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Y sobre cómo están algunos políticos nacionales: Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Alberto Garzón

Debate sobre el Estado de la Nación

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El día 24 de febrero parecía interesante. Empezaba con Pedro Jota Ramírez, en un desayuno en el hotel Ritz anunciando el nuevo diario digital El Español, y terminaría en la tele con un capítulo de la serie Bajo Sospecha, en la que Antena 3 utiliza el pueblo serrano de Navacerrada, sus vistas y sus paisajes para contar una historia de intrigas que tienen lugar en un lugar de ficción: Cienfuegos.

En medio, también con intrigas y algún fuego oculto, en el Congreso de los Diputados se anunciaban a la misma hora dos actos a la vez: La comparecencia del Presidente del Gobierno para informar sobre el Consejo Europeo del día 18 de diciembre de 2014. Y el Debate de Política General sobre el Estado de la Nación.

Pedro Jota, en el Ritz, habló de políticas y economías ajenas a las empresas del IBEX 35, de pampiroladas de otros (ABC), de la invitación a los lectores del nuevo periódico a participar de las conversaciones de El Español consigo mismo en una Nación Digital libre, de las torturas democráticas de dedos divinos a criaturas mortales (Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes), y hasta de “darle el poder a los lectores para evitar darle lectores al Poder”.

No se refirió a los actos que iban a tener lugar en el Congreso de los Diputados, en los que, además del Estado de la Nación, interesaba saber cómo están algunos de los actores principales de la actividad política nacional.

“Salvemos al soldado Rayan”, decía una emisora de radio (la SER), cuando acababa el desayuno del Ritz, refiriéndose al Debate que iba a empezar en el Congreso. Y entre los periodistas, que iban a pie desde la Plaza de la Lealtad al Palacio de las Cortes, aparecieron opiniones sobre quiénes representaban mejor la imagen del Rayan político Nacional del momento: El Presidente del Gobierno, como una solución de continuidad para un futuro en el que se apunta bonanza. Pedro Sánchez, como recambio de una izquierda moderada tras el ocaso de Rubalcaba. O Alberto Garzón, protagonista en IU tras el paso atrás de Cayo Lara y aspirante a convertirse en apoyo del propio Pedro Sánchez o de un Podemos extraparlamentario.

Empezó el Debate a las doce de la mañana con la reedición del “España va bien”, de Rajoy. Éste recordó el estado de la Nación al comienzo de la Legislatura, “¿Cómo empezamos? Sin más haber que la esperanza”. Recuperamos esperanza, crédito y empleo. Hoy, no necesito ofrecer promesas o esperanzas. Hay hechos. La Nación ha salido de una pesadilla, se ha reordenado y crece el empleo, el consumo y la inversión. En tres años, España se ha levantado. Ya no es un problema. “Nos animaban a pedir el rescate y no lo hicimos. Yo lo viví”. Mecanismos de apoyos a las autonomías. Hicimos la Reforma Laboral y la Reforma Fiscal. Salimos de la crisis sin renunciar a la cohesión social. Esfuerzo de la clase media. España le debe a la clase media. Y por eso unas propuestas para reconocer (y pagar) el esfuerzo de la Clase media.

El discurso, que duró algo más de una hora, acabó con datos reales, propuestas para los meses que quedan de legislatura y algunos adornos verbales. Por protocolo, decidido por la Mesa de Portavoces, al acabar Rajoy, el Presidente Posada levantó la Sesión hasta las 4 de la tarde. Era la hora de los comentarios, de las declaraciones improvisadas (muy pensadas) a la prensa, de la receta del telediario en beneficio del Gobierno, y de la composición de caras (y caretos) de los padres de la Patria.

Después de comer se esperaba ver a qué Rayan intentaba salvar cada cual y en quien había que fijarse.

Empezó Pedro Sánchez, para usar un turno de 35 minutos, que serían 47. “Si Pedro se le lanza a la yugular corre el riesgo de que enfade a Rajoy y que éste le machaque”, decía uno. “Pero es que si compadrea, quien le va a machacar es su propia gente, que andan con la chaira entre los dientes y con miedo a que les devoren los de Podemos”, oponía otro. El resultado, tras las réplicas y dúplicas, fue algo intermedio. Mantuvo el tipo con una representación ad hoc, mitad frases duras y hasta altisonantes y razonamientos simples con aspiración de consistentes. Mostró que el PSOE puede ser un recambio sin romper barreras y tendiendo puentes. Y esperó, estoico y a veces sonriente, la contestación del Presidente.

Rajoy, como si tuviera en cuenta la frase de la SER (salvemos al soldado Rayan, reencarnado en Pedro Sánchez), lo cuidó sin mimarle, le contestó con respeto, lo superó dialécticamente con creces y sólo se permitió una crítica un tanto dura al tildar la intervención de patética. “Se pasó algo en la crítica y debe encajar el castigo”, justificó alguien al Presidente.

Le siguió Garzón, que debió ceder tiempo a Coscubiela y tratar de dar la talla para aspirar a soldado Rayan digno de ayuda. Su discurso, de nueve folios entregados a la prensa con el título de “Llamamiento hacia un proceso constituyente”, lo inició con “Subo a la tribuna para decirle fundamentalmente tres cosas: … usted tiene más futuro como cuentacuentos que como presidente del Gobierno… Su política está siendo un éxito para las grandes fortunas y las grandes empresas a las que prácticamente ya no les cabe más dinero en el bolsillo gracias a usted. Y…afortunadamente hay alternativas a su política suicida. Después habló de: El pulso de la Calle, Empleo, Emigrantes, Conquistas Sociales y capitalismo de amiguetes, Represión y autoritarismos, Corrupción y justicia, y del Orden internacional. Y terminó con dos frases, una con apariencia de implacable: “Señor Rajoy, vamos a echarle”. Y otra confesional: “Salud y república”

Aunque parecía que Garzón pretendía el exabrupto, el tono fue tranquilo y hasta respetuoso. Puede que esa fuera la razón por la que el Presidente, en vez de optar por la dureza, se decidiera por una mezcla de piedad no exenta de reproche, y magisterio afable. Le resumió una biografía personal sencilla. Después dos comentarios simples: En la calle no sólo están ustedes, también estamos los demás. Tampoco tienen el patrimonio de los sentimientos. Siguió con algunas gallegadas para aportar datos sobre Derechos y Libertades públicas y explicar (con mimo de profesor) la realidad de Grecia y la relación hispanogriega. Y una amonestación afable: “No me ha gustado de usted que diga que el mundo está dividido. Yo prefiero políticas de unión”.

A Garzón le seguía Rosa Díaz. Pero ya era tarde y se empezaba a notar el cansancio. Era la hora de apurar contenidos y fijar conceptos.

En el aire flotaba la frase de la SER: Salvar al soldado Rayan.

¿Cuál de ellos? ¿Rajoy, Sánchez, Garzón?

Los tres, inmersos en la realidad nacional y como solución y procedimiento del futuro. Hoy Rajoy se salvó y trató del salvar al Rayan socialista, como recambio y/o apoyo de una continuidad política; y a Garzón, como ente sólido con el que ahormar la izquierda radical que emerge. Mañana…

Mañana más, el discurso del PNV, los de los representantes del Grupo Mixto, y las opiniones de todos, hasta de los que no tienen (aún) representación parlamentaria.

Debate sobre el Estado de la Nación

Y sobre cómo están algunos políticos nacionales: Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Alberto Garzón
José Luis Heras Celemín
miércoles, 25 de febrero de 2015, 09:30 h (CET)
El día 24 de febrero parecía interesante. Empezaba con Pedro Jota Ramírez, en un desayuno en el hotel Ritz anunciando el nuevo diario digital El Español, y terminaría en la tele con un capítulo de la serie Bajo Sospecha, en la que Antena 3 utiliza el pueblo serrano de Navacerrada, sus vistas y sus paisajes para contar una historia de intrigas que tienen lugar en un lugar de ficción: Cienfuegos.

En medio, también con intrigas y algún fuego oculto, en el Congreso de los Diputados se anunciaban a la misma hora dos actos a la vez: La comparecencia del Presidente del Gobierno para informar sobre el Consejo Europeo del día 18 de diciembre de 2014. Y el Debate de Política General sobre el Estado de la Nación.

Pedro Jota, en el Ritz, habló de políticas y economías ajenas a las empresas del IBEX 35, de pampiroladas de otros (ABC), de la invitación a los lectores del nuevo periódico a participar de las conversaciones de El Español consigo mismo en una Nación Digital libre, de las torturas democráticas de dedos divinos a criaturas mortales (Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes), y hasta de “darle el poder a los lectores para evitar darle lectores al Poder”.

No se refirió a los actos que iban a tener lugar en el Congreso de los Diputados, en los que, además del Estado de la Nación, interesaba saber cómo están algunos de los actores principales de la actividad política nacional.

“Salvemos al soldado Rayan”, decía una emisora de radio (la SER), cuando acababa el desayuno del Ritz, refiriéndose al Debate que iba a empezar en el Congreso. Y entre los periodistas, que iban a pie desde la Plaza de la Lealtad al Palacio de las Cortes, aparecieron opiniones sobre quiénes representaban mejor la imagen del Rayan político Nacional del momento: El Presidente del Gobierno, como una solución de continuidad para un futuro en el que se apunta bonanza. Pedro Sánchez, como recambio de una izquierda moderada tras el ocaso de Rubalcaba. O Alberto Garzón, protagonista en IU tras el paso atrás de Cayo Lara y aspirante a convertirse en apoyo del propio Pedro Sánchez o de un Podemos extraparlamentario.

Empezó el Debate a las doce de la mañana con la reedición del “España va bien”, de Rajoy. Éste recordó el estado de la Nación al comienzo de la Legislatura, “¿Cómo empezamos? Sin más haber que la esperanza”. Recuperamos esperanza, crédito y empleo. Hoy, no necesito ofrecer promesas o esperanzas. Hay hechos. La Nación ha salido de una pesadilla, se ha reordenado y crece el empleo, el consumo y la inversión. En tres años, España se ha levantado. Ya no es un problema. “Nos animaban a pedir el rescate y no lo hicimos. Yo lo viví”. Mecanismos de apoyos a las autonomías. Hicimos la Reforma Laboral y la Reforma Fiscal. Salimos de la crisis sin renunciar a la cohesión social. Esfuerzo de la clase media. España le debe a la clase media. Y por eso unas propuestas para reconocer (y pagar) el esfuerzo de la Clase media.

El discurso, que duró algo más de una hora, acabó con datos reales, propuestas para los meses que quedan de legislatura y algunos adornos verbales. Por protocolo, decidido por la Mesa de Portavoces, al acabar Rajoy, el Presidente Posada levantó la Sesión hasta las 4 de la tarde. Era la hora de los comentarios, de las declaraciones improvisadas (muy pensadas) a la prensa, de la receta del telediario en beneficio del Gobierno, y de la composición de caras (y caretos) de los padres de la Patria.

Después de comer se esperaba ver a qué Rayan intentaba salvar cada cual y en quien había que fijarse.

Empezó Pedro Sánchez, para usar un turno de 35 minutos, que serían 47. “Si Pedro se le lanza a la yugular corre el riesgo de que enfade a Rajoy y que éste le machaque”, decía uno. “Pero es que si compadrea, quien le va a machacar es su propia gente, que andan con la chaira entre los dientes y con miedo a que les devoren los de Podemos”, oponía otro. El resultado, tras las réplicas y dúplicas, fue algo intermedio. Mantuvo el tipo con una representación ad hoc, mitad frases duras y hasta altisonantes y razonamientos simples con aspiración de consistentes. Mostró que el PSOE puede ser un recambio sin romper barreras y tendiendo puentes. Y esperó, estoico y a veces sonriente, la contestación del Presidente.

Rajoy, como si tuviera en cuenta la frase de la SER (salvemos al soldado Rayan, reencarnado en Pedro Sánchez), lo cuidó sin mimarle, le contestó con respeto, lo superó dialécticamente con creces y sólo se permitió una crítica un tanto dura al tildar la intervención de patética. “Se pasó algo en la crítica y debe encajar el castigo”, justificó alguien al Presidente.

Le siguió Garzón, que debió ceder tiempo a Coscubiela y tratar de dar la talla para aspirar a soldado Rayan digno de ayuda. Su discurso, de nueve folios entregados a la prensa con el título de “Llamamiento hacia un proceso constituyente”, lo inició con “Subo a la tribuna para decirle fundamentalmente tres cosas: … usted tiene más futuro como cuentacuentos que como presidente del Gobierno… Su política está siendo un éxito para las grandes fortunas y las grandes empresas a las que prácticamente ya no les cabe más dinero en el bolsillo gracias a usted. Y…afortunadamente hay alternativas a su política suicida. Después habló de: El pulso de la Calle, Empleo, Emigrantes, Conquistas Sociales y capitalismo de amiguetes, Represión y autoritarismos, Corrupción y justicia, y del Orden internacional. Y terminó con dos frases, una con apariencia de implacable: “Señor Rajoy, vamos a echarle”. Y otra confesional: “Salud y república”

Aunque parecía que Garzón pretendía el exabrupto, el tono fue tranquilo y hasta respetuoso. Puede que esa fuera la razón por la que el Presidente, en vez de optar por la dureza, se decidiera por una mezcla de piedad no exenta de reproche, y magisterio afable. Le resumió una biografía personal sencilla. Después dos comentarios simples: En la calle no sólo están ustedes, también estamos los demás. Tampoco tienen el patrimonio de los sentimientos. Siguió con algunas gallegadas para aportar datos sobre Derechos y Libertades públicas y explicar (con mimo de profesor) la realidad de Grecia y la relación hispanogriega. Y una amonestación afable: “No me ha gustado de usted que diga que el mundo está dividido. Yo prefiero políticas de unión”.

A Garzón le seguía Rosa Díaz. Pero ya era tarde y se empezaba a notar el cansancio. Era la hora de apurar contenidos y fijar conceptos.

En el aire flotaba la frase de la SER: Salvar al soldado Rayan.

¿Cuál de ellos? ¿Rajoy, Sánchez, Garzón?

Los tres, inmersos en la realidad nacional y como solución y procedimiento del futuro. Hoy Rajoy se salvó y trató del salvar al Rayan socialista, como recambio y/o apoyo de una continuidad política; y a Garzón, como ente sólido con el que ahormar la izquierda radical que emerge. Mañana…

Mañana más, el discurso del PNV, los de los representantes del Grupo Mixto, y las opiniones de todos, hasta de los que no tienen (aún) representación parlamentaria.

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