Un tiempo después de las últimas elecciones celebradas hasta la fecha, y por tanto ya en los últimos suspiros de este consecuente proceso febril lleno de encuentros, desencuentros, acuerdos y en desacuerdo -dentro de poco, unos meses apenas, tendremos otras aún con mayor despliegue-, todo parece ir haciendo encaje de bolillos, porque no se crean, no, esto de las alianzas políticas es todo un arte. Como uno, lógicamente, suele estar más familiarizado con lo que tiene más cerca, recurriré, y me limitaré al mismo tiempo, a lo acontecido en nuestra comunidad autónoma, en Cantabria, que puede servir perfectamente de referente y ejemplo para el resto del país, la misma nación con la que algunos están empecinados en unirnos por otro hilo más cual armazón de una marioneta.
A menudo, la razón no está totalmente de una parte u otra, sino que suele dispersarse para así satisfacer a casi todos. En esta ocasión, aquí en Cantabria podemos presumir que ocurre precisamente eso. Los populares dicen que la lista más votada es la que tiene que gobernar a nivel autonómico, y podemos pensar que tienen razón. Los socialistas dicen que es ilógico que se queden en la oposición dos formaciones cuya suma obtiene la mayoría absoluta, y podemos pensar que tienen razón. Y los regionalistas tienen la intención con la que abrir semejante acertijo. Ahora, si la razón está en todas partes como las divinidades, ¿qué podemos hacer?.
Si nos hemos hartado con tanto festín de la política, siempre podemos improvisar nuestra propia versión del himno nacional, que parece para algunos estar huérfano de letra. Ya tenemos música, melodía, ahora nos falta su acompañamiento, y es que da la sensación de que necesitamos ser como el resto para creernos importantes. ¿Qué más da si Francia, Inglaterra o Italia tienen sus palabras que llegan al alma?. ¿Por qué ser como los demás cuando podemos ser una vez más diferentes?. La idiosincrasia patria es la que es. No hay matrimonio perfecto, sólo parejas en pos de la perfección, algo que siempre será inalcanzable. Mientras tanto, algunos que han aprendido la lección, puede que convertida en realidad manifiesta de que algo sin sentido puede tener significado-, se esmeran en sacar el máximo rendimiento a sus matrimonios de conveniencia, que no de convivencia.