Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Etiquetas | A un toque
Luciano Sabatini

Futbolista argentino que empiece con “M”

|

Las pistas son gráficas: recibe el balón en corto en el medio, caracolea entre dos adversarios para romper el ritmo y salir como una flecha pisando campo contrario. Desde el momento que regatea a su segundo rival sólo tiene una cosa en la mente, el gol. Directo a él y sin pausas, pasa burlón sobre el tercero y el cuarto, con dos quiebros que le hacen entrar en el área, donde sale el portero al que también convierte en un pelele con un sutil recorte hacia el interior. Entonces queda solo ante la red, a la que envía un pase más que un tiro, y ésta recoge con generosidad. 11 segundos para el ensueño, en los que la emoción pasa de 0 a 100 en una única carrera, en los que el murmullo va increscendo hasta que se dispara el júbilo con un gol de antología, el mejor del campeonato.

¿Ya lo tienen? Por si quedan dudas, una segunda pista: el balón controlado en la medular, acelera para ofrecer un pase a un compañero que devuelve picado por encima de la defensa. Entonces salta ante la salida del portero, el tiempo se para por un instante con ambos jugadores en el aire, la pelota dividida como único juez, la pausa de una foto para la historia. De repente el mundo se acelera, el balón sale en dirección a la portería mientras el portero aún flota en el aire. Un cabezazo certero quizás, anticipándose, pero no; picardía potrera a cambio, la mano antes que la cabeza de uno o los puños del otro. Pero el árbitro no lo ve, y señala el centro del campo mientras unos corren celebrando entre risas incrédulas y otros se apelotonan para protestar al colegiado: “Corré, corré, que no ha cobrado nada”. Ese nada fue la mano de Dios.

Maradona o Messi, Messi o Maradona. Los goles del Diego, los dos en el mismo partido del México 86, y justo ante los ingleses, sirvieron para echarles del mundial, y cobrarse cierta venganza por heridas no cerradas. Además sirvieron para dar gracias a Dios, por el fútbol y por Maradona, parafraseado a Víctor Hugo Morales.

El “pulga”, Lionel Messi, celebra el aniversario de aquellos goles con un calco de los mismos. Ante el Getafe en Copa, un tanto que da la vuelta al mundo, por destreza y preciosidad, pero también por ser como dos gotas de agua al lado del de Maradona 31 años antes. Pero no conforme con ello, semanas más tarde salta ante Kameni para pedir prestado a nuestra memoria y a su dueño aquella mano del 86, la mano de Dios, en un gesto inconfundible, era el Diego.

Cuando uno es niño (y no tan niño), juega a emular a sus ídolos, sueña con ser como ellos. Coge la pelota sin contrarios alrededor en el campo del barrio y empalma de volea con la izquierda para sentirse Zidane en el Hampdem Park de Glasgow, o avanzar con el balón pegado al pie, para amagar y dar de tacón entre las piernas de Berg, como Fernando Redondo en Old Trafford ante el Manchester. Pero Messi lo ha llevado hasta su máximo extremo. Este rosarino de tan solo 19 años ya ha dejado atrás sus etapas en las que no fuera admitido en River Plate por pequeño, por tener que pagar unos costosos medicamentos. Ha sido tocado y bendecido por un ángel. Los que anhelan la resurrección del Diego, ya le llaman, Diego Lionel Armando “Messidona”. La próxima cita para jugar a ser Dios, la Copa América.

Futbolista argentino que empiece con “M”

Luciano Sabatini
Luciano Sabatini
miércoles, 13 de junio de 2007, 23:21 h (CET)
Las pistas son gráficas: recibe el balón en corto en el medio, caracolea entre dos adversarios para romper el ritmo y salir como una flecha pisando campo contrario. Desde el momento que regatea a su segundo rival sólo tiene una cosa en la mente, el gol. Directo a él y sin pausas, pasa burlón sobre el tercero y el cuarto, con dos quiebros que le hacen entrar en el área, donde sale el portero al que también convierte en un pelele con un sutil recorte hacia el interior. Entonces queda solo ante la red, a la que envía un pase más que un tiro, y ésta recoge con generosidad. 11 segundos para el ensueño, en los que la emoción pasa de 0 a 100 en una única carrera, en los que el murmullo va increscendo hasta que se dispara el júbilo con un gol de antología, el mejor del campeonato.

¿Ya lo tienen? Por si quedan dudas, una segunda pista: el balón controlado en la medular, acelera para ofrecer un pase a un compañero que devuelve picado por encima de la defensa. Entonces salta ante la salida del portero, el tiempo se para por un instante con ambos jugadores en el aire, la pelota dividida como único juez, la pausa de una foto para la historia. De repente el mundo se acelera, el balón sale en dirección a la portería mientras el portero aún flota en el aire. Un cabezazo certero quizás, anticipándose, pero no; picardía potrera a cambio, la mano antes que la cabeza de uno o los puños del otro. Pero el árbitro no lo ve, y señala el centro del campo mientras unos corren celebrando entre risas incrédulas y otros se apelotonan para protestar al colegiado: “Corré, corré, que no ha cobrado nada”. Ese nada fue la mano de Dios.

Maradona o Messi, Messi o Maradona. Los goles del Diego, los dos en el mismo partido del México 86, y justo ante los ingleses, sirvieron para echarles del mundial, y cobrarse cierta venganza por heridas no cerradas. Además sirvieron para dar gracias a Dios, por el fútbol y por Maradona, parafraseado a Víctor Hugo Morales.

El “pulga”, Lionel Messi, celebra el aniversario de aquellos goles con un calco de los mismos. Ante el Getafe en Copa, un tanto que da la vuelta al mundo, por destreza y preciosidad, pero también por ser como dos gotas de agua al lado del de Maradona 31 años antes. Pero no conforme con ello, semanas más tarde salta ante Kameni para pedir prestado a nuestra memoria y a su dueño aquella mano del 86, la mano de Dios, en un gesto inconfundible, era el Diego.

Cuando uno es niño (y no tan niño), juega a emular a sus ídolos, sueña con ser como ellos. Coge la pelota sin contrarios alrededor en el campo del barrio y empalma de volea con la izquierda para sentirse Zidane en el Hampdem Park de Glasgow, o avanzar con el balón pegado al pie, para amagar y dar de tacón entre las piernas de Berg, como Fernando Redondo en Old Trafford ante el Manchester. Pero Messi lo ha llevado hasta su máximo extremo. Este rosarino de tan solo 19 años ya ha dejado atrás sus etapas en las que no fuera admitido en River Plate por pequeño, por tener que pagar unos costosos medicamentos. Ha sido tocado y bendecido por un ángel. Los que anhelan la resurrección del Diego, ya le llaman, Diego Lionel Armando “Messidona”. La próxima cita para jugar a ser Dios, la Copa América.

Noticias relacionadas

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto