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Presentismo o trabajo intensivo

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La cuestión de los horarios racionales es un tema de actualidad, porque en nuestro país parece que existe una cultura del presentismo. Aunque se puede ser más productivo con una mayor concentración y organización en las tareas a realizar.

La línea que considero que habría que seguir es la propia de los países nórdicos que a las cinco de la tarde dan por terminada, realmente, la jornada laboral. Por supuesto, puede haber excepciones a esto, pero tienen que estar muy justificadas. Porque el equilibrio entre la vida profesional y la personal es algo esencial. Y de este modo, se logra la conciliación de ambas.


Puesto que lo decisivo es el rendimiento y la eficiencia y no, simplemente, el número de horas frente al ordenador. Por tanto, estimo que lo fundamental es la flexibilidad en los horarios de entrada y salida al trabajo. Si bien es cierto que, en ciertas ocupaciones, los horarios deben ser rígidos por cuestiones de disciplina y orden, y estoy pensando, por ejemplo, en la enseñanza.


Parece ser que la racionalización de los horarios aumenta la productividad entre un 11 y un 15 por ciento, y a la vez reduce los gastos de las empresas. Además la reducción del tiempo de la jornada laboral a seis horas daría un resultado positivo, porque disminuiría el número de parados, y el cansancio de los que trabajan.


Creo que sería mejor dejar las vacaciones en un mes, y no en cinco semanas como propone una compañía noruega. Considero que es mejor disponer de más tiempo libre cada día del año, más que añadir una semana extra de descanso anual.


Ya un pensador y político como Tomás Moro en su Utopía proponía reducir el tiempo de trabajo a seis horas diarias. Y me parece, plenamente aplicable en la sociedad actual, con los adelantos tecnológicos disponibles. De este modo, se podría conseguir una mejora clara de la calidad de vida, y al mismo tiempo se ofrecería una distribución equitativa de la cantidad de trabajo existente, entre toda la población en edad de trabajar.


Con los soportes digitales y el teletrabajo que aporta un gran valor a numerosas actividades se puede aumentar la productividad. La priorización de las tareas también es otra forma de lograr una mayor efectividad en el trabajo. La infinidad de documentos y archivos que pueden subirse, de forma segura a la nube, es otra manera de agilizar y dinamizar la realización de tareas.


Aunque lo esencial, a mi juicio, es la no dispersión del proceso atencional, y la concentración en una sola actividad, de modo intenso y sostenido. Una de las claves es la intensidad. Es verdad que también existe la multitarea, pero de modo general, en el campo laboral no suele ser algo práctico y útil.


Se trata de que sea posible una integración más armónica entre el ámbito profesional y el privado. Porque la vida familiar no debería estar circunscrita o limitada, casi exclusivamente, al fin de semana, porque de lunes a viernes se viva, casi únicamente, para trabajar. En mi opinión, las jornadas laborables interminables son algo irracional, injusto, y también insolidario con los que no disfrutan de un puesto de trabajo. El derecho al ocio es algo no meramente teórico, y debe sustanciarse y plasmarse en la realidad.

Presentismo o trabajo intensivo

José Manuel López García
lunes, 2 de marzo de 2015, 10:40 h (CET)

La cuestión de los horarios racionales es un tema de actualidad, porque en nuestro país parece que existe una cultura del presentismo. Aunque se puede ser más productivo con una mayor concentración y organización en las tareas a realizar.

La línea que considero que habría que seguir es la propia de los países nórdicos que a las cinco de la tarde dan por terminada, realmente, la jornada laboral. Por supuesto, puede haber excepciones a esto, pero tienen que estar muy justificadas. Porque el equilibrio entre la vida profesional y la personal es algo esencial. Y de este modo, se logra la conciliación de ambas.


Puesto que lo decisivo es el rendimiento y la eficiencia y no, simplemente, el número de horas frente al ordenador. Por tanto, estimo que lo fundamental es la flexibilidad en los horarios de entrada y salida al trabajo. Si bien es cierto que, en ciertas ocupaciones, los horarios deben ser rígidos por cuestiones de disciplina y orden, y estoy pensando, por ejemplo, en la enseñanza.


Parece ser que la racionalización de los horarios aumenta la productividad entre un 11 y un 15 por ciento, y a la vez reduce los gastos de las empresas. Además la reducción del tiempo de la jornada laboral a seis horas daría un resultado positivo, porque disminuiría el número de parados, y el cansancio de los que trabajan.


Creo que sería mejor dejar las vacaciones en un mes, y no en cinco semanas como propone una compañía noruega. Considero que es mejor disponer de más tiempo libre cada día del año, más que añadir una semana extra de descanso anual.


Ya un pensador y político como Tomás Moro en su Utopía proponía reducir el tiempo de trabajo a seis horas diarias. Y me parece, plenamente aplicable en la sociedad actual, con los adelantos tecnológicos disponibles. De este modo, se podría conseguir una mejora clara de la calidad de vida, y al mismo tiempo se ofrecería una distribución equitativa de la cantidad de trabajo existente, entre toda la población en edad de trabajar.


Con los soportes digitales y el teletrabajo que aporta un gran valor a numerosas actividades se puede aumentar la productividad. La priorización de las tareas también es otra forma de lograr una mayor efectividad en el trabajo. La infinidad de documentos y archivos que pueden subirse, de forma segura a la nube, es otra manera de agilizar y dinamizar la realización de tareas.


Aunque lo esencial, a mi juicio, es la no dispersión del proceso atencional, y la concentración en una sola actividad, de modo intenso y sostenido. Una de las claves es la intensidad. Es verdad que también existe la multitarea, pero de modo general, en el campo laboral no suele ser algo práctico y útil.


Se trata de que sea posible una integración más armónica entre el ámbito profesional y el privado. Porque la vida familiar no debería estar circunscrita o limitada, casi exclusivamente, al fin de semana, porque de lunes a viernes se viva, casi únicamente, para trabajar. En mi opinión, las jornadas laborables interminables son algo irracional, injusto, y también insolidario con los que no disfrutan de un puesto de trabajo. El derecho al ocio es algo no meramente teórico, y debe sustanciarse y plasmarse en la realidad.

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