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Resaca

Capítulo 10
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Han pasado meses, muchos meses. No es que haya dejado de salir, continúo haciéndolo muy a última hora de la mañana, pero no he vuelto por la terraza de la Zapica. Ya no me apetece. Carezco de informaciones sobre todo ese mundo y en las terrazas que frecuento no es un tema grato. Hubo una boda pomposa que nos llenó la Villa de vagos y de maleantes. Echo una mirada al entorno y confirmo que no soy el único que podría sentirme aludido; hay otros y no quiero señalar a nadie. Habría quedado la cosa en comedia si no me hubiera llegado el rumor de la muerte de Xandru.


Le había dejado su casa a cambio de protección y en lo único que don Juan ha puesto esmero es en proteger su propiedad. Lo he tenido que interpretar en el marasmo de mensajes y no me ha quedado otra opción que volver a la terraza de la Zapica. Necesito informaciones más entrañables. Se hubiera dicho que Marisa me estuviera esperando, aunque la realidad es que espera a alguien que le ofrezca un cigarrillo y un vaso de vino con casera.

-Ya sabrás que ha muerto Xandru…

-Me acabo de enterar.

-No resistió el volver a lo de antes y el rumano ha incumplido su compromiso. Parece que ahora va a instalarse la Tani en la casona para abrir un negocio de turismo rural a lo grande…

No me extraño de lo que me cuenta. ¿Por qué había de hacer una excepción con Xandru?…

Una tímida lágrima me delata y estoy convencido de que Marisa tiene también su corazoncito, aunque no me parece muy creíble el profundo dolor que declara sentir, sobre todo cuando ya me ha sacado dos vinos con casera y no sé cuántos cigarrillos.

He echado mucho de menos a Xandru en todo este tiempo que no nos hemos visto y el anuncio de su muerte ha sido un palo. ¿No era ya una muerte anunciada? Ni siquiera me he molestado en comprobar la falsedad de los billetes. Todo era falso en don Juan, me temo que hasta la fotografía de su madre. Nosotros nos dejamos engañar porque lo necesitamos para descansar de la rutina que nos corroe. Vivíamos un sueño que nos parecía bonito peroen el fondo, todos sabíamos que se había construido sobre barbaridades y bravuconadas.

-Ya casi no viene nadie, y lo que se sirve, ya ves…

El abogado y alguien que no conozco piden dos cafés.

-No comprendo.

Marisa aparenta estar muy informada.

-Le han quitado la teta de la bocaza. Ahora llevan toda la gestión desde Madrid. A éste, como a todos nosotros, le ha dado pasaporte. Tampoco es que ande a pedir; le ha caído el chollo de la defensa de la Petra. Esa va al trullo, lo sé de buena tinta…

-¿Qué?

No he dejado que terminara. La idea de una Petra delincuente no me entra en la cabeza.

-¿No sabías? Ya ves, con esas pintas de oveja degollada… Claro que yo siempre me he olido algo, ya lo creo que sí, pero la espada de la justicia…

¡Buena está la justicia! Me ahorro el comentario por mis prisas en saber de qué se puede haber acusado a esta pobre mujer, salvo el ver conspiraciones por doquier. Mi interlocutora debe gozar manteniéndome en la incertidumbre, porque he tenido que tragarme el largo relato de las conversaciones que mantiene con su hombre y otras cosas que me parece que no vienen a cuento, para enterarme de que la imputación se debe al uso de dinero falso. Se me ha escapado la carcajada que ha merecido una mirada de reproche del abogado y el disparo de las pruebas que lanza, convencida, mi interlocutora.

- Levantó sospechas cuando intentó meter un billete de 100 en la estación de autobuses. Tiene un morro que se lo pisa, y ante el fracaso, en vez de irse con la música a otra parte, continuó intentándolo, siempre con billetes de cien, hasta que la han pillado. Ella dice que se los había dado esa bruja de Reinosa.

-Ana Mari –le recuerdo quizá con la esperanza de salvar a una inocente-. Fue el pago por la sortija de su madre. Muchos lo vimos.

-Sí, claro, también era falsa; no aparece la supuesta vecina a quien quería ayudar para que no le cortaran el gas y la electricidad, y se han encontrado cuarenta millones de las antiguas pesetas en billetes falsos nada más que en la Villa.

Me resisto a creerlo. Basta el recuerdo del maletín y de los 12.000 euros para comprender que es posible. ¿Por qué he vuelto con gente que no me inspira sino asco? Estoy convencido que todos se quitan la mugre y la echan tan campantes sobre la pobre mujer. Juraría que, con la complicidad de su abogado, escucha con atención mal disimulada las palabras de Marisa.

-Tiene suerte. Solamente le piden los 40 kilos de fianza y por el piso ha conseguido 10.

-Vale más y tiene otras propiedades.

-No sé lo que tiene, pero tendrá mucha suerte si no añaden lo de falsificaciones de joyas.

Sin realmente quererlo me entero de muchas más cosas. Otro de los asuntos que lleva el picapleitos es el de falsa moneda con la que pagaron en la jaima, los puerros, y las morcillas que trajeron los de Reinosa.

No hace falta que me lo explique y se obstina en hacerlo más sórdido. El picapleitos intenta que su cliente Petra pague los puerros y las morcillas que se han vendido en negro y con usura. Este mundo tiene que estar poblado por alguien que no haya sido contaminado.

Mi plegaria no ha sido escuchada. Aparecen Maribel y Chunchi tan ataviadas como animadas e impregnadas de Chanel. La primera lleva el visón de la madre de la pobre Petra.

-¡Mira a quién tenemos aquí!

Se refieren a mí y lo hacen sin dejarme margen alguno para el disimulo. No hemos cambiado tanto ellas o yo, aparentemente. Maribel observa que me fijo en el abrigo…

-Se ha empeñado en dármelo la pobre desgraciada… He conseguido que salga libre con cargos…

-¿Eres también abogada?

-No, querido, no; ya basta con el cerdo ese -Mira al picapleitos como si hubiera recibido el don del replique del San Martín. El aludido pretende no haberse enterado de las intenciones de su degüello, pero me ha parecido ver sangre en su pescuezo - ¿Verdad tú?

Se refiere a Chunchi, pero se diría que es la única que no se ha enterado. Maribel no está dispuesta a darse tan fácilmente por vencida.

-Da igual. Una tiene sus relaciones, ¿sabes?

Me lo pregunta como si tuviera que saberlo y, la verdad, no me interesa; he escuchado vagamente una historia interminable sobre la nueva abogada y circunstancias de la pobre Petra. Comprendo por qué el picapleitos ha aparecido con el rabo entre las piernas y por qué ha vuelto al café con leche. Maribel y Chunchi se empeñan en rematar.

-Esta vez no ha ido como abogado sino como imputado.

-Siempre ha sido muy monárquico, ya me entiendes…

Me alegraría si sirviera para algo. Yo quemé billetes y el maletín, para evitar que alguien lo encuentre… Temo que la pobre Petra ha pensado salir de la sartén para caer en el fuego, ese descarado olor a Chanel, la botella de cava, y la cara cadavérica del picapleitos me lo dan a entender.

Maribel me pregunta si tengo las listas de invitados al sepelio. Decididamente, esta mujer parece más de la Cuenca minera que de las supuestas raíces del reino astur.

-¿Por qué tanta obsesión con la familia de Letizia?

-Bueno, cada mochuelo en su nido; alguien metería los billetes falsos en Cangas y Ribadesella; haberlos los ha habido, y lo que es seguro es que no lo ha hecho esta pobre pazguata…

-El asunto salió en Reinosa, te recuerdo.

-Ya, por la Ana Mari, y me consta que todo el mundo se partía de risa cuando tuvo el morro de denunciarlo, pero después no afloró más. Sé de buena tinta que en mi pueblo han circulado millones.

-La única causa abierta por el asunto es la de la Villa.

No es la Verdad o la Justicia quien ha hablado, no, es simplemente Marisa y nadie puede contradecir, porque por las caras veo que ha dicho la verdad, y que para algunos es mejor no menearlo. No es el caso de Maribel, que disfruta acojonando a su presa.

-Ha quedado demostrado el desvío que ha llegado de lo de las morcillas y los puerros, estamos a punto de mostrar, con la nueva abogada de Petra, que no era ella, sino el señor recientemente imputado. ¿Verdad usted? - Hace una ostentosa y ridícula reverencia al letrado- quien metía la falsa moneda en circulación. No creo que las morcillas y puerros sean suficientes para explicarlo, ¿cierto? -La palidez del aludido y de Max, su compañero de mesa, canta.

-Se trata de una simple imputación y de que me han cogido con la guardia baja.

-No se imputa sin pruebas que infundan serias sospechas…

-Los testimonios de unos señores que admiten haber vendido en negro un producto que, además, ha sido manipulado en total incumplimiento de las normas de higiene y de forma fraudulenta. En un autobús que trasportaba “ancianitos”, no creo que sean prueba alguna.

-Algo habrá para que la situación de su señoría le haya arrastrado de la posición de defensor a la de imputado. Algo hay, señor mío, que usted ni siquiera sospecha, porque hay secreto de sumario.

-A esos quien más les ponga, les hace abrir o cerrar la boca.

-Pero no están inculpados.

-No se trata de cantidades inculpatorias, que además se reparten entre los 50 ocupantes del autobús. El chocolate del loro. Muy lejos del caso de mi ex representada, creo. Pero bueno, señora mía, que le vaya mejor con su nueva letrada, deséele suerte de mi parte.

-Ha tenido suerte ya, cuando se ha presentado una denuncia de sus antiguos clientes, por haber retenido un noventa por ciento del dinero falso que sacaron de los puerros y de las morcillas, y por haberles vuelto a meter dinero falso.

-La palabra de esos pillos no vale la de un honorable ciudadano como soy yo. La justicia no puede envilecerse tanto.

El abogado empieza a verse fuertemente apoyado. Las cosas aquí son así, y de pronto nuestra mesa parece atraer todas las iras.

Maribel no parece muy afectada y yo creo que tampoco los demás. Así, sin más, nos informa:

-He venido para organizar el sepelio y los arreglos necesarios en la casa. Será tan grandioso como la boda de Tani. Vendrán ella, doña Nina y don Juan, pero tardarán al menos una semana.

-En el tanatorio no puede estar. Murió anoche el pobrecito.

Esta Marisa se las sabe casi todas. Yo me pregunto por qué, si Maribel se ocupa del Sepelio, se empeña en preguntarme por la lista de invitados. No tengo interés ni energía para buscar la respuesta.

Lo que importa es que volverá a haber una gran celebración en la Villa y se traerán todo de Madrid. ¿Nos volverán a timar con billetes falsos?

Resaca

Carlos Ortiz de Zárate
jueves, 5 de marzo de 2015, 08:59 h (CET)

Han pasado meses, muchos meses. No es que haya dejado de salir, continúo haciéndolo muy a última hora de la mañana, pero no he vuelto por la terraza de la Zapica. Ya no me apetece. Carezco de informaciones sobre todo ese mundo y en las terrazas que frecuento no es un tema grato. Hubo una boda pomposa que nos llenó la Villa de vagos y de maleantes. Echo una mirada al entorno y confirmo que no soy el único que podría sentirme aludido; hay otros y no quiero señalar a nadie. Habría quedado la cosa en comedia si no me hubiera llegado el rumor de la muerte de Xandru.


Le había dejado su casa a cambio de protección y en lo único que don Juan ha puesto esmero es en proteger su propiedad. Lo he tenido que interpretar en el marasmo de mensajes y no me ha quedado otra opción que volver a la terraza de la Zapica. Necesito informaciones más entrañables. Se hubiera dicho que Marisa me estuviera esperando, aunque la realidad es que espera a alguien que le ofrezca un cigarrillo y un vaso de vino con casera.

-Ya sabrás que ha muerto Xandru…

-Me acabo de enterar.

-No resistió el volver a lo de antes y el rumano ha incumplido su compromiso. Parece que ahora va a instalarse la Tani en la casona para abrir un negocio de turismo rural a lo grande…

No me extraño de lo que me cuenta. ¿Por qué había de hacer una excepción con Xandru?…

Una tímida lágrima me delata y estoy convencido de que Marisa tiene también su corazoncito, aunque no me parece muy creíble el profundo dolor que declara sentir, sobre todo cuando ya me ha sacado dos vinos con casera y no sé cuántos cigarrillos.

He echado mucho de menos a Xandru en todo este tiempo que no nos hemos visto y el anuncio de su muerte ha sido un palo. ¿No era ya una muerte anunciada? Ni siquiera me he molestado en comprobar la falsedad de los billetes. Todo era falso en don Juan, me temo que hasta la fotografía de su madre. Nosotros nos dejamos engañar porque lo necesitamos para descansar de la rutina que nos corroe. Vivíamos un sueño que nos parecía bonito peroen el fondo, todos sabíamos que se había construido sobre barbaridades y bravuconadas.

-Ya casi no viene nadie, y lo que se sirve, ya ves…

El abogado y alguien que no conozco piden dos cafés.

-No comprendo.

Marisa aparenta estar muy informada.

-Le han quitado la teta de la bocaza. Ahora llevan toda la gestión desde Madrid. A éste, como a todos nosotros, le ha dado pasaporte. Tampoco es que ande a pedir; le ha caído el chollo de la defensa de la Petra. Esa va al trullo, lo sé de buena tinta…

-¿Qué?

No he dejado que terminara. La idea de una Petra delincuente no me entra en la cabeza.

-¿No sabías? Ya ves, con esas pintas de oveja degollada… Claro que yo siempre me he olido algo, ya lo creo que sí, pero la espada de la justicia…

¡Buena está la justicia! Me ahorro el comentario por mis prisas en saber de qué se puede haber acusado a esta pobre mujer, salvo el ver conspiraciones por doquier. Mi interlocutora debe gozar manteniéndome en la incertidumbre, porque he tenido que tragarme el largo relato de las conversaciones que mantiene con su hombre y otras cosas que me parece que no vienen a cuento, para enterarme de que la imputación se debe al uso de dinero falso. Se me ha escapado la carcajada que ha merecido una mirada de reproche del abogado y el disparo de las pruebas que lanza, convencida, mi interlocutora.

- Levantó sospechas cuando intentó meter un billete de 100 en la estación de autobuses. Tiene un morro que se lo pisa, y ante el fracaso, en vez de irse con la música a otra parte, continuó intentándolo, siempre con billetes de cien, hasta que la han pillado. Ella dice que se los había dado esa bruja de Reinosa.

-Ana Mari –le recuerdo quizá con la esperanza de salvar a una inocente-. Fue el pago por la sortija de su madre. Muchos lo vimos.

-Sí, claro, también era falsa; no aparece la supuesta vecina a quien quería ayudar para que no le cortaran el gas y la electricidad, y se han encontrado cuarenta millones de las antiguas pesetas en billetes falsos nada más que en la Villa.

Me resisto a creerlo. Basta el recuerdo del maletín y de los 12.000 euros para comprender que es posible. ¿Por qué he vuelto con gente que no me inspira sino asco? Estoy convencido que todos se quitan la mugre y la echan tan campantes sobre la pobre mujer. Juraría que, con la complicidad de su abogado, escucha con atención mal disimulada las palabras de Marisa.

-Tiene suerte. Solamente le piden los 40 kilos de fianza y por el piso ha conseguido 10.

-Vale más y tiene otras propiedades.

-No sé lo que tiene, pero tendrá mucha suerte si no añaden lo de falsificaciones de joyas.

Sin realmente quererlo me entero de muchas más cosas. Otro de los asuntos que lleva el picapleitos es el de falsa moneda con la que pagaron en la jaima, los puerros, y las morcillas que trajeron los de Reinosa.

No hace falta que me lo explique y se obstina en hacerlo más sórdido. El picapleitos intenta que su cliente Petra pague los puerros y las morcillas que se han vendido en negro y con usura. Este mundo tiene que estar poblado por alguien que no haya sido contaminado.

Mi plegaria no ha sido escuchada. Aparecen Maribel y Chunchi tan ataviadas como animadas e impregnadas de Chanel. La primera lleva el visón de la madre de la pobre Petra.

-¡Mira a quién tenemos aquí!

Se refieren a mí y lo hacen sin dejarme margen alguno para el disimulo. No hemos cambiado tanto ellas o yo, aparentemente. Maribel observa que me fijo en el abrigo…

-Se ha empeñado en dármelo la pobre desgraciada… He conseguido que salga libre con cargos…

-¿Eres también abogada?

-No, querido, no; ya basta con el cerdo ese -Mira al picapleitos como si hubiera recibido el don del replique del San Martín. El aludido pretende no haberse enterado de las intenciones de su degüello, pero me ha parecido ver sangre en su pescuezo - ¿Verdad tú?

Se refiere a Chunchi, pero se diría que es la única que no se ha enterado. Maribel no está dispuesta a darse tan fácilmente por vencida.

-Da igual. Una tiene sus relaciones, ¿sabes?

Me lo pregunta como si tuviera que saberlo y, la verdad, no me interesa; he escuchado vagamente una historia interminable sobre la nueva abogada y circunstancias de la pobre Petra. Comprendo por qué el picapleitos ha aparecido con el rabo entre las piernas y por qué ha vuelto al café con leche. Maribel y Chunchi se empeñan en rematar.

-Esta vez no ha ido como abogado sino como imputado.

-Siempre ha sido muy monárquico, ya me entiendes…

Me alegraría si sirviera para algo. Yo quemé billetes y el maletín, para evitar que alguien lo encuentre… Temo que la pobre Petra ha pensado salir de la sartén para caer en el fuego, ese descarado olor a Chanel, la botella de cava, y la cara cadavérica del picapleitos me lo dan a entender.

Maribel me pregunta si tengo las listas de invitados al sepelio. Decididamente, esta mujer parece más de la Cuenca minera que de las supuestas raíces del reino astur.

-¿Por qué tanta obsesión con la familia de Letizia?

-Bueno, cada mochuelo en su nido; alguien metería los billetes falsos en Cangas y Ribadesella; haberlos los ha habido, y lo que es seguro es que no lo ha hecho esta pobre pazguata…

-El asunto salió en Reinosa, te recuerdo.

-Ya, por la Ana Mari, y me consta que todo el mundo se partía de risa cuando tuvo el morro de denunciarlo, pero después no afloró más. Sé de buena tinta que en mi pueblo han circulado millones.

-La única causa abierta por el asunto es la de la Villa.

No es la Verdad o la Justicia quien ha hablado, no, es simplemente Marisa y nadie puede contradecir, porque por las caras veo que ha dicho la verdad, y que para algunos es mejor no menearlo. No es el caso de Maribel, que disfruta acojonando a su presa.

-Ha quedado demostrado el desvío que ha llegado de lo de las morcillas y los puerros, estamos a punto de mostrar, con la nueva abogada de Petra, que no era ella, sino el señor recientemente imputado. ¿Verdad usted? - Hace una ostentosa y ridícula reverencia al letrado- quien metía la falsa moneda en circulación. No creo que las morcillas y puerros sean suficientes para explicarlo, ¿cierto? -La palidez del aludido y de Max, su compañero de mesa, canta.

-Se trata de una simple imputación y de que me han cogido con la guardia baja.

-No se imputa sin pruebas que infundan serias sospechas…

-Los testimonios de unos señores que admiten haber vendido en negro un producto que, además, ha sido manipulado en total incumplimiento de las normas de higiene y de forma fraudulenta. En un autobús que trasportaba “ancianitos”, no creo que sean prueba alguna.

-Algo habrá para que la situación de su señoría le haya arrastrado de la posición de defensor a la de imputado. Algo hay, señor mío, que usted ni siquiera sospecha, porque hay secreto de sumario.

-A esos quien más les ponga, les hace abrir o cerrar la boca.

-Pero no están inculpados.

-No se trata de cantidades inculpatorias, que además se reparten entre los 50 ocupantes del autobús. El chocolate del loro. Muy lejos del caso de mi ex representada, creo. Pero bueno, señora mía, que le vaya mejor con su nueva letrada, deséele suerte de mi parte.

-Ha tenido suerte ya, cuando se ha presentado una denuncia de sus antiguos clientes, por haber retenido un noventa por ciento del dinero falso que sacaron de los puerros y de las morcillas, y por haberles vuelto a meter dinero falso.

-La palabra de esos pillos no vale la de un honorable ciudadano como soy yo. La justicia no puede envilecerse tanto.

El abogado empieza a verse fuertemente apoyado. Las cosas aquí son así, y de pronto nuestra mesa parece atraer todas las iras.

Maribel no parece muy afectada y yo creo que tampoco los demás. Así, sin más, nos informa:

-He venido para organizar el sepelio y los arreglos necesarios en la casa. Será tan grandioso como la boda de Tani. Vendrán ella, doña Nina y don Juan, pero tardarán al menos una semana.

-En el tanatorio no puede estar. Murió anoche el pobrecito.

Esta Marisa se las sabe casi todas. Yo me pregunto por qué, si Maribel se ocupa del Sepelio, se empeña en preguntarme por la lista de invitados. No tengo interés ni energía para buscar la respuesta.

Lo que importa es que volverá a haber una gran celebración en la Villa y se traerán todo de Madrid. ¿Nos volverán a timar con billetes falsos?

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