos con la mejora de las cualidades morales o éticas de la raza humana o con la mejora y perfeccionamiento de los sentimientos de solidaridad, compasión, afecto, amor, lástima o conmiseración, hacia nuestros semejantes, dé por seguro que está equivocado. Como decía Jean Baudrillard: “El principio de mundialización de la información va en contra del principio universal de la solidaridad. Ello es así porque la información se agota en sí misma y ella misma es su fin”. Y no es difícil encontrar semejanza con ello, simplemente echando una ojeada a lo que ha sido la inundación de información que, con motivo del accidente del avión de Germanwigs en los Alpes franceses y la forma en la que se ha enfocado por distintos medios informativos, más atentos a conseguir vender ejemplares con relatos morbosos, descripciones sangrantes y elucubraciones sin base científica alguna; con los que, sin el menor respeto por el dolor de familiares, amigos y compañeros de las víctimas, se han enzarzado en peregrinas teorías adaptadas, más que a una realidad lógica y constatada, a lo que les ha convenido resaltar de aquel terrible suceso, donde han fallecido cerca de 150 personas; con la egoísta y malsana intención de conseguir obtener el mayor rédito económico o político de tan luctuoso suceso.

Si ha habido ocasión en la que el anonimato, proporcionado por las redes digitales de transmisión de información, ha resultado ser más indigno, repugnante, infame, odioso y nauseabundo; sin duda se ha puesto de manifiesto en esta avalancha de comentarios, algunos incluso de carácter jocoso y otros indignos y merecedores de ser perseguidos por la Justicia, en los que algunos indeseables se han permitido ensañarse con las víctimas, simplemente por su incapacidad humana para hacerse cargo del dolor ajeno o por el intento de tergiversar los hechos de manera que, un accidente sobre el que, hasta ahora, sólo se tienen escasas informaciones, algunas meras suposiciones y la opinión de un fiscal francés construida sobre una alambicada y discutible idea de que, el copiloto, deseaba, en un rapto de locura, estrellar voluntariamente el avión, suicidándose y llevando consigo a la muerte al resto de pasajeros. Algunos, incluso, han pretendido manipular el suceso para enfocarlo como la consecuencia del sistema capitalista que “para conseguir enriquecerse más” ha utilizado en estos vuelos low cost aparatos viejos y pilotos poco entrenados “para ahorrar y exprimir a las clases” menos privilegiadas, incluso poniendo en peligro sus vidas. Se olvidan de que, la seguridad de los aviones, está normada para todo tipo de vuelos, sean cuales fueren los aparatos, por leyes aplicables a todo el tráfico aéreo.

Y es que, señores, deberemos reconocer que esta humanidad descreída, materialista, dominada por su amor al dinero y a la buena vida, sin principios que les ayuden a vencer sus pasiones y seguidores de las teorías epicúreas del “carpe diem cuan minima credula postero” de Horacio; una parte de la cual piensa que no vale la pena esforzarse, estudiar, investigar o conseguir progresar en todas las ramas de la ciencia, las artes, la literatura, la medicina etc. con la falsa idea de que, el volver a nuestros orígenes, es la gran panacea, única manera de conseguir una vida feliz. Hubo, hace unos años, unos grupos conocidos como los Hippies, otros ilusos que, con motivo de la Guerra del Vietnam, también se entregaron a este tipo de naturalismo, hasta que se dieron cuenta que más valía conservar y mejorar lo conseguido que renunciar a los grandes beneficios que nos ha reportado la civilización.

Pero, si estos indeseables, que son capaces de enviar mensajes ominosos a través de las redes, no se merecen más que el desprecio de las gentes decentes, hay quienes, con mayor poder de transmisión de las ideas, desde los medios de comunicación y, especialmente, por medio de este sistema de lavado de cerebros en el que se han convertido las TV; tampoco han desperdiciado el momento para atacar al capitalismo utilizando estas tertulias, reuniones de periodistas, grupos de antisistemas o presentadores de reconocidas tendencias extremistas, que saben aprovechar la menor ocasión que se les presenta para arrimar el ascua a su sardina aunque, para ello, deban recurrir a los más infames medios de hacer proselitismo, de engaño, de deformar y alterar las informaciones y de elaborar teorías sin tener pruebas para ello, valiéndose de simples elucubraciones tendenciosas con las que intentan crear una atmósfera enrarecida en torno a instituciones que, al menos hasta ahora, han actuado de forma ejemplar, en todo lo que ha sido la gestión de este desgraciado suceso.

No podía faltar el programa del señor J. Cintora de la TV4, una cadena a la que no le importa recurrir a todos los trucos televisivos para servir a aquellos a los que deben fidelidad y apoyo económico, aunque ello suponga mantener en su puesto a un individuo que se viene caracterizando por sus ideas comunistoides, como se ha visto con su apoyo al grupo político del señor Pablo Iglesias del que, recordémoslo para cuando le debamos pedir cuentas por haber contribuido al desmoronamiento de la nación, fue uno de los que le empezaron a dar cancha y publicidad en sus prescindibles programas de las Mañanas Cuatro. Hoy, el señor Cintora, en su habitual tertulia ha tenido la colaboración de una señora, de “cuyo nombre no quiero acordarme” que ha demostrado hasta que punto la ignorancia, el fanatismo, la incontinencia y la desinformación pueden hacer desbarrar a una persona. Lo malo es que hay quienes se toman a pies juntillas lo que ven y oyen en la TV y hay el peligro de que se puedan llegar a creer como cierto las cosas que, para cualquier persona formada y bien informada, sólo le pueden parecer perogrulladas, despropósitos o salidas de tono.

Y es que, señores, de lo poco que se ha podido descubrir a través de lo que se ha conseguido descifrar de la Caja Negra del avión, se puede deducir que, en un momento dado del vuelo, cuando todo iba con normalidad, un piloto ha abandonado la cabina para, se supone, ir a la toilette y, más tarde, cuando ha pretendido regresar a su puesto ( todo suposiciones) parece que se ha encontrado con la puerta de la cabina de mando atrancada por dentro de forma que, a pesar de aporrearla y hasta intentar, inútilmente, derribarla, le ha sido imposible acceder a ella. De ahí la suposición del fiscal de Marsella, que parece se encarga del caso, de que el copiloto ha decidido hacer descender el aparato de la altura de crucero para, después de 10 minutos de descenso controlado, acabar estrellándolo contra la ladera de los Alpes a una velocidad de más de 700 Km. a la hora. El resultado: el aparato reducido a migas.

Pero no hay constancia de si un pasajero armado, acaso yihadista o de AlQaeda, pudiera haber entrado, sin ser visto o amenazando a la tripulación del avión para, una vez en la cabina del piloto, atrancarla para que no se le pudiera estorbar y allí obligar al copiloto a efectuar la maniobra o a dirigirla el mismo, si tenía conocimientos para hacerlo, ¿Qué es una mera hipótesis? Pues sí, señores, lo mismo que todo lo que se está diciendo respeto a este suceso. Puede que llegue a saberse, pero también es muy posible que se pretenda dar carpetazo a este siniestro cargándole las culpas al copiloto. El tiempo será quien se encargue de darnos la solución, si es que alguna vez se consigue encontrarla.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, condenamos a todos aquellos que han aprovechado la ocasión para dar suelta a sus malos instintos o a sacar rédito, de la clase que fuere, de este lamentable y triste suceso.

El relativismo y el fanatismo de la izquierda, se ceban en el accidente de los Alpes

“¡Después de nosotros el diluvio!” Mme. De Pompadour
Miguel Massanet
viernes, 27 de marzo de 2015, 10:39 h (CET)
En ocasiones el comprender a nuestros semejantes puede llegar a ser una ardua labor. Si alguno pudiera creer que, los adelantos de la civilización, han corrido parejos con la mejora de las cualidades morales o éticas de la raza humana o con la mejora y perfeccionamiento de los sentimientos de solidaridad, compasión, afecto, amor, lástima o conmiseración, hacia nuestros semejantes, dé por seguro que está equivocado. Como decía Jean Baudrillard: “El principio de mundialización de la información va en contra del principio universal de la solidaridad. Ello es así porque la información se agota en sí misma y ella misma es su fin”. Y no es difícil encontrar semejanza con ello, simplemente echando una ojeada a lo que ha sido la inundación de información que, con motivo del accidente del avión de Germanwigs en los Alpes franceses y la forma en la que se ha enfocado por distintos medios informativos, más atentos a conseguir vender ejemplares con relatos morbosos, descripciones sangrantes y elucubraciones sin base científica alguna; con los que, sin el menor respeto por el dolor de familiares, amigos y compañeros de las víctimas, se han enzarzado en peregrinas teorías adaptadas, más que a una realidad lógica y constatada, a lo que les ha convenido resaltar de aquel terrible suceso, donde han fallecido cerca de 150 personas; con la egoísta y malsana intención de conseguir obtener el mayor rédito económico o político de tan luctuoso suceso.

Si ha habido ocasión en la que el anonimato, proporcionado por las redes digitales de transmisión de información, ha resultado ser más indigno, repugnante, infame, odioso y nauseabundo; sin duda se ha puesto de manifiesto en esta avalancha de comentarios, algunos incluso de carácter jocoso y otros indignos y merecedores de ser perseguidos por la Justicia, en los que algunos indeseables se han permitido ensañarse con las víctimas, simplemente por su incapacidad humana para hacerse cargo del dolor ajeno o por el intento de tergiversar los hechos de manera que, un accidente sobre el que, hasta ahora, sólo se tienen escasas informaciones, algunas meras suposiciones y la opinión de un fiscal francés construida sobre una alambicada y discutible idea de que, el copiloto, deseaba, en un rapto de locura, estrellar voluntariamente el avión, suicidándose y llevando consigo a la muerte al resto de pasajeros. Algunos, incluso, han pretendido manipular el suceso para enfocarlo como la consecuencia del sistema capitalista que “para conseguir enriquecerse más” ha utilizado en estos vuelos low cost aparatos viejos y pilotos poco entrenados “para ahorrar y exprimir a las clases” menos privilegiadas, incluso poniendo en peligro sus vidas. Se olvidan de que, la seguridad de los aviones, está normada para todo tipo de vuelos, sean cuales fueren los aparatos, por leyes aplicables a todo el tráfico aéreo.

Y es que, señores, deberemos reconocer que esta humanidad descreída, materialista, dominada por su amor al dinero y a la buena vida, sin principios que les ayuden a vencer sus pasiones y seguidores de las teorías epicúreas del “carpe diem cuan minima credula postero” de Horacio; una parte de la cual piensa que no vale la pena esforzarse, estudiar, investigar o conseguir progresar en todas las ramas de la ciencia, las artes, la literatura, la medicina etc. con la falsa idea de que, el volver a nuestros orígenes, es la gran panacea, única manera de conseguir una vida feliz. Hubo, hace unos años, unos grupos conocidos como los Hippies, otros ilusos que, con motivo de la Guerra del Vietnam, también se entregaron a este tipo de naturalismo, hasta que se dieron cuenta que más valía conservar y mejorar lo conseguido que renunciar a los grandes beneficios que nos ha reportado la civilización.

Pero, si estos indeseables, que son capaces de enviar mensajes ominosos a través de las redes, no se merecen más que el desprecio de las gentes decentes, hay quienes, con mayor poder de transmisión de las ideas, desde los medios de comunicación y, especialmente, por medio de este sistema de lavado de cerebros en el que se han convertido las TV; tampoco han desperdiciado el momento para atacar al capitalismo utilizando estas tertulias, reuniones de periodistas, grupos de antisistemas o presentadores de reconocidas tendencias extremistas, que saben aprovechar la menor ocasión que se les presenta para arrimar el ascua a su sardina aunque, para ello, deban recurrir a los más infames medios de hacer proselitismo, de engaño, de deformar y alterar las informaciones y de elaborar teorías sin tener pruebas para ello, valiéndose de simples elucubraciones tendenciosas con las que intentan crear una atmósfera enrarecida en torno a instituciones que, al menos hasta ahora, han actuado de forma ejemplar, en todo lo que ha sido la gestión de este desgraciado suceso.

No podía faltar el programa del señor J. Cintora de la TV4, una cadena a la que no le importa recurrir a todos los trucos televisivos para servir a aquellos a los que deben fidelidad y apoyo económico, aunque ello suponga mantener en su puesto a un individuo que se viene caracterizando por sus ideas comunistoides, como se ha visto con su apoyo al grupo político del señor Pablo Iglesias del que, recordémoslo para cuando le debamos pedir cuentas por haber contribuido al desmoronamiento de la nación, fue uno de los que le empezaron a dar cancha y publicidad en sus prescindibles programas de las Mañanas Cuatro. Hoy, el señor Cintora, en su habitual tertulia ha tenido la colaboración de una señora, de “cuyo nombre no quiero acordarme” que ha demostrado hasta que punto la ignorancia, el fanatismo, la incontinencia y la desinformación pueden hacer desbarrar a una persona. Lo malo es que hay quienes se toman a pies juntillas lo que ven y oyen en la TV y hay el peligro de que se puedan llegar a creer como cierto las cosas que, para cualquier persona formada y bien informada, sólo le pueden parecer perogrulladas, despropósitos o salidas de tono.

Y es que, señores, de lo poco que se ha podido descubrir a través de lo que se ha conseguido descifrar de la Caja Negra del avión, se puede deducir que, en un momento dado del vuelo, cuando todo iba con normalidad, un piloto ha abandonado la cabina para, se supone, ir a la toilette y, más tarde, cuando ha pretendido regresar a su puesto ( todo suposiciones) parece que se ha encontrado con la puerta de la cabina de mando atrancada por dentro de forma que, a pesar de aporrearla y hasta intentar, inútilmente, derribarla, le ha sido imposible acceder a ella. De ahí la suposición del fiscal de Marsella, que parece se encarga del caso, de que el copiloto ha decidido hacer descender el aparato de la altura de crucero para, después de 10 minutos de descenso controlado, acabar estrellándolo contra la ladera de los Alpes a una velocidad de más de 700 Km. a la hora. El resultado: el aparato reducido a migas.

Pero no hay constancia de si un pasajero armado, acaso yihadista o de AlQaeda, pudiera haber entrado, sin ser visto o amenazando a la tripulación del avión para, una vez en la cabina del piloto, atrancarla para que no se le pudiera estorbar y allí obligar al copiloto a efectuar la maniobra o a dirigirla el mismo, si tenía conocimientos para hacerlo, ¿Qué es una mera hipótesis? Pues sí, señores, lo mismo que todo lo que se está diciendo respeto a este suceso. Puede que llegue a saberse, pero también es muy posible que se pretenda dar carpetazo a este siniestro cargándole las culpas al copiloto. El tiempo será quien se encargue de darnos la solución, si es que alguna vez se consigue encontrarla.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, condenamos a todos aquellos que han aprovechado la ocasión para dar suelta a sus malos instintos o a sacar rédito, de la clase que fuere, de este lamentable y triste suceso.

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