Es curioso, pero de las formaciones candidatas a dirigir la Junta de Andalucía ninguna, salvo Podemos, se siente decepcionada por los resultados obtenidos. El que más satisfecho está, y no le falta razón, es el Partido Socialista Obrero Español, que después de adelantar la fecha de las elecciones casi un año arriesgándose con ello a perder la Presidencia, es el que más reforzado ha salido de ellas.
La aquiescencia de Susana Díaz, tanto con José Antonio Griñán como con Manuel Chaves, ambos expresidentes andaluces en la cuerda floja a causa de su imputación en el caso de los Ere fraudulentos, sorprendentemente no le ha pasado factura a la sevillana, que ya ha dejado muy claro que, si no le queda otra alternativa, está dispuesta a presidir la Junta en solitario. Ha obtenido los sufragios suficientes para ello, de hecho, pero si lo que quiere es sacar adelante determinadas propuestas deberá apearse del pedestal en el que le han colocado el treinta y tantos por ciento de los andaluces que se acercaron a votar este domingo hasta sus circunscripciones.
En lo concerniente al resto de formaciones, lo dicho: no me cuadra que ninguna de ellas, pero sobre todo la Popular, no haya puesto todavía el grito en el cielo ante el flagrante fracaso de su candidato, elegido a discreción por su presidente Mariano Rajoy. De la debacle, por tanto, el Presidente del Gobierno tiene también su parte de culpa porque no ha sabido elegir a un mejor candidato. Ese es el riesgo que corre aquel líder que no permite que nadie le tosa a la hora de tomar decisiones. Es ese aspecto en concreto, el Partido Popular tiene muy poco de democrático. Siempre ha sido así, la manera de escoger candidatos en Génova 13, quiero decir. El propio Rajoy fue señalado en su día para sustituir a su mentor, y por lo que se ve sigue dispuesto a continuar con la norma. No estaría de más un poquito de humildad por su parte.