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“No vayas por caminos desusados; sigue las huellas de los que acertaren.” J.Setanti

Syriza y Podemos las dos caras de la misma moneda devaluada

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Qué duda cabe de que, al señor Tsipras de Grecia, no le ha hecho la más mínima gracia el duro correctivo que ha recibido de las instituciones de la CE. Seguramente esperaba que se le recibiría con los brazos abiertos, acogiendo sus exigencias como órdenes y que, rindiéndose a la simpatía de su ministro Varoufakis, los países europeos, que a través del FMI o del BCE les han ido inyectando miles de millones para que los sucesivos gobiernos griegos los fueran dilapidando, se avinieran a no cobrar lo que se les debía, renunciando a los intereses correspondientes, como si el esfuerzo del resto de europeos para sacarlos del abismo al que los había llevado vivir por encima de sus posibilidades, gastando mucho más de lo que podían, hubiera sido baldío, inútil e, incluso, perjudicial; teniendo en cuenta que lo que ahora han querido intentar los señores de Syriza, ha sido dejar de cumplir sus compromisos, pretender dejar de pagar o retrasar el pago de su deuda, aplicando importantes quitas, como si, en lugar de haber sido ellos los que tuvieron que pedir el rescate de Bruselas, hubieran sido los que beneficiaran a sus acreedores aceptando las ayudas recibidas.



.Como suele suceder, al señor Tsipras, uno más de estos comunistas, apoyados por el señor Maduro de Venezuela, le pudo el populismo de cantina, que suele rodear a todos estos que venden doctrinas igualitarias, critican la gestión de aquellos gobernantes que intentan conseguir salir de los apuros a cambio de esfuerzo, trabajo y limitaciones y se ofrecen, como los grandes salvadores de la patria, vendiendo fórmulas que pretenden ser muy ingeniosas y de tipo muy social, con las que intentan ilusionar a aquellos que piensan que con salir a las calles, romper todo lo que se les ponga por delante o hacer pintadas en las paredes de los bancos, ya van a conseguir salir de sus apuros.



Y es que, señores, cuando un tío sonriente se rodea de un grupo de seguidores dispuestos a auparle al poder, pretende romper moldes, critica el sistema de gobierno democrático y propone un sistema de gobierno directo por el pueblo, sin que exista orden, leyes, policía o límites que impidan que, una nación, se convierta en ingobernable y sea pasto del libertinaje y el desorden; si se tropieza con la realidad, tiene que tratar con otros países que no comparten sus locuras y que, por otra parte, quieren que el dinero que han invertido en ayudar a aquella nación, condicionado a que se cumplan determinadas condiciones, les sea devuelto dentro del plazo establecido, le quedan dos posibilidades: o se aviene a una solución pactada en la que, para recibir facilidades o aplazamientos, debe comprometerse a no despilfarrar, a acatar condiciones y a dejarse de demagogia populachera para ajustarse a las normas que se le imponen o decide saltarse a la torera sus compromisos, decide no pagar lo que debe, robar a los pocos ricos que queden en el país, nacionalizar los bancos y olvidarse del resto de países con los que venían negociando e intercambiando bienes; exponiéndose, eso sí, a acabar por llevar a la ruina a su nación.



Es evidente que, si el señor Tsipras, a pesar de sus promesas y dislates, hubiera mantenido su apuesta por pitorrearse de sus acreedores; el porvenir que le quedaba a su nación era claro: llegar a la quiebra nacional en unos pocos meses. Ha tenido que claudicar y, como suele suceder cuando se promete lo que no se puede cumplir, está recibiendo la reacción de muchos de los que confiaron en él y ahora salen a la calle, no para alabarle, aclamarle o felicitarle, no señores, ahora lo hacen para pedirle cuentas por haber tenido que inclinar la cerviz ante lo que, para él, era el capitalismo al que había que atacar y al que había prometido vencer y, no obstante, han tenido que aceptar nuevas condiciones, igual de duras que las que tenían con el anterior gobierno y con la condición de que, si en cuatro meses no se ve que se han puesto en marcha las estipulaciones que se le han puesto, para darle un respiro en el pago de su deuda, se acabarán las ayudas que pretende conseguir que, de momento, parece que se cifran en unos 15.000 millones de euros.



¡Cómo ha cambiado la situación en unas pocas semanas! De agresivos, amenazantes y chulescos activistas de masas; de vencedores de las últimas legislativas y de dueños absolutos de las instituciones griegas, han pasado a quedar como perros apaleados que han tenido que mirar suplicantes a los ojos de su amo para conseguir el pedazo de pan que se les ha dado con la condición de portarse bien. La Grecia revolucionaria ha tenido que admitir que, en el actual mundo globalizado, las bravatas de unos pocos, de una parte insignificante del mundo económico, actualmente integrado por naciones de la entidad de China, La India, Corea del Sur y toda una larga serie de naciones emergentes, que ya se han integrado al mercado mundial, donde compiten en oferta y demanda con las del mundo capitalista y aquellas que pretenden escabullirse de él y pretenden sustraerse a la iniciativa privada, a las leyes de los mercados, al libre comercio y las prácticas financieras, no les queda otra probabilidad que enquistarse en si mismas e intentar resistir en un régimen tribal y sin las posibilidades de desarrollo y mejora que hoy sólo se consiguen a través de las relaciones internacionales.



Claro que, el señor Tsipras, como suele suceder con los grandes perdedores, quiere disimular su fracaso, ocultar su decepción y descargar su rabia contenida con el primero que considere como al que más daño se le puede hacer. En España tiene a sus colegas, a los que le han apoyado y seguramente han contribuido, a través de Maduro, a que se le financiase. Los de Podemos son sus amigos más fieles y piensa que, lanzando sus diatribas contra el gobierno español, aparte de intentar desviar el disgusto de aquellos que le recriminan en su país hacia otro chivo expiatorio, les echa una mano a sus colegas comunistas y antisistema españoles. Y es que, para Tsipras, el gobierno español ha conspirado en “desgastar, derrocar o forzar la rendición de nuestro Gobierno”. ¿Por qué, don Alexis? ¿Ha intentado entender las causas que podría tener el Gobierno de España en hacerlo? o ¿no sería más realista pensar que, nuestro señor Guindos, lo que ha estado intentando es que, España, recobre los 26.000 millones de euros que les prestó para el rescate? Una extraña forma de agradecer la ayuda que nadie les impuso porque, señores, fueron los griegos los que tuvieron que pedir árnica a la CE para intentar salvarse de la quiebra soberana.



En todo caso, lo que sí podemos afirmar es que, tanto Syriza como el señor Tsipras y su ministro de economía, el señor Yanis Varoufakis, han demostrado que el movimiento populista que, en nuestra nación, está representado por el Podemos del señor Pablo Iglesias, Carlos Monedero y Errejón, como primeros responsables, han estado explotando la credibilidad, ingenuidad y revanchismo de una parte de la ciudadanía, numerosa debemos reconocerlo, pero engañada por los cuentos de la Lechera que, tanto unos como otros, han pretendido hacer que se crean sus partidarios. El evidente trágala que la CE les ha obligado a asumir a Grecia, deja claro para quienes lo quieran entender, cual va a ser el porvenir de todos estos movimientos populistas, sin planes de gobierno creíbles y sostenibles, basados en la demagogia y en el engaño a los ciudadanos que, cuando llega el momento de la verdad, se encuentran atrapados en sus propias contradicciones y tienen que acabar aceptando la realidad de que, el mundo, no está para movimientos destructivos, independentistas o irresponsables que pretendan acabar con las democracias vigentes para implantar, como ha ocurrido en naciones como Bolivia o Venezuela, pretendidas democracias que, al fin y a la postre, acaban siendo dictaduras totalitarias.



O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos como, todos estos movimientos populistas, acaban ahogados por la incapacidad de sus promotores para llevarlos a efecto. Grecia ha sido el mejor ejemplo de esta insensatez.

Syriza y Podemos las dos caras de la misma moneda devaluada

“No vayas por caminos desusados; sigue las huellas de los que acertaren.” J.Setanti
Miguel Massanet
lunes, 2 de marzo de 2015, 10:38 h (CET)

Qué duda cabe de que, al señor Tsipras de Grecia, no le ha hecho la más mínima gracia el duro correctivo que ha recibido de las instituciones de la CE. Seguramente esperaba que se le recibiría con los brazos abiertos, acogiendo sus exigencias como órdenes y que, rindiéndose a la simpatía de su ministro Varoufakis, los países europeos, que a través del FMI o del BCE les han ido inyectando miles de millones para que los sucesivos gobiernos griegos los fueran dilapidando, se avinieran a no cobrar lo que se les debía, renunciando a los intereses correspondientes, como si el esfuerzo del resto de europeos para sacarlos del abismo al que los había llevado vivir por encima de sus posibilidades, gastando mucho más de lo que podían, hubiera sido baldío, inútil e, incluso, perjudicial; teniendo en cuenta que lo que ahora han querido intentar los señores de Syriza, ha sido dejar de cumplir sus compromisos, pretender dejar de pagar o retrasar el pago de su deuda, aplicando importantes quitas, como si, en lugar de haber sido ellos los que tuvieron que pedir el rescate de Bruselas, hubieran sido los que beneficiaran a sus acreedores aceptando las ayudas recibidas.



.Como suele suceder, al señor Tsipras, uno más de estos comunistas, apoyados por el señor Maduro de Venezuela, le pudo el populismo de cantina, que suele rodear a todos estos que venden doctrinas igualitarias, critican la gestión de aquellos gobernantes que intentan conseguir salir de los apuros a cambio de esfuerzo, trabajo y limitaciones y se ofrecen, como los grandes salvadores de la patria, vendiendo fórmulas que pretenden ser muy ingeniosas y de tipo muy social, con las que intentan ilusionar a aquellos que piensan que con salir a las calles, romper todo lo que se les ponga por delante o hacer pintadas en las paredes de los bancos, ya van a conseguir salir de sus apuros.



Y es que, señores, cuando un tío sonriente se rodea de un grupo de seguidores dispuestos a auparle al poder, pretende romper moldes, critica el sistema de gobierno democrático y propone un sistema de gobierno directo por el pueblo, sin que exista orden, leyes, policía o límites que impidan que, una nación, se convierta en ingobernable y sea pasto del libertinaje y el desorden; si se tropieza con la realidad, tiene que tratar con otros países que no comparten sus locuras y que, por otra parte, quieren que el dinero que han invertido en ayudar a aquella nación, condicionado a que se cumplan determinadas condiciones, les sea devuelto dentro del plazo establecido, le quedan dos posibilidades: o se aviene a una solución pactada en la que, para recibir facilidades o aplazamientos, debe comprometerse a no despilfarrar, a acatar condiciones y a dejarse de demagogia populachera para ajustarse a las normas que se le imponen o decide saltarse a la torera sus compromisos, decide no pagar lo que debe, robar a los pocos ricos que queden en el país, nacionalizar los bancos y olvidarse del resto de países con los que venían negociando e intercambiando bienes; exponiéndose, eso sí, a acabar por llevar a la ruina a su nación.



Es evidente que, si el señor Tsipras, a pesar de sus promesas y dislates, hubiera mantenido su apuesta por pitorrearse de sus acreedores; el porvenir que le quedaba a su nación era claro: llegar a la quiebra nacional en unos pocos meses. Ha tenido que claudicar y, como suele suceder cuando se promete lo que no se puede cumplir, está recibiendo la reacción de muchos de los que confiaron en él y ahora salen a la calle, no para alabarle, aclamarle o felicitarle, no señores, ahora lo hacen para pedirle cuentas por haber tenido que inclinar la cerviz ante lo que, para él, era el capitalismo al que había que atacar y al que había prometido vencer y, no obstante, han tenido que aceptar nuevas condiciones, igual de duras que las que tenían con el anterior gobierno y con la condición de que, si en cuatro meses no se ve que se han puesto en marcha las estipulaciones que se le han puesto, para darle un respiro en el pago de su deuda, se acabarán las ayudas que pretende conseguir que, de momento, parece que se cifran en unos 15.000 millones de euros.



¡Cómo ha cambiado la situación en unas pocas semanas! De agresivos, amenazantes y chulescos activistas de masas; de vencedores de las últimas legislativas y de dueños absolutos de las instituciones griegas, han pasado a quedar como perros apaleados que han tenido que mirar suplicantes a los ojos de su amo para conseguir el pedazo de pan que se les ha dado con la condición de portarse bien. La Grecia revolucionaria ha tenido que admitir que, en el actual mundo globalizado, las bravatas de unos pocos, de una parte insignificante del mundo económico, actualmente integrado por naciones de la entidad de China, La India, Corea del Sur y toda una larga serie de naciones emergentes, que ya se han integrado al mercado mundial, donde compiten en oferta y demanda con las del mundo capitalista y aquellas que pretenden escabullirse de él y pretenden sustraerse a la iniciativa privada, a las leyes de los mercados, al libre comercio y las prácticas financieras, no les queda otra probabilidad que enquistarse en si mismas e intentar resistir en un régimen tribal y sin las posibilidades de desarrollo y mejora que hoy sólo se consiguen a través de las relaciones internacionales.



Claro que, el señor Tsipras, como suele suceder con los grandes perdedores, quiere disimular su fracaso, ocultar su decepción y descargar su rabia contenida con el primero que considere como al que más daño se le puede hacer. En España tiene a sus colegas, a los que le han apoyado y seguramente han contribuido, a través de Maduro, a que se le financiase. Los de Podemos son sus amigos más fieles y piensa que, lanzando sus diatribas contra el gobierno español, aparte de intentar desviar el disgusto de aquellos que le recriminan en su país hacia otro chivo expiatorio, les echa una mano a sus colegas comunistas y antisistema españoles. Y es que, para Tsipras, el gobierno español ha conspirado en “desgastar, derrocar o forzar la rendición de nuestro Gobierno”. ¿Por qué, don Alexis? ¿Ha intentado entender las causas que podría tener el Gobierno de España en hacerlo? o ¿no sería más realista pensar que, nuestro señor Guindos, lo que ha estado intentando es que, España, recobre los 26.000 millones de euros que les prestó para el rescate? Una extraña forma de agradecer la ayuda que nadie les impuso porque, señores, fueron los griegos los que tuvieron que pedir árnica a la CE para intentar salvarse de la quiebra soberana.



En todo caso, lo que sí podemos afirmar es que, tanto Syriza como el señor Tsipras y su ministro de economía, el señor Yanis Varoufakis, han demostrado que el movimiento populista que, en nuestra nación, está representado por el Podemos del señor Pablo Iglesias, Carlos Monedero y Errejón, como primeros responsables, han estado explotando la credibilidad, ingenuidad y revanchismo de una parte de la ciudadanía, numerosa debemos reconocerlo, pero engañada por los cuentos de la Lechera que, tanto unos como otros, han pretendido hacer que se crean sus partidarios. El evidente trágala que la CE les ha obligado a asumir a Grecia, deja claro para quienes lo quieran entender, cual va a ser el porvenir de todos estos movimientos populistas, sin planes de gobierno creíbles y sostenibles, basados en la demagogia y en el engaño a los ciudadanos que, cuando llega el momento de la verdad, se encuentran atrapados en sus propias contradicciones y tienen que acabar aceptando la realidad de que, el mundo, no está para movimientos destructivos, independentistas o irresponsables que pretendan acabar con las democracias vigentes para implantar, como ha ocurrido en naciones como Bolivia o Venezuela, pretendidas democracias que, al fin y a la postre, acaban siendo dictaduras totalitarias.



O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos como, todos estos movimientos populistas, acaban ahogados por la incapacidad de sus promotores para llevarlos a efecto. Grecia ha sido el mejor ejemplo de esta insensatez.

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