¿Se acuerdan ustedes de aquélla columna que escribí justo antes del último partido que jugó la selección? Se titulaba “A quien me tenga que encomendar me encomiendo”, y a ella vuelvo, porque España vuelve a jugar. ¡Qué Dios nos pille confesados!

Hay que volver a poner en funcionamiento el protocolo de emergencia: póster de la selección española, bandera de España, escudo o foto de Luis Aragonés, junto a una imagen de San Judas Tadeo, patrón de los imposibles. Velas, rezos, respiración profunda, fuera insultos a las tácticas del míster, el cojín para morderlo, un botiquín por si pegan algún puñetazo y el 061 grabado en el uno del teléfono.

Yo creo que esto se hace imprescindible. España se juega estar en la Eurocopa. Y Villa bien lo ha dicho esta semana: “Nos jugamos la vida”. ¿Será verdad? ¿Se dejarán la vida en el césped? Ver para creer. Y no crean que soy demasiado irónica, es lo que hay. Primero hay ganar a Letonia y luego a Liechtenstein, que aunque parezcan fáciles, ahí están y más tratándose de España.

Dice Villa, que ganando estos dos partidos, la selección se pondrá en una posición privilegiada para la clasificación. Frena… Que sois expertos en piciarla en el peor momento. Pero bueno, no todo va a ser malo. Vamos a confiar una vez más en ellos. Es lo que nos queda y quejarnos no va a servir de nada. Son chicos valientes, buenos jugadores y con mucha juventud. Tienen técnica, táctica, espíritu de campeones, aunque algo individualistas. Ahora más que nunca, necesitan ser una selección, una piña, un todo.

Vamos a apelar a la sorpresa, porque me parece que a lo de perder nos hacemos siempre la idea. Es lo que tiene perder y perder y defraudar y defraudar y crear esperanzas y luego nada. No quiero ser dura ni pesimista, pero es a lo que nos tienen acostumbrados. Ojalá me tenga que comer mis palabras cuando acabe el partido. Así que, suerte.