Fue allá en 1999, la anterior “tregua” de ETA desapareció del horizonte político, cuando Joaquín Almunia optaba por apoyar al gobierno, en aquella época del PP, ante el fracaso de la negociación con la banda terrorista. Fracaso que no fue del gobierno, cuando se negocia con terroristas son ellos los que mandan al traste cualquier negociación. Está claro que entre la actitud de Almunia en 1999 y la actual de Rajoy tras el fin de esta última tregua hay una diferencia abismal. En el primer caso los demócratas cerraron filas en torno al gobierno democráticamente elegido, aunque discrepara con él en sus actuaciones, antes, durante y después de la tregua. En el segundo caso el sistema de no oposición utilizado por el PP, así como lanzarse a degüello tras la finalización de la tregua – han llegado incluso a pedir dimisiones (me gustaría haber visto que habría dicho el PP si la oposición hubiera pedido la demisión del Ministro del Interior ante el final de la tregua de ETA en 1999)–, demuestran hasta que punto llega la desesperación de este partido por volver a gobernar, aún a costa de un tema de Estado como el terrorismo, las víctimas del terrorismo y los familiares de las víctimas. Es evidente que esto no es discutible. Es así, sin vuelta de hoja, y hay suficientes documentos, declaraciones e imágenes en hemerotecas para dar fe de ello. Sin embargo, en esta última reunión entre Rajoy y el Presidente del gobierno del Estado, José Luis Rodríguez Zapatero, el tono parece haber cambiado, no así el fondo.
En realidad no me interesa demasiado lo que le haya dicho el Presidente a Rajoy, y mucho menos lo que le dijera Rajoy al Presidente, eso es lo de menos, llegado el caso el gobierno hará lo que tenga que hacer pese a la oposición, si así lo cree conveniente, porque para eso la mayoría de los españoles le votaron. Me interesa más lo dicho por Rajoy tras esta reunión. Si bien es cierto que no ha hecho lo mismo que otras veces, despotrica que siempre queda, lo cierto es que ha intentado granjearse cierta imagen de querer la unidad de los demócratas ante el terrorismo – a buenas horas, mangas verdes–, pero su tono de discurso presidencial que se dirige a la nación lo delata. Y una cosa está clara, ni es el PP el que marca la política antiterrorista del gobierno, porque no gobierna, ni Rajoy es presidente del gobierno, y a poco que el electorado tenga cierta inteligencia no lo será nunca. Es evidente que existe una necesidad imperiosa de que se acerquen posturas en cuanto a la disposición de apoyo a la política antiterrorista del Estado, pero también es evidente que ni se va a ilegalizar a ANV, porque la ley no lo permite y Rajoy lo sabe – lo que no quita que suelte como perlas demagógicas que quiere que los ediles de este partido no tomen posesión de sus cargos, sabiendo a ciencia cierta que eso es imposible dentro de nuestro Estado de Derecho–, ni se va a reeditar el Pacto Antiterrorista sin lograr que su ámbito incluya a más partidos además de los dos mayoritarios. Primero, porque ya se ha demostrado que ese pacto se respeta sólo cuando interesa políticamente y cuando no, pues no, y segundo, porque no es lógico que partidos involucrados directamente en la lucha política contra los violentos como el PNV o IU estén fuera de ese nuevo pacto y, ya de paso, sirvan también como garantes de que se respeta, gobierne quien gobierne, esté quien esté en la oposición.
El aprovechamiento electoralista de cualquier ocasión, por muy penosa que sea, incluso en caso de atentado terrorista con víctimas, demuestra muchas cosas a los ciudadanos. No sólo hasta donde está dispuesto a llegar Rajoy por mantenerse al frente de su partido, también lo que está dispuesto a hacer el PP por volver a gobernar, incluso a costa de un asunto de Estado como es el terrorismo. Y pensar que la ciudadanía es tan tremenda estúpida como para obviarlo sigue siendo el talón de Aquiles de la derecha. Es exigible, no sólo por parte del gobierno, sino de todos los ciudadanos, que el PP luche, hombro con hombro, junto al resto de las fuerzas políticas y los demócratas contra el terrorismo, sin disquisiciones, sin condiciones y sin excusas. Porque sino lo hace es sólo para arañar votos de la extrema derecha, del nacional catolicismo que queda y de aquellos que creen todavía que aquellos que no piensan como ellos son sinvergüenzas, rojos, maricones y gente de mal vivir.
Y aquí el peligro está en que los sinvergüenzas, rojos, maricones y demás gente de mal vivir se olvide de que lo son y permitan que alguien que se ha aprovechado electoralmente de las víctimas y los familiares de las víctimas del terrorismo, que nos ha mentido a todos, que ha empleado la demagogia y el acoso y derribo para hacer política de oposición porque carece de programa, que niega derechos básicos a ciudadanos por cosas tan peregrinas como su orientación sexual, que aboga porque nuestros hijos vuelvan a recitar el padre nuestro cuando entran en clase, llegue a gobernarnos... de nuevo.
A no ser que deseemos decir eso de “Tenemos lo que nos merecemos”. Es cuestión de ir pensándoselo, ¿No creen?.
Suena de fondo “I’ve got the power (Remix)”, de Snap.
Buenas noches, y buena suerte...