Se habla mucho, y mal, de la fórmula chico-conoce-chica, chico-se-enamora-de-chica, chico-y-chica-se-enfrentan-a-una-serie-de-obstáculos-que-los-separan-y-chico-chica-se-sobreponen-a-la-adversidad, pero lo cierto es que existen rutinas narrativas mucho más cansinas que esta. Una de las más conocidas es la siguiente: profesor-conoce-a-alumnos-desorientados, profesor-y-alumnos-desorientados-en-un-principio-tienen-sus -fricciones-pero-al-final-acaban-entendiéndose, profesor-redime-a-los-alumnos-desorientados, y-profesor-sonríe-paternalmente-ante-el-ingreso-de-los-alumnos-desorientados-en-el-lado-luminoso-de-la-fuerza. Semilla de maldad, Mentes Peligrosas, El Indomable Will Hunting, Los Chicos del Coro, o la reciente Diarios de la Calle son solo algunos ejemplos a salto de mata de esta larga tradición.
Por fortuna, en ocasiones a alguien se le ocurre que las normas hay que transgredirlas al menos una vez cada veinticinco años para recordarnos su vigencia, y es entonces que el joven cineasta californiano Ryan Fleck coge su cámara, se la echa al hombro, y decide subvertir la fórmula antes expuesta para sustituirla por otra mucho más atractiva: profesor-desorientado-conoce-a-alumna-también-algo-desorientada, alumna-desorientada-sorprende-al-profesor-desorientado-consumiendo-crack-en-los-servicios-y-se-da-cuenta-de-que-está-mucho-más-desorientado-que-ella, alumna- desorientada-se-propone-redimir-al-profesor-desorientado, y-finalmente-el-profesor desorientado-acaba-enseñando, casi-de-forma-involuntaria, a-su-alumna desorientada, la-lección-más importante-y-más-dura-de-toda-su-vida-y-la-única-capaz de-redimirles-a-ambos-al-menos-un-poquito.
Únicamente por esta pirueta narrativa, merece la pena echarle un vistazo a la película, que sin duda hará que todos los que como un servidor estén hasta el gorro de la pedagogía clásica hollywoodiense, disfruten de lo lindo con este ataque frontal al cliché, la comodidad y la falta de audacia cinematográfica, pero es que además Half Nelson está rodada con un exquisito sentido de la contención, contiene un recital interpretativo fuera de lo común por parte del cada vez mejor actor Ryan Gosling, (nominado justamente al Oscar por este papel), y está remachada de una manera brillante por la banda sonora del grupo Broken Social Scene.
Pocas veces se ve en una pantalla de cine una mezcla tan extraña entre innovación y sobriedad, y muchas menos veces aún, se ve en una pantalla de cine una película independiente norteamericana que resulte sólida y satisfactoria. Lo único negativo del asunto: que le hace pensar a uno en cuántas subversiones más serian necesarias para despertar a los hijos de Sundance de su letargo. La nota optimista: que al menos ahora existe un horizonte hacia el que mirar…
