Siempre es peligroso darle alas a un iluminado pero, si el iluminado es, además, un incompetente
que está convencido de que todo el mundo está equivocado menos él y sigue empeñado en que
debe seguir su cruzada para acabar de destruir lo poco que ha dejado intacto de España después
de sus casi siete años de ocupar el puesto de presidente de la nación, entonces señores, ya no se
trata de un inconsciente, un mal gobernante, un ególatra y una desgracia para la nación, sino que
ya concurre en dicho señor una circunstancia agravante que lo convierte en mucho más peligroso,
tanto para el país como para los millones de españoles que, gracias a él, nos vimos inmersos en una
de las crisis más profundas de todas las que, desgraciadamente, ha tenido que sufrir esta nación.
Estamos, señores, ante alguien que no ha sabido reconocer sus graves errores y la desgracia que fue
para España el que la gobernase, siguiendo, después de haber sido apeado del poder, en su labor de
intrigante, de deslealtad a la patria, de rencor contra aquellos que tuvieron que apechugar con los
resultados de su política descabellada, para intentar reflotar a un país que, cuando lo dejó, estaba a
las puertas de la ruina total. Hablamos, no hace falta casi decirlo, del señor Rodríguez Zapatero.
Cualquier persona con un mínimo de autocrítica, con la vergüenza precisa que se le supone a quien
ha tenido responsabilidades públicas que, como es el caso, haya conseguido llevar a una nación
boyante al desmoronamiento moral, ético, económico, financiero y social; a ponerse a la cabeza de
las que vienen practicando el aborto, no sólo en Europa sino en el resto de países abortistas; a ser el
hazmerreír del resto de países por sus bravatas y sandeces, entre ellas, el retrasar tomar las medidas
contra la crisis, para no tener que admitir que estábamos en ella, permitiéndose perder un tiempo
precioso en atajar los vicios que nos condujeron a aquella extrema situación etc.; se hubiera retirado
cariacontecido, hubiera desaparecido de la política y se hubiera conformado con esta bicoca, que
se les concede a los ex altos cargos públicos de la nación, que consiste en pasar a formar parte, con
una buena compensación económica, del Consejo de Estado. Es posible que la Historia hubiera
sido compasiva con él, haciendo desaparecer de la memoria de los españoles tanta estulticia, tanta
desvergüenza, tanta incapacidad y tan poco sentido común en el manejo de los asuntos públicos.
No ha sido así, por desgracia, y nuevamente tendremos que lamentarlo.
Pero, hete aquí que, no contento con sembrar cizaña dentro de su propio partido, entrando en
conspiraciones internas, ahora ha decidido pegarle una patada a nuestro Gobierno, interfiriendo en
la labor de nuestro ministerio de Asuntos Exteriores, con una de sus habituales majaderías, con las
que siempre le ha gustado alimentar su afán de notoriedad. En este caso, ha consistido en una visita
extemporánea e impropia, a uno de los presidentes que más han venido fomentando la revolución
bolivariana en los países hispano americanos y que menos ha hecho por su pueblo que, después
de 50 o más años de revolución comunista, todavía tiene a su pueblo viviendo en una dictadura, la
del castrismo, en la que no existen las libertades y se mantiene un régimen policiaco que impide a
la oposición, la poca que queda, recuperar por medios democráticos la posibilidad de vivir en una
nación en la que los ciudadanos recuperen el nivel de vida que se merecen que, por cierto, no es el
caso de la familia Castro que, según informan las encuestas, es una de las más ricas de la famosa
lista Forbes.
Como no podía ser menos, aparte de no comunicar al Gobierno su intención de hacer este viaje que,
según él, era de carácter particular; con su habitual desprecio por las normas, se ha desplazado a
Cuba acompañado por otro de los “genios” de la diplomacia, el señor Moratinos, aquel que cometió
la felonía de viajar a Gibraltar, en su calidad de ministro de asuntos Exteriores español, para rendir
tributo al autócrata primer ministro de La Roca, que no tuvo inconveniente en convertirla en un
acto de propaganda, vendiéndola como una aceptación tácita del gobierno español de la soberanía
inglesa sobre el peñón. No contentos con el mal que ambos han causado a España, parecen
decididos, vayan ustedes a saber con qué designios, a continuar poniendo en ridículo al actual
gobierno, asignándose competencias y funciones que, en modo alguno, les corresponden al no estar
avalados con el apoyo del actual Gobierno de la nación, como ha dejado claro el señor Margallo al
comentar la metedura de pata cometida por la pareja de socialistas, precisamente cuando sólo hace
unos pocos meses, el señor Castro que los ha recibido con toda la pompa, se negó a hacer lo mismo
con el señor Rajoy, simplemente, por haber tenido contacto con la oposición al régimen.
Curiosamente, ahora los papeles han cambiado y los cubanos de Fidel Castro y su hermano, han
recibido a estos dos sujetos que, no estamos muy seguros si representan al señor Pedro Sánchez
o, simplemente, actúan en representación de sí mismos. Seguramente que el señor Raúl Castro
ha sentido una enorme satisfacción al recibir a estos dos políticos españoles, como ha demostrado
dándole una inusitada publicidad al evento, más de la que, seguramente, les hubiera gustado a los
dos personajes implicados en el affaire. Sabemos que el señor Moratinos ha pedido disculpas al
señor Margallo y, según se dice, ha prometido que no se va a producir una situación semejante en
su próxima visita a la Bolivia del señor Evo Morales. Sin embargo, la humillación para España ya
ha tenido lugar, algo que debió evitarse a toda costa, dando previa cuenta al señor embajador de
España en aquella nación, antes de comprometerse a acudir a dicha reunión.
En todo caso, con su habitual desenfado y convencido de que es una persona importante, a la que
nadie le debe decir lo que hacer o no; dando una vez más prueba del poco tino con el que suele
actuar y de la ligereza con la que se desenvuelve en asuntos que pueden afectar a los españoles,
sigue actuando a base de impulsos repentinos. Se ha permitido mostrarse ofendido cuando se le
ha preguntado si alteraría su programa para este viaje, a la vista del fracaso cosechado en Cuba,
cuando ha respondido con dos palabras enfáticas ¡Faltaría más!. Y pensar, señores, que hemos
estado siete años bajo la presidencia de semejante nulidad; que España ha sido mal tratada bajo los
dos gobiernos que los socialistas estuvieron en el poder y que, el señor Zapatero, fue el causante
con sus absurdas leyes, sus decisiones erróneas y sus despilfarros sociales, de que, una nación
próspera, acabase a las puertas de la quiebra soberana. Sin duda tenemos el convencimiento de
que, al actual líder del PSOE, señor Pedro Sánchez, que se limitó a contestar a las preguntas de los
periodistas sobre su opinión respecto a las andanzas de dúo Zapatero-Moratinos, por Cuba, con un
lacónico y diríamos que mal humorado: “Me parece bien”.
También se expresó en parecidos términos cuando fue informado de la reunión del señor Bono y
el propio Zapatero con el señor Iglesias de Podemos. Es de destacar la opinión que expresó cuando
quiso justificarse por su metedura de pata “No creo que Podemos vaya a arrebatar la hegemonía
de la izquierda al PSOE”. La misma “clarividencia” que tuvo cuando se sacó de la manga el
asunto que tanto ruido armó y que tanto dinero precisó, para crear aquella famosa “Alianza de
Civilizaciones” que tenía por fin agilizar las relaciones con los países árabes; convencido de
que, con “habilidad”, iba a conseguir que “suavizasen” el islamismo radical que ya, por entonces
empezaba a inflamar el mundo árabe. ¡Vean ustedes en lo que ha acabado aquella insensatez!
Si, señores, “un gran estadista” que, como don Quijote, en su locura y fanatismo, todavía no
se ha percatado de que, lo mejor que puede hacer en beneficio de España, es desaparecer de
ella e ingresar en un cenobio. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie,
observamos como no basta con librarse de un mal gobernante, ¡es preciso amordazarlo!