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Os habéis dado cuenta el papel que juega el tiempo en nuestras vidas, es decir, como la percepción de la vivencia del tiempo cambia en función de como conectamos con las cosas que hacemos en cada momento

Viajar en el tiempo

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Esta semana he tenido la posibilidad de leer la obra de Frankl, recuerdo que en un pasaje de unos de sus libros comenta como en sus terapias preguntaba a sus pacientes ¿por qué no se suicidaban?, y de las respuestas que obtenía de ellos a dicha pregunta generaba toda una hipótesis de trabajo terapéutico.

Aunque, personalmente, la obra que marco un antes y un después de Frankl en mi vida fue "El hombre en busca de sentido" donde relata desde su experiencia en primera persona sus vivencias en un campo de concentración en la segunda guerra mundial.

En dicha obra, Frankl plantea la importancia del transcurrir del tiempo en nuestras vidas, desde la visión de los prisioneros de los campos de concentración y la perdida de expectativas de vida, perdiendo así sus ansias de vivir y asumiendo un final venidero.

El tiempo, sin duda juega un papel crucial, siendo ese reloj incesante que avanza sin parar desde que nacemos: los minutos suceden a los segundos y así acumulamos horas, meses, años e incluso lustros. Y sin darte cuenta ese implacable juez nos recuerda el sentido del proceso evolutivo humano, avanzar en un recorrido hacia un final previsto, el decorado del camino, lo pones tú.

Alguien en terapia me comentó una vez que se había peleado con el tiempo ya que recortaba sus esperanzas de vida año, tras año, en un transcurrir incesante.

Pero como cambia este transcurrir en función de nuestro estado emocional y personal, en función de que disfrutemos, conectemos con las cosas que nos gustan o simplemente sufrimos una disminución de lo que vivo debido a la adaptación hedonista.

Lo que se conoce como el tiempo ontológico, es decir, la vivencia subjetiva del tiempo en nuestras vidas. En unas de mis experiencias vitales, mientras trabajaba con población drogodependiente, muchas personas me manifestaban la perdida de sensación del tiempo mientras vivían sumidas en la incesante vida del que consume, esperando conseguir el premio de la próxima dosis, el tiempo transcurría según me decían, en un deambular constante, y en una transformación concreta entre el enlentecimiento y la no existencia de tiempo.

Lo mismo sucede cuando vivimos situaciones de vida problemática, el tiempo parece detenerse. inmóvil comentan muchos, permanecen las agujas del reloj implacable ante las posibles soluciones que intentan elucubrar en su alterado pensamiento emocional.

Y si caemos en el tedio, el aburrimiento, la apatía, la depresión o la distimia, el tiempo se detiene, inherte, e incluso en muchos trastornos complejos la situación del tiempo se deforma.

No encontramos soluciones a nuestra situación y permanecemos en una especie de coma a temporal, dejando que los acontecimientos nos golpeen como meros observadores de nuestro propio declive. Sin llegar a controla la finalidad de nuestra vida, ni cuando llegará el día en que finalizará este proceso que atravesamos.

Mihalyi Csikszentmihalyi en su obra Fluir nos plantea lo mismo pero desde la experiencia del disfrute, en el momento crucial de la experiencia de flujo experimentamos la atemporalidad, las horas pasan y el tiempo se deforma, para nosotros los segundos son minutos y los minutos horas.

A mi me sucede cuando me pongo a realizar alguna chapuza en casa, en cuanto experimento el momento de flujo y disfruto de la actividad, el tiempo se detiene y a la vez se transforma y la sensación de tiempo cambia, lo que para mí han sido unos segundos en la realidad han transcurrido unas horas. Curioso, cuanto menos, que ante situaciones diferentes el tiempo se transforme y pierda su universalidad, unas veces se detiene y enlentece, pareciendo eterno y otras en los momentos de felicidad se acelera.

Pero ¿por qué sucede esto?.

Parece que el sentido del tiempo se detiene cuando perdemos la esperanza y la finalidad de nuestra vida, cuando vaciamos la caja de metas a conseguir y nuestros objetivos vitales se difuminan. Por el contrario, cuando nuestros objetivos de vida están claros, cuando definimos nuestras metas, cuando justificamos lo inherente a nuestra existencia, encontrando sentido a las cosas que hago, consiguiendo descubrir las fortalezas y virtudes que me enriquecen como persona, que me definen y me complementan, cuando disfruto del contacto y la relaciones con los demás, cuando saco el partido a los diferentes momentos que vivo, disfrutando del día a día, como irrepetible y primordial en mi vida, es decir, cuando consigo mi bienestar personal, la sensación del paso del tiempo se transforma y no golpea en un tic tac interminable.

Viajar en el tiempo

Os habéis dado cuenta el papel que juega el tiempo en nuestras vidas, es decir, como la percepción de la vivencia del tiempo cambia en función de como conectamos con las cosas que hacemos en cada momento
José J. Rivero
sábado, 7 de marzo de 2015, 18:57 h (CET)
Esta semana he tenido la posibilidad de leer la obra de Frankl, recuerdo que en un pasaje de unos de sus libros comenta como en sus terapias preguntaba a sus pacientes ¿por qué no se suicidaban?, y de las respuestas que obtenía de ellos a dicha pregunta generaba toda una hipótesis de trabajo terapéutico.

Aunque, personalmente, la obra que marco un antes y un después de Frankl en mi vida fue "El hombre en busca de sentido" donde relata desde su experiencia en primera persona sus vivencias en un campo de concentración en la segunda guerra mundial.

En dicha obra, Frankl plantea la importancia del transcurrir del tiempo en nuestras vidas, desde la visión de los prisioneros de los campos de concentración y la perdida de expectativas de vida, perdiendo así sus ansias de vivir y asumiendo un final venidero.

El tiempo, sin duda juega un papel crucial, siendo ese reloj incesante que avanza sin parar desde que nacemos: los minutos suceden a los segundos y así acumulamos horas, meses, años e incluso lustros. Y sin darte cuenta ese implacable juez nos recuerda el sentido del proceso evolutivo humano, avanzar en un recorrido hacia un final previsto, el decorado del camino, lo pones tú.

Alguien en terapia me comentó una vez que se había peleado con el tiempo ya que recortaba sus esperanzas de vida año, tras año, en un transcurrir incesante.

Pero como cambia este transcurrir en función de nuestro estado emocional y personal, en función de que disfrutemos, conectemos con las cosas que nos gustan o simplemente sufrimos una disminución de lo que vivo debido a la adaptación hedonista.

Lo que se conoce como el tiempo ontológico, es decir, la vivencia subjetiva del tiempo en nuestras vidas. En unas de mis experiencias vitales, mientras trabajaba con población drogodependiente, muchas personas me manifestaban la perdida de sensación del tiempo mientras vivían sumidas en la incesante vida del que consume, esperando conseguir el premio de la próxima dosis, el tiempo transcurría según me decían, en un deambular constante, y en una transformación concreta entre el enlentecimiento y la no existencia de tiempo.

Lo mismo sucede cuando vivimos situaciones de vida problemática, el tiempo parece detenerse. inmóvil comentan muchos, permanecen las agujas del reloj implacable ante las posibles soluciones que intentan elucubrar en su alterado pensamiento emocional.

Y si caemos en el tedio, el aburrimiento, la apatía, la depresión o la distimia, el tiempo se detiene, inherte, e incluso en muchos trastornos complejos la situación del tiempo se deforma.

No encontramos soluciones a nuestra situación y permanecemos en una especie de coma a temporal, dejando que los acontecimientos nos golpeen como meros observadores de nuestro propio declive. Sin llegar a controla la finalidad de nuestra vida, ni cuando llegará el día en que finalizará este proceso que atravesamos.

Mihalyi Csikszentmihalyi en su obra Fluir nos plantea lo mismo pero desde la experiencia del disfrute, en el momento crucial de la experiencia de flujo experimentamos la atemporalidad, las horas pasan y el tiempo se deforma, para nosotros los segundos son minutos y los minutos horas.

A mi me sucede cuando me pongo a realizar alguna chapuza en casa, en cuanto experimento el momento de flujo y disfruto de la actividad, el tiempo se detiene y a la vez se transforma y la sensación de tiempo cambia, lo que para mí han sido unos segundos en la realidad han transcurrido unas horas. Curioso, cuanto menos, que ante situaciones diferentes el tiempo se transforme y pierda su universalidad, unas veces se detiene y enlentece, pareciendo eterno y otras en los momentos de felicidad se acelera.

Pero ¿por qué sucede esto?.

Parece que el sentido del tiempo se detiene cuando perdemos la esperanza y la finalidad de nuestra vida, cuando vaciamos la caja de metas a conseguir y nuestros objetivos vitales se difuminan. Por el contrario, cuando nuestros objetivos de vida están claros, cuando definimos nuestras metas, cuando justificamos lo inherente a nuestra existencia, encontrando sentido a las cosas que hago, consiguiendo descubrir las fortalezas y virtudes que me enriquecen como persona, que me definen y me complementan, cuando disfruto del contacto y la relaciones con los demás, cuando saco el partido a los diferentes momentos que vivo, disfrutando del día a día, como irrepetible y primordial en mi vida, es decir, cuando consigo mi bienestar personal, la sensación del paso del tiempo se transforma y no golpea en un tic tac interminable.

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